Mario Irarrázabal: el sueño de su obra se completa
El 21 de agosto el escultor inaugura una gran restrospectiva en el Museo de Bellas Artes con 200 obras, las mismas que luego donará para instalar el Museo del hombre, el proyecto de su vida.
Por más de 10 años, Mario Irarrázabal (68) ha perseguido el mismo sueño: reunir en un solo lugar toda su obra. Primero fue cerca de su taller en Peñalolén, donde la Municipalidad le donó un terreno para emplazar sus esculturas al aire libre. El artista desistió cuando el lugar se llenó de casas cercadas con altos murallones. "La mística se perdió", dice. Luego, conversó con la Municipalidad de Vitacura, pero tampoco resultó, pues él quería un lugar sólo para su trabajo y ellos, uno que reuniera piezas de varios artistas.
Este año parece ser el decisivo para cumplir su anhelo. El primer paso será el 21 de agosto, cuando la sala Matta del Museo de Bellas Artes se inunde con una retrospectiva de 200 obras, las mismas que planea donar para formar el Museo del hombre, en el Parque San Borja, su proyecto definitivo. La Municipalidad de Santiago donó el terreno y el arquitecto Cristián Undurraga tiene listo los planos (ver recuadro). Sólo falta parte del financiamiento. "Federico Assler tiene un proyecto similar en el Cajón del Maipo y es hermoso. En un museo ves obras de varios, pero cada escultor tiene su mundo propio. Por eso quiero un lugar sólo para mi obra. La idea es que se sienta la fuerza del creador", dice el artista sobre el museo proyectado para 2010. Además, a fines de mes se lanzará un libro gráfico que recoge su trayectoria, además de un documental que emitirá por Canal 13 Cable.
Tanta actividad se enmarca dentro de su candidatura al premio nacional de Arte 2009. Irarrázabal precisa: "Tengo sentimientos encontrados y dudas sobre si ese es un buen sistema para premiar a alguien. Siempre es complicado escoger entre pares". Por lo mismo, el escultor prefiere concentrarse en la muestra Humano, que replica el espíritu de su taller. Allí conviven obras de corte político, junto a sus famosas manos. Amontonadas y sin orden cronológico, las piezas de bronce atestiguan 40 años de carrera. "Quiero mostrar todas las facetas del ser humano. Que se vea que mi obra se pasea por lo social, el amor y la guerra", comenta.
NO AL ARTE HERMETICO
Nacido en Santiago y formado en la Universidad de Notre Dame, EEUU, Irarrázabal se radicó en Alemania Occidental entre 1967 y 1968, donde estudió con el escultor Waldemar Otto. En medio de la Guerra Fría y el régimen comunista de Ulbricht, el artista pasa difíciles momentos. "Los misiles estaban a punto de explotar y las familias fueron separadas. Luego viví en Chile el golpe de Estado y me di cuenta de que las dictaduras son igual en todos lados, da lo mismo el color político". La experiencia lo llevó a crear sus piezas más oscuras: militares, figuras encerradas en prisiones espirituales y la serie Exodo (en la foto), sobre gente que intenta atravesar dificultades. De vuelta en Chile, a Irarrázabal se le atribuyó pertenecer a un célula del MIR. "Nunca fui de ningún grupo político", contesta él. "No me gusta. Creo que los artistas debemos ser más libres, ser testigos y no tener una mirada militante".
A fines de los 70, Irarrázabal se hará famoso con las esculturas de manos saliendo de la tierra que emplazó en Punta del Este, Madrid, Venecia y el desierto de Atacama. "Me encantan, porque la gente las disfruta", agrega. "Cumplen una función social. Me interesa poco el arte cuando se vuelve hermético, por eso tengo una especie de rebelión contra algunos textos de crítica, que son valiosos, pero elitistas".
Su única deuda es, quizás, con la docencia. "Hice clases en la U. Católica en los 70 y luego me propusieron enseñar en la Finis Terrae, pero me desilusioné. Sólo querían mi nombre. Eso fue doloroso y frustrante", concluye Irarrázabal en estos decisivos días para que sus sueños se hagan realidad.
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