Nuestro nuevo patio

Picnic. Cumpleaños. Tai-chi. Yoga. Running. Títeres. Lectura. Asados. Eso es lo que estamos haciendo en las plazas y parques. Porque ya no son parte del paisaje, sino lugares de los que nos apropiamos en masa.




SÁBADO, 18 horas. Plaza Las Lilas, en Providencia. "No se rían, no se rían", dice Enrique con evidente enojo. Pero Beto, su amigo de Plaza Sésamo, 36 niños y más de 40 papás no le hacen caso y sueltan carcajadas por su caída libre. En una esquina de esa plaza, Giancarlo Landó, actor y titiritero, entretiene a la concurrencia esparcida en el pasto en una cálida tarde. Minutos después, sacará del baúl de los títeres a otros personajes clásicos, como Súper Ratón y el gallo Claudio. Entonces, los papás serán los primeros en reconocerlos y en pegarse con la historia ante la sorpresa de sus propios hijos, que desconocen a estos personajes, pero que terminarán entretenidos.

En otra parte de la plaza, más cerca de la calle Marcel Duhaut, los niños más chicos esperan que sus papás les echen vuelo en los columpios. Otros adultos prefieren sólo mirar sentados en las bancas cómo sus hijos se tiran por el resbalín, luego de pasar por la Gelatería La Menestra, que está a la vuelta. Al organillero, que es asiduo en esta plaza, este día le ha ido mejor con las burbujas que con las pelotas de plástico. Cruzando la calle Eleodoro Yáñez, la otra parte de la plaza se divide en minicanchas de fútbol y algunos picnic. Y perros, muchos perros. Esta tarde no hubo cumpleaños, como la semana anterior.

Esto es lo que se respira en la plaza: vida. En un montón de plazas pasa lo mismo. Y lo que da vida son vecinos que hacen actividades bien diversas. Cumpleaños. Picnic. Títeres. Gimnasia. Yoga. Running. Lectura. Asados. Tai-chi. Es lo que estamos haciendo en las plazas y parques, que desde hace aproximadamente tres años dejaron de ser parte de un paisaje para admirar y pasaron paulatinamente a convertirse en lugares para aprovechar. Es cosa de levantar la vista cuando pasa por una.

Si lo hace, verá a muchos jóvenes y adultos con sus hijos o mascotas que seguramente viven en los departamentos de los alrededores -algunos con escaso metraje- y bajan a la plaza como antes ocupaban el jardín de la casa de sus papás. "Muchos de estos nuevos usuarios que viven en departamentos hacen de los parques su patio. Y como son generaciones más desinhibidas y empoderadas no tienen ningún problema en ejercer este derecho ciudadano. Entonces, si antes los lugares públicos no le pertenecían a nadie, hoy sentimos que son de todos", comenta Albert Tidy, decano de la Facultad de Arquitectura de la U. San Sebastián.

El último Censo muestra que la población que vive en departamentos aumentó hasta un 15,3% (casi tres puntos porcentuales en 10 años). Y hay en comunas donde esta realidad es mayoritaria: el 68% de los habitantes de Providencia vive en departamentos. En Las Condes, el 54%. En Santiago centro, el 55%. Y comunas como Providencia y Santiago, además, vivieron un cambio demográfico: de gente mayor pasaron a tener habitantes jóvenes y más niños que, tal como dice Tidy, se toman los parques.

Es domingo, 14 horas. El olor a asado es reconocible casi desde la puerta de entrada del Parque Intercomunal. De hecho, los 100 quinchos se hicieron pocos y lo que se ve desde hace unos dos años es que ahora cada familia traslada su propio patio al parque: llevan la parrilla, mantas, mesas, sillas de playa, quitasoles y hasta nana. Por eso, además, se están trasladando con su asado móvil a los sectores cercanos a la laguna.

Pero el Intercomunal tiene mucho más que los clásicos quinchos. Justo en el centro del parque, bajo la sombra de un enorme árbol, un grupo de 20 personas practica Tai-chi con un maestro que los guía. Tienen entre 15 años y algo más de 50. Pese al alboroto de los alrededores, están concentrados en lo suyo. Y de a poco se acerca gente a mirar. Más tarde, le preguntarán a Teresa Lee, la encargada, qué tienen que hacer para participar. Ella explica que les sienta bien la naturaleza y el aire libre. Y por eso se instalaron ahí cada sábado desde hace dos meses. No son los únicos que buscan espacios abiertos.

Santiago Puga (29), profesor de Educación Física, cuenta que sus propios alumnos le pidieron entrenarse al aire libre. Entonces, con colchonetas, conos y vallas les arma un circuito donde trabajan fuerza, resistencia y coordinación cada martes, jueves y viernes por la tarde en la plaza Río de Janeiro, en Providencia. "Hemos perdido el pudor a que nos vean ejercitándonos y transpirando para vernos bien", dice Puga. Lo mismo piensa Rodrigo Berner, instructor de Krav Maga y cirujano de profesión, que unos metros más allá enseña este sistema de defensa personal. "Hoy es bien visto hacerlo en la plaza. Antes te podían molestar con 'ridículo o ridículos'", dice rememorando a los físicoculturistas, personajes del programa MedioMundo.

Es que hoy necesitamos espacios al aire libre porque estamos estresados, apretados y porque el estilo saludable y deportivo, si no nos nace, se nos pega. Porque como dice Puga, perdimos el pudor: pasamos de hacer máquinas medio escondidos en un gimnasio a mostrarle al vecindario lo runner que estamos con toda la tecnología de punta a cuestas. "Es que al chileno le gusta mirar cómo pasea por la plaza el chileno", dice Carolina Briones, arquitecto y académica U. Diego Portales.

Es verdad. Y no sólo a los otros chilenos, sino también a los de afuera. Por eso podemos convertir cualquier plaza en nuestro "little Central Park" y ahí tomar sol, celebrar cumpleaños o hacer picnic. Lo que no nos gusta es que nos mire el vecino con el que nos topamos en el ascensor el lunes en la mañana. Por eso preferimos la plaza, donde nadie nos conoce, a usar el quincho del edificio: sólo el 20% de los copropietarios de departamentos utiliza esos espacios comunes.

¿Nos estamos pareciendo a los neoyorquinos o europeos en el uso de las plazas? "Pienso que para allá vamos", responde Tidy. Es que la plaza hoy ofrece una gama de actividades a las que no estábamos acostumbrados. Barcos a motor en el Bicentenario y Bustamante. Gimnasia, yoga y Tai-chi en distintas comunas. Libros gratis en Providencia. Es decir, cultura y deporte. Y a costo cero. "Son actividades que salen de nuestra rutina y por las que antes pagábamos. Y ahora las estamos haciendo gratis. En eso sí nos estamos pareciendo a los europeos, donde los museos se llenan porque son gratis y las bibliotecas infantiles están repletas los días de frío", agrega Carolina Briones.

Y con todo lo que hoy hacemos se va reconfigurando la idea de la plaza: de un lugar solitario y tranquilo, ahora es de actividad y de encuentro, comenta Gonzalo Tapia, sociólogo y socio director de Ekhos. Allá vamos a encontrarnos con gente.

Un recorrido por el Parque Bicentenario corrobora la idea.

Es sábado, 11:30 de la mañana. El Bicentenario está lleno. Una primera mirada permite divisar a un grupo de niños corriendo alrededor de los patos de cuello negro y flamencos. A un costado, cuando comienza el pasto, un puñado de estudiantes de arquitectura dibuja en sus croqueras el parque desde diferentes perspectivas. Frente a ellos, un grupo de 15 hombres llaman la atención con sus rugidos mientras practican rugby. Y alrededor de los rugbistas, hay un grupo de scouts, del Saint George. El colegio está cerca y es primera vez que realizan sus actividades en el parque, algo que pretenden mantener durante el verano. Decorando los alrededores y en busca de sombra, se instalan unas 20 familias haciendo un picnic antes del almuerzo. Cada familia o grupo de amigos llega con sus hijos chicos, que suman sus bicicletas, patines y juegos. Entre todos ellos están, obvio, los runners que pasan y esquivan a toda la muchedumbre.

También en el pasto hay un grupo de 16 mamás que acompañan a 20 niñas de tercero básico de las Monjas Inglesas. Están a pies pelados sobre siete mantas esparcidas en el pasto, toman jugo natural de piña que llevó una de ellas y se ponen de acuerdo para el concierto de Violetta, que será en un par de horas más. El paseo se repetirá al menos una vez antes de fin de año. "Ya no hay que llevarlas a un lugar donde las mamás tengamos que esperarlas por ahí paradas", dice Paula Aguirre (40), una de las mamás.

En otro lugar del parque, Santiago Barba (36), español radicado en Chile hace tres años, improvisó un picnic comprando snacks junto a su mujer y tres amigas de ella. "Para nosotros es algo natural juntarnos en las plazas. En España también lo hacíamos siempre", cuenta.

Y así, suman y siguen. En plazas y parques de todas las comunas. Está de moda.

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