Libia atraviesa por el caos más absoluto

El país vive una lucha entre las milicias que en 2011 surgieron para derrocar a Gaddafi y que ahora combaten por sus intereses.




Sólo ocho meses se demoró en caer el régimen del coronel Muammar Gaddafi, tras la rebelión armada que estalló a principios del año 2011 y que fue apoyada por Occidente. Terminaban así 42 años de autoritarismo y excentricidades. El futuro, a su vez, se preveía más auspicioso para los más de 6,4 millones de habitantes de Libia, el país con las mayores reservas de petróleo dentro de Africa. Sin embargo, más de tres años después del histórico alzamiento, el país norafricano -ubicado a tan sólo 400 kilómetros de la frontera sur de Europa- vive en medio del caos absoluto.

Hoy, Libia aún carece de un gobierno efectivo y de un Legislativo y Fuerzas Armadas competentes. Según dijo la semana pasada el representante de Naciones Unidas en el país, Tarek Mitri, se está gestando una situación de una "gravedad sin precedente", dados los enfrentamientos de facciones políticas rivales surgidas de la revolución (que no se desarmaron y velan por sus propios intereses), el avance paralelo de algunas de estas organizaciones de corte radical islamista y la profunda debilidad de un Estado que no ejerce su autoridad en gran parte de su territorio, según consignó la cadena alemana DW.

Sólo ayer y desde su refugio en el este del país, el gobierno libio -renunciado, pero aún en funciones- reconoció que milicias armadas controlan las sedes de varios ministerios y servicios públicos en Trípoli, la capital del país. Con los escasos recursos que posee, el Ejecutivo, dirigido por Abdalá al Theni, enfatizó a través de un comunicado que "trata de garantizar desde lejos la continuidad de estos servicios, manteniendo contacto con los responsables".

Abdalá al Theni y su gabinete renunciaron el viernes, después de que se abriera una lucha de poder entre el Parlamento surgido de las elecciones de junio (y que sesiona desde agosto) y su antecesor inmediato, el Congreso Nacional, cuya vigencia fue legitimada la semana pasada por una alianza de fuerzas de la ciudad de Misrata que tomó el control de Trípoli (las mismas que ayer tomaron las oficinas públicas). Fue justamente en la capital donde los antiguos legisladores se reunieron inesperadamente y disolvieron el gobierno de transición de Al Theni.

Ante el aumento de la inseguridad, el personal de Naciones Unidas y de las embajadas extranjeras fue evacuado de Trípoli.

Así, el Congreso Nacional (de mayoría islamista) le encargó el gobierno al político Omar al Hasi, mientras que el nuevo Legislativo (donde los islamistas son minoría y que sesiona en la ciudad de Tobruk, en el este de Libia) renombró a Al Theni en el cargo de primer ministro. En un comunicado del gobierno libio, poco antes de su nombramiento, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, llamó a Al Theni para darle su apoyo.

La inestabilidad en Libia ha encendido las alertas en los países vecinos, dada la factibilidad de que el caos que afecta a la otrora provincia romana se extienda dentro de sus fronteras. Peor aún, "la situación se ha vuelto aún más complicada y podría llevar a una guerra civil de gran escala, si no somos muy cuidadosos e inteligentes en nuestras acciones", afirmó la última semana de agosto ante el Consejo de la ONU, el embajador libio ante la organización, Ibrahim Dabbashi.

El sitio de noticias Al Monitor afirma que, "naturalmente, esta situación plantea la preocupación de los países vecinos, como Túnez -preocupado del flujo de refugiados a sus territorios- y Egipto y Argelia, que temen la propagación de la 'confusión yihadista' en el contexto político regional y en áreas difíciles de monitorear".

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