Mariana Loyola: "Soy lo menos vendida que hay"
Tras cinco años alejada de las teleseries, Mariana Loyola volvió resignada y encantada por el equipo de Si yo fuera rico –que se estrena este lunes- de Mega. Durante ese tiempo, la actriz se guardó, se hizo cargo de los fantasmas que la persiguen desde la muerte de su madre, incluso inventó una empresa de mantequilla natural, y se politizó tan intensamente que más de una pelea le costó en redes sociales. "Si hay algo que yo respeto es mi libertad", advierte.
El ejercicio de definirse es una dimensión cotidiana de las personas. Pero describirse como "mujer de definiciones", como lo hace la actriz Mariana Loyola (42), cambia el esquema de la respuesta habitual. Ella, dice, siempre tiene una posición y aunque no esté tan convencida, la pelea como si fuera de vida o muerte. Se cree taxativa y meticulosa, aunque también medio metepatas, peleadora y muy política, todo lo que se ve cuando participa en las redes sociales.
La actriz tiene más de dos décadas de carrera y estuvo cinco años alejada de las teleseries. Y porque así lo quiso. Durante esa pausa armó una empresa de productos hechos de ghee -que se obtiene de la purificación de la mantequilla sin sal, y es muy bajo en grasas saturadas-, llamada Amma Ghee y se inscribió en familia en Revolución Democrática sólo para apoyar la candidatura de Beatriz Sánchez. "Soy súper frenteamplista", aclara.
Ahora cambió de idea respecto a las teleseries –porque siempre está dispuesta a hacerlo- y volvió a Mega para protagonizar Si yo fuera rico, que se estrena el lunes, pero aclara que no vuelve a quedarse para siempre, sino que a "un proyecto puntual". Sobre Twitter y demases, dice, no le ha llegado siquiera un reclamo del canal.
Loyola tiene picardía al mismo tiempo en que es brava. Por lo mismo, cada cierto tiempo hace arder Twitter. Hasta el profesor de castellano Jaime Campusano -cuenta- la bloqueó de la red social, y hace menos de un mes le llegaron cientos de mensajes –que ella define como "bots"- cuando le escribió a Cecilia Morel que su marido, el próximo presidente Sebastián Piñera, la había empujado en una actividad pública. No se aguantó tampoco de contestar cuando José Antonio Kast dijo que los condenados por violaciones a los derechos humanos estaban presos por venganza y no justicia: "A veces la libertad de expresión debiese ser penada por la ley", respondió ella recibiendo todo tipo de réplicas. Muchas apoyándola, pero otros no y hasta le sacaron en cara que fue rostro de la multitienda La Polar justo en el periodo en que detonó el caso de repactación unilateral de las deudas de alrededor de un millón de clientes en 2011.
¿Cómo enfrentas las críticas que generasen lsa redes sociales por tus comentarios?
Con humor. El remedio infalible. Si me lo tomara con verdad estaría super enojada yo creo. O estaría afectada, pero por suerte la mayoría de las respuestas son positivas y de apoyo. Y las que no, son muy agresivas, maleducadas y gratuitamente violentas. Me dicen "comunacha" y me tratan de poco tolerante, pero no soy así. No tengo ningún problema con debatir pero cuando ya me agarran a chuchadas, hasta ahí llega mi amistad.
El humor tiene un límite, ¿o no?
Sí. A mí me dicen que me forro siendo rostro de La Polar, pero hace seis años que no lo soy. Tampoco soy del Partido Comunista. Me parecen razonables, pero creo que en Chile no hay izquierda, porque es muy moderada y capitalista. A raíz de esa pelea quise hacer el resumen de lo que soy y lo que no soy. En Chile la gente facha -y no lo digo de manera despectiva- y muy de derecha, tiene una fijación sobre cómo he hecho mi carrera. Asumen que porque soy de izquierda debo ser pobre y cosas así. Y no soy tan terrible. Fíjate que si en Chile hubiera una derecha no ligada al pinochetismo, yo te juro que estaría muy dispuesta a escucharlos y a lo mejor a aceptar algunas de sus propuestas.
¿No te preocupa que tus peleas tengan consecuencias en tu vida profesional o personal?
No. Si hay algo que yo respeto es mi libertad. Siempre he sido opinante y creo que cuando uno opina con respeto no debiera joderte nadie. A mí nunca me han dicho nada como que no puedo hablar o algo así, y lo agradezco. Pasa que hay decisiones que he tomado no por el qué dirán. Desde que renuncié a La Polar me han ofrecido ser rostro de cuatro marcas importantes y dije que no a todas. Tiene que ver con un montón de cosas: la calidad de los contratos, la cantidad de lucas, de tiempo, de exposición y lo que está en juego.
¿Por qué crees que te pena tanto el caso La Polar?
La gente no olvida. Y eso no es malo, pero sí es absurdo. Ni Jorge Zabaleta, Fernanda Urrejola ni yo sabíamos que podía pasar algo así. No somos culpables por haber sido rostros. Nosotros renunciamos al día siguiente en que explotó el caso, y me acuerdo que me ofrecieron mucha plata para seguir. Cuando me dicen hoy que soy vendida, yo pienso en eso y en que soy lo menos vendida que hay.
¿Qué es ser "lo menos vendida que hay"?
Tratar de ser consecuente con las cosas que creo y que me definen, que no son la plata precisamente. Me voy más por lo humano. Por lo mismo volví a las teleseries: por el equipo. Si no fuera así, estaría haciendo publicidad además de la tele.
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Foto: Marcelo Segura[/caption]
Ser madre sin tener madre
Hace cinco años Mariana Loyola no hablaba de equipos, ni de las bondades de hacer teleseries como hoy. Estaba aburrida, agotada y le angustiaba saber que había grabado el capítulo 20 de cien más que venían. Entonces, se guardó, escogió pasar más tiempo con su hija de 15 años y con la de su marido Rodrigo Pardow, que tiene 18, dejó la televisión y eligió hacerse cargo de ella, los suyos y del vacío que dejó la muerte de su madre, cuando ella tenía 21 años, por una hipertensión pulmonar. El yoga, la maternidad, su empresa propia y el recuerdo de su progenitora son hoy los ejes de su vida.
¿Qué te espantó de las teleseries como para dejarlas por cinco años?
Cuando sentí que ya no me hacían bien, las dejé. Pensé: me aburrí, me estoy estancando, lo estoy pasando mal, me estoy aburriendo, me estoy angustiando y no me exijo nada. Se acabó. Los últimos trabajos me angustiaron porque no eran ningún desafío, y los dejé.
¿Y no te angustia más renunciar o tomar decisiones drásticas?
Si lo estoy pasando mal, no. Tampoco soy inestable, porque no dejo las cosas a medias, pero me aburro altiro. Soy super hiperactiva. A mí por eso me viene bien el tipo de trabajo de una película, porque dura un mes, dos meses y chao. Una serie lo que más puede durar son cuatro meses y listo. En el caso de las teleseries me pasó que hice como siete seguidas. Cuando iba en el capítulo 70 u 80 me parecía super aburrido. Hay gente que lo hace para siempre y le encanta, pero yo no podría.
¿Te asusta que te pase eso ahora con Si yo fuera rico?
Habrá que ver en su minuto. Yo no me vine a Mega como canal, me vine a hacer esta teleserie porque la escribe Rodrigo Cuevas, que hizo el guión de Los 80, porque está Daniel Muñoz, y porque hago un trabajo muy bueno con Zabaleta, que es mi amigo. Leí el primer capítulo y me encantó. Cuando releí la historia pensé que es un buen producto, algo cuidado, que se va a tratar con tiempo. Es una historia que tiene tres líneas paralelas, que no se cruzan, por lo tanto me parece innovadora. También me gustó el tema, que es sobre tres personas que se ganan un premio millonario.
¿Cómo llegaste al punto en que no te importa mucho lo que el resto opina de ti?
Siempre he sido igual. De chica. Soy insoportable yo creo. Era presidenta de curso de muy chica, en primero medio hice un paro en mi colegio. Era una latera, pero también súper activa.
¿Qué te hizo ser así de resuelta?
Que mi mamá se haya muerto me define en todo. Nosotros éramos una familia de tres hermanos, yo la de al medio, y mis papás. Cuando ella falleció me fui a un túnel. Los primeros años fui puro carrete y reventón, porque no cachaba nada de la vida. Tenía 21 años y estaba en la locura. Como a los dos años me vino un remezón. Y ahí aprendí a perdonarme por lo pendeja que fui, lo idiota, lo perdida que estaba, las cagadas que me mandé. No es excusa, pero yo no tenía una mamá que me dijera: "Ándate por aquí o ándate por allá". Estaba sola explorando el mundo.
¿Y qué vino después?
Un encuentro familiar. Recuperar a mis hermanos, a mi papá y volver a hablar con todos. Es un proceso super largo. Han pasado 20 años y es una herida que no cierra todavía. Es complejo.
Dices que esa muerte te ha definido en todo. ¿A qué te refieres?
A la soledad absoluta de no tener una mamá. Cuando tuve a mi hija fue súper difícil, y creo que por lo mismo sólo tuve una. Es difícil criar y no tener mamá. Mi carrera es muy intensa y de tiempos complejos, además. No digo que es imposible ser madre sin tener una madre, pero yo tengo amigas actrices que tienen tres hijos y no las quiero menospreciar para nada, pero tienen una mamá y una suegra -la mía vive lejos- que les cuidan a los niños, que están para contener y aconsejar respecto a ese y otros temas. Yo no lo tengo y me pesa mucho.
¿Por qué te pesa tanto?
Por varias cosas. Tú puedes llevarte pésimo con tu mamá y pelearte todos los días con ella, pero es la única que al final del día te va a perdonar siempre. Cuando mis amigas me cuentan que no soportan a las suyas, me apena, encuentro que tienen suerte de tenerlas. También me da pena que mis hijas no tengan abuelas. No tener mamá me define: soy muy abarcadora siempre, muy controladora, muy preocupada de todos. Estoy viendo que siempre esté todo bien, que todo funcione. Soy mamá, luego actriz y después activista. En ese orden.
Estuviste cinco años fuera de las teleseries, despotricaste contra ellas y ahora vuelves a hacer una. ¿Lo haces con la cola entre las piernas?
¡Imagínate si la gente no cambiara de opinión! Si fuera más cabra chica, sí, me sentiría así, pero ahí vuelvo a la muerte de mi mamá y el tener que sobrevivir en base a decisiones que me daba miedo tomar sola, pero que tuve que tomar igual. Con los años uno cambia. Sigo pensando que las teleseries son un desgaste, pero ya no me lleva la ola. Un día, después de mucha angustia, me aliviané con una decisión de vida que tomé: no haré más cosas que no me gusten, no haré cosas por un contrato que tenga que cumplir, no haré cosas que me hagan sentir mal. Dejé el miedo atrás y los fantasmas de nunca tener trabajo o cosas así.
¿Cómo hiciste para que se te pasara el miedo?
No me preguntes cómo. A lo mejor soy muy barsa o a lo mejor es porque tengo un tremendo ángel guardián y me refugio en eso –porque no creo en Dios, sólo en las energías humanas-, pero no me da miedo no hacer más televisión un rato y ya no me asusta no tener claro qué haré más adelante. Sólo le tengo miedo a una cosa: la muerte. Me da terror; me da pavor saber que voy a morir. Es algo que me paraliza y me carga incluso conversarlo. De hecho, ¿sabes qué? Mejor terminemos y no hablemos de eso.
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