Manifiesto: Sebastián Badilla, cineasta

Sebastian Badilla
10 de Agosto de 2017. Entrevista a Sebastian Badilla, director de Cine, Guionista y productor, posa en las escaleras del metro Los Leones para el manifiesto del cuerpo de reportajes del diario la tercera. Foto Reinaldo Ubilla



En un momento, todos querían trabajar conmigo y me creí el cuento. Veo entrevistas mías de dos años atrás y digo: ¡Qué huevón más pesado! Y no solo entrevistas, también cosas que antes hacía. Lo que me diría si me viera es: "Retírese. Éntrese, mijito, tómese un tecito y duerma; duerma y en dos años más hablemos". Creo que eso es lo que te pasa cuando partes tan chico y todo te va resultando bien. Agradezco que a Maldito Amor, película que realicé en 2014, le haya ido mal, porque sanó mi ego. He madurado mucho y no quiero pelear con nadie.

Me fui hace dos años de las redes sociales, porque las críticas me afectaban mucho y me peleaba con mucha gente. De hecho, creo que hoy Twitter me lo tomaría distinto, porque yo no estoy en contra de que la gente se manifieste, pero no me hacía bien ver los comentarios. Me deprimía leer los comentarios, era inevitable leerlos, por eso preferí no ser parte de eso y retirarme sin avisarle a nadie. Si me hubiese pasado hoy, que estoy más tranquilo, no habría cerrado la cuenta.

Me halaga que me comparen con Nicolás López. Antes, sí, yo insistía en aclarar que éramos diferentes, porque lo mío siempre ha ido mucho más por el lado de la actuación, no tanto de dirigir, entonces decía: no quiero ser el próximo Nicolás López, porque él es un productor y un director, pero hoy para mí es un honor. Ojalá en 10 años más poder estar en la mitad de lo que ha hecho él. Dudo, eso sí, que yo pueda hacerlo, porque no tengo las capacidades y hoy, que estoy zen, puedo decirlo.

Estuve dos años estudiando stand up en Los Ángeles. Hice un camino al revés: empecé haciendo películas, cuando lo coherente es que haya partido haciendo stand up comedy y de ahí pasar a hacer películas. Allá partí de súper abajo: con un minuto en el escenario y tomando ramos en un instituto en donde te enseñan todo; cómo se hace un chiste, el miedo a no fallar, te ponen a un coach que te enseña todo el tema. Hoy hago 10 minutos en inglés y para mí es un milagro, porque yo no hablaba inglés.

"No he hecho películas buenas, lo digo realistamente".

Algunos creen que soy cuico ¡y nada que ver! Mi papá es camionero, no estudió en la universidad, mi mamá tampoco. Si vivo en Vitacura es porque fue la decisión de mis padres. Ni siquiera tengo amigos cuicos. Ellos eligieron esa comuna para vivir. ¿Es un pecado eso? Yo no soy quién para decirles dónde tienen que vivir. Mis padres nunca fueron pudientes. Yo agradezco enormemente esa crianza que ellos me han dado, porque se han esforzado para tener lo que tienen.

Me arrepiento de no haber sido más normal en mi adolescencia y juventud. Estuve con psiquiatra, con psicólogo, por una ansiedad que estaba no solo en querer armar una carrera, sino que en todo. Me salté, por eso, muchos procesos que la gente normal tiene y que yo no tuve: nunca tuve una fiesta de graduación, nunca me interesó la PSU, nunca postulé a una universidad ni conocí gente ahí. Siempre me inventaba problemas. Estaba en medio de todo y pensaba ¿por qué hice esto y por qué estoy acá?

No he hecho películas buenas, lo digo realistamente. Eran o pretendían ser cómicas, pero no estuvieron en ningún festival. El único mérito de esas películas fue la ansiedad de hacerlas.

Me dan mucho miedo los ascensores. Cuando chico me quedé atrapado en uno con mi mamá. Ella, en vez de mostrar seguridad, se asustó. Apretamos la alarma y nadie hizo nada. Pensé que nos íbamos a morir. Llegaron los bomberos y nos sacaron. Desde ahí que no me gustan los ascensores y subo en escaleras todo, aunque sea en piso 20.

Me convertí en un ser pretencioso. Antes no me preocupaba en nada de mi físico, pero me di cuenta de que por salud era necesario hacerlo, porque cuando tenía 17 años tenía prediabetes. Bajé de peso y me saqué los anteojos, y cuando hice eso, me di cuenta de que tenía los ojos claros y que a algunas personas les gusta el color. Cuando adelgacé empecé a ver que no era tan terrible todo y que detrás de toda esa grasa había un ser humano.

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