Líder y vocalista del grupo inglés Placebo: "Nos convertimos en banda de covers de nuestros temas y eso está bien"

El reconocido cantante habla con La Tercera de su nuevo show en Santiago y de cómo han superado los tropezones en una carrera que ya cuenta 20 años.




Cualquier sondeo rápido concluiría que no han sido buenas temporadas para las bandas de guitarras. Al menos en el circuito corporativo: los premios Grammy llenaron las vitrinas de créditos destinados a la pista de baile, como Daft Punk o Pharrell Williams, y las ventas millonarias sólo parecen patrimonio de solistas como Adele, Lorde o Taylor Swift. Pero Brian Molko (41), cantante y líder de Placebo, parece no desvelarse: "No tengo absolutamente ninguna idea de todos ellos. No sigo la escena musical, no tengo una tele, no leo la prensa especializada y tampoco le presto atención a los premios, las listas o las ceremonias. Hoy no sé lo que es cool. Por ahora, quiero seguir con lo que hacemos, nos sigue funcionando sin problemas".

Bajo esos principios, el músico revela el carácter que ha transformado a su banda en una de las más persistentes del rock británico, luego de una primera etapa en los 90 alzados como insignes del sonido sombrío con estética ambigua, hasta una última década donde batallaron con discos irregulares, el arribo de la paternidad, conflictos internos -la partida del histórico baterista Steve Hewitt- y la sensación generalizada de cierta fatiga creativa.

"Placebo también es un asunto de perseverancia. Y de rehusarnos una y otra vez a desaparecer. Esta banda es todo lo que hemos hecho en nuestras vidas, y es lo que mejor hacemos, por lo que sentimos que, hoy como adultos, aún nos queda mucho por entregar", establece Molko, al teléfono con La Tercera desde Londres, ante el estatus actual del conjunto, encarnado en su última entrega, Loud like love (2013), y que mostrarán en su cuarta visita, el 10 de abril en Movistar Arena (Puntoticket). Una nueva escala en la capital donde en 2005 protagonizaron uno de los cultos más genuinos de la cartelera local en los últimos años, con dos fechas repletas y agotadas en la Estación Mapocho, aunque sus venidas posteriores tuvieron convocatorias menos fervorosas.

¿Es cada vez más difícil para ustedes repetir esos fenómenos?

Primero debo decir que siempre es emotivo volver a Santiago, los fans siguen siendo generosos y expresivos, y ahí se empezó a difundir nuestra música en Latinoamérica, desde esa misma estación diseñada, según sé, por influencias de Gustave Eiffel, ¿no? Bueno, y cada show en estos años es un desafío, porque hoy como banda no podemos tomar nada como gratuito. No puedes dejar que la autocomplacencia te devore, siempre tienes que dar más, y esa es nuestra actitud actual.

Los primeros cuatro álbumes de Placebo marcan su era de oro. ¿Cómo los ve hoy comparados con sus discos más recientes?

No los he escuchado en muchos años. Y a veces tampoco oigo los nuevos en mucho tiempo. Básicamente porque la perspectiva se distorsiona, cuando miras para atrás tu propia carrera lo haces con un ojo hipercrítico y ves todos los errores o lo que te gustaría haber hecho mejor. Además, tenemos que viajar por el mundo y muchas de esas canciones han cambiado con el tiempo, hoy las tocamos en vivo de manera totalmente distinta a las versiones grabadas, entonces, las veo sólo como una fotografía de cierta etapa de nuestras vidas. Nos gusta que algunos tracks tengan una vida más allá del estudio. Nos hemos convertido en una banda de covers de nuestros temas y eso está bien.

Y tomando en cuenta que los fundadores del trío (Molko y el bajista Stefan Olsdal) ya rondan los 40, ¿qué fotografía de ustedes representa su nuevo álbum?

Cuando hicimos el registro anterior, Battle for the sun, en 2009, éramos una banda que sufría de un divorcio muy traumático en el equipo (con la salida de su baterista). Muchos abogados ganaron mucha plata, y nosotros, una gran cantidad de resentimientos. Pero hoy tenemos al joven Steve Forrest en la batería y estamos mucho más cómodos, hay una conexión casi telepática entre todos, por eso nuestro sonido es más colorido y hasta vulnerable.

En su último disco tratan temas como las redes sociales. ¿Es una forma de acercarse a las nuevas generaciones?

Es un poco de todo. Me anima mucho que los fans de Placebo de los 90 hayan permanecido muy fieles, pero también me pone feliz de que, cada vez que sacamos un nuevo disco, en las primeras 10 filas hay toda una nueva generación de adolescentes que han descubierto nuestra música. Entonces, de alguna forma, hemos podido seguir siendo relevantes y hemos podido trazar una conexión emocional con la gente joven. Ahí está la clave. Y los adultos aún están ahí, quizás más atrás en el público, lejos de donde están bailando en el escenario, que es exactamente donde yo también me pondría.

Los temas de Loud like love fueron pensados para un álbum solista. ¿Cómo llegaron a ser parte de Placebo?

Quería demostrarme si podía grabar sin el resto del grupo y tocar los instrumentos de los otros. Era un desafío personal, casi como ir al gimnasio, quería que mi músculo siguiera funcionando solo, a ver cómo resultaba sin ellos. Pero cuando empezamos a elaborar nuestro nuevo trabajo, ofrecí alguno de estos temas y resultaron muy bien. No descarto retomar algún rumbo en solitario.

Son una de las pocas bandas del pop inglés de los 90 que no sufrió quiebres ni largos recesos. ¿Se sienten clásicos del género?

No, porque nunca hemos tenido una identidad particularmente británica. Y esas etiquetas es para que otros las digan. Prefiero no ponerme a pensar en eso, porque me haría demasiado consciente de mí mismo y bloquearía la necesaria renovación que buscamos al escribir un nuevo álbum.

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