El monstruo de Tagua Tagua y la historia de las noticias falsas
Un ensayo del historiador Robert Darnton acerca de las fake news revive el fenómeno de un monstruo chileno en el siglo XVIII
En la década de 1780, dos siglos antes de que la TV y los tabloides le sacaran brillo a los chupacabras, el Courier de l'Europe dedicó con éxito varios números a un monstruo de Sudamérica. El periódico francobritánico, el primero en publicar en francés la Declaración de Independencia de EEUU (1776), daba por cierta la aparición de una bestia de tres y más metros de alto, con barba y melena, cuernos de toro y alas de murciélago: con sus enormes garras captura a una vaca mientras enrolla a un cerdo con una de sus dos colas.
"Este monstruo ha sido hallado en el Reino de Santa Fé en el Perú, en la provincia de Chile, en el Lago de Fagua", se lee. "Fagua", aunque en otros números hablaba de "Tagua" (como "Tagua Tagua"). Salía por las noches a alimentarse de animales, hasta que fue reducido por un grupo de hombres que le tendió una trampa. Más tarde, el propio virrey habría supervisado su traslado a Honduras. Luego iría a La Habana, las Bermudas, las Azores y Cádiz, para llegar a los aposentos de la Familia Real.
"Lo interesante es que aun después de la Edad de la Razón este tipo de imágenes persiste", comenta el académico chileno Roberto Castillo. "La divulgación científica no es suficiente para derrotar el poder de la imaginación mitológica ni el deseo de creer en monstruos, pues la ciencia no agota los límites de lo verosímil", agrega.
El historiador estadounidense Robert Darnton, que rescató este caso en Mesmerism and the end of the Enlightenment in France (1968), anotaba que en tiempos en que la gente creía en el magnetismo animal, la ciencia se había divorciado de la teología pero no de la ficción. La ciencia era tan popular para 1780, "que casi borró la línea (nunca muy clara hasta el siglo XIX) que la separaba de la seudociencia". Hoy Darnton resucita el caso a propósito de un tema candente: las noticias falsas.
Publicada en The New York Review of Books, The true history of fake news es una reflexión al calor de los tiempos. Plantea que el reciente brote de noticias falsas y "hechos alternativos", como la masacre en Kentucky difundida por una colaboradora de Donald Trump, ya ha asegurado su lugar en la historia de la desinformación.
Darnton habla de los canards franceses, que en el siglo XVII ganaron popularidad con historias que podían o no ser ciertas, generalmente no lo eran, como la del monstruo de Tagua Tagua. Y recuerda el rol que hasta hoy cumple Le Canard Enchainé (cuyo título enfatiza que es lo contrario de noticias falsas), que tiene en las cuerdas al candidato presidencial y ex ministro François Fillon. El acusado denuncia una maquinación. Y dice que se trata de una falsedad. De un canard.
Otro tanto ocurrió en Gran Bretaña. En 1788, las historias se contaban en un solo párrafo. Los paragraph men recogían chismes, garabateaban frases y se las entregaban a los editores -impresores, que frecuentemente los insertaban en la siguiente columna disponible. "Algunos paragraph men recibían un pago; algunos se contentaban con manipular la opinión pública a favor o en contra de una figura, de una obra o de un libro".
La circulación de rumores mendaces, por otro lado, muchos de ellos en canciones y poemas no más largos que los actuales tweets, llevaron en 1749 a la caída del ministerio del Conde de Maurepas y a la transformación del panorama político. Y la historia de falsedades siguió adelante con relativo éxito, observa Darnton, desde los amores atribuidos a María Antonieta a las fake news respecto de Hillary Clinton. El papel y la pantalla seguirán aguantándolo todo.
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