Pasado a pito
La cannabis dejó de ser tabú. Los cuetes y porros ahora son llamados hierba o weed y están más presentes en la conversación y en el carrete de los chilenos. Hoy existe mayor apoyo a la despenalización y se expandió el mercado para el autocultivo. Sin embargo, no todos están contentos con este panorama.
A comienzos de año, en medio de la fiesta Diversinap, que se realizaba en uno de los patios de la Universidad de Chile, una voz interrumpió a los cerca de 150 jóvenes que bailaban: “Necesito que dejen de fumar pitos. Los vecinos están reclamando por el olor y los pacos están afuera”, se escuchó a través de los parlantes por los que inmediatamente se restableció el reguetón. Los fumadores hicieron caso, pero sólo por un rato y una hora después el lugar estaba pasado a pito. O a -dependiendo de su gusto y generación- cuete, porro, caño, perno, fumones, mota, marihuelta, bless, hierba e incluso weed, tal como le dicen algunos jóvenes con pretensiones de millennial gringo.
La marihuana se siente en Chile. Según el último Estudio Nacional de Drogas en Población General del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda), uno de cada 10 chilenos consumió marihuana en el último año. Más llamativo que la cifra es que quienes usan esta sustancia lo hacen con más naturalidad que antes y fuman en fiestas, afuera de un bar, en una plaza y sobre todo en su casa. “La gente cuenta de manera espontánea que fuma mientras cocina, mientras ve una serie, en la casa o en un carrete”, dice Bernardita (29), quien pese a eso prefiere mantener su nombre completo en reserva. Según ella, sus amigos consumen más marihuana que tabaco.
“Dejó de ser un tabú”, dice con nombre, apellido y propiedad Paz Huneeus (71), quien usa la droga hace 50 años. “Yo no conozco a casi nadie que no fume. Y a los que no lo hacen, no les importa que el resto lo haga”, dice Hunneeus, quien fue pareja del fotógrafo Sergio Larraín y trabajó para ONU en Estados Unidos.
Muchos jóvenes y no tan jóvenes, universitarios y profesionales, entrevistados coinciden y cuentan que en sus círculos el consumo es al menos tolerado. Junto con eso, una serie de personajes públicos como los parlamentarios Fulvio Rossi (PS) y Felipe de Mussy (UDI), el concejal Jaime Parada, el cientista político Cristóbal Bellolio o el actor Diego Muñoz, han reconocido en algún medio de comunicación que han consumido marihuana.Sin ir más lejos, este mismo diario que usted está leyendo incluye en su campaña “el Chile que somos” una foto de un hombre muy compuesto fumando marihuana junto con el dato del estudio Chile 3D realizado en 2015 por GFK Adimark, que dice que el 51 por ciento de la población está a favor de la legalización de esta sustancia. Dentro de ese porcentaje está el ministro de la Corte Suprema, Lamberto Cisternas. El integrante del Poder Judicial dijo la semana pasada ante la comisión de Salud de la Cámara que está a favor de permitir el autocultivo, eso sí con límites y parámetros claros de tal modo que sea para consumo personal. “Me parece que hay un criterio moralista utilizado en esta legislación, sin fijarse en cuestiones de carácter práctico. Muchas veces la persona es sorprendida con 0,1 gramos y hay que movilizar todo el aparato estatal para que en definitiva terminemos condenando a una persona por esa mínima cantidad” (ver entrevista en recuadro).
Una plataforma importante que han encontrado quienes creen en la despenalización es la revista Cáñamo, dedicada a la cultura de la cannabis, que se publica hace 11 años en Chile y ha tenido portadas famosas -y a veces polémicas- con Marco Enríquez-Ominami pidiendo que la cannabis salga del listado de drogas duras, Juan Antonio Gómez y Ricardo Lagos Weber hablando sobre el autocultivo responsable, o su padre ex presidente, quien admitió que es partidario de su legalización pero que cree que el Estado debería ser el único que pueda venderla.
“Desde el primer número y la primera marcha hemos planteamos que debe existir un uso medicinal. Pero para nosotros, desde el punto de vista político, la causa siempre ha sido más amplia. A mí me da lo mismo si la usas para ver a Dios o para ver Los Simpsons, yo prefiero ver Los Simpsons, pero tiene que haber una igualdad de condiciones”, dice su editor, Claudio Venegas. Él y su equipo están desde 2011 detrás del festival anual ExpoWeed, dedicado al mundo de la hierba, que dura tres días y que el año pasado, según Venegas, congregó a más de 20 mil personas.
A la par con eso, el estudio Drogas y Legalización de la Marihuana 2014 del Injuv, que se realizó entre jóvenes de entre 15 a 29 años, mostró que este segmento no le tiene mucho respeto a sus efectos: sobre el 90 por ciento de los consultados considera “muy dañinas” la cocaína y la pasta base, el 83 por ciento piensa lo mismo del tabaco y el 60 por ciento, del alcohol, mientras que sólo un tercio opina eso de la marihuana. En el otro extremo, el 38 por ciento piensa que es “poco y nada dañina”.
Fumarla en papelillo sigue siendo lo más común, pero actualmente también se utilizan pipas, vaporizadores y bongs (pipas de agua). En internet abundan los videos que muestran cómo transformar una manzana o un plátano y otros varios objetos en una pipa, pero los más prácticos pueden encontrar casi todo lo que necesitan fácilmente en el mercado.
La era del cultivo
- Hola. Quiero comprar semillas para tener mi planta de marihuana en mi casa.
-¿Es para plantar en indoor?
- Sí.
- Tengo sativa, índica o híbrida...
- ¿Cuál es la diferencia?
- Una tiene sensaciones eufóricas, con sabor más dulce o para relajarse. Todas tienen diferentes efectos.
- ¿Cuánto cuesta?
-La más barata, cuatro mil.
Así de fácil es comprar semillas de marihuana en una tienda especializada o growshop, los que están ubicados preferentemente en Providencia, Santiago Centro y algunos lugares de Ñuñoa. En ellos hay implementos para instalar un invernadero casero (o indoor), pipas, papelillos, vaporizadores, entre otros, y por supuesto, una gran variedad de semillas. Según datos de los organizadores de ExpoWeed, existen más de 330 growshops inscritos en Chile, sin contar pequeños locales, emprendimientos o puestos ocasionales en los que se pueden encontrar artículos para el consumo.
Los growshops aparecieron hace 12 años en Chile y coincidieron con las primeras marchas a favor de la despenalización de la droga, las que se realizan cada año en mayo. Según explica el editor de Cáñamo, al principio ocupaban espacios pequeños, poco visibles y ofrecían sólo lo más básico. Hoy están a la vista y hay hasta cadenas como Psicoativos, que tiene 15 locales en distintas ciudades del país. También existía el comercio vía internet, tal como el que realizaba Ángelo Bragazzi, quien vendía semillas de marihuana en línea y que en 2006 fue llevado a juicio por “supuesta venta de materia prima y de incentivar el consumo”. Pero Bragazzi quedó libre de todo cargo, puesto que la Ley 20.000, con las diferentes penas para el cultivo y tráfico de sustancias ilícitas, no penaliza la venta de semillas: “Es permitido vender las de cannabis dado que se excluyen las flores (cogollos), resina u hojas de la planta de cannabis en la Convención Única de 1961 de las Naciones Unidas sobre Estupefacientes, ratificada en Chile”, cuenta Diego Trujillo del Growshop Delaferia. Lo confirma el coronel Diego Olate, jefe del Departamento de Drogas del OS7 de Carabineros: “¿Si es legal comprar semillas pero es ilegal tener una planta? Sí. Aunque suene ilógico, así es. Está así la ley”.
La Ley 20.000 sanciona a quienes produzcan, fabriquen o extraigan sustancias ilícitas y criminaliza a los que posean equipos para fabricar drogas. Con respecto a la marihuana, dice que si una persona planta, cultiva o cosecha cannabis sin autorización del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) se arriesga a multas que van desde las 40 a las 400 UTM y a recibir penas de cárcel, que pueden ir desde los tres a los 20 años. El vacío de la ley que resulta más interpretable es que esto podría apelarse si se puede certificar que la cantidad que se posee es “para consumo personal, exclusivo y próximo en el tiempo”, lo que implica –en especial si es para uso medicinal– que si alguien acredita que tiene marihuana sólo para consumo propio y no concertado, puede no constituir delito. Sin embargo, el sólo hecho de compartir o regalar ya es considerado microtráfico.
Lo que se saca en limpio de la situación es que de todos modos hay más opciones para tener marihuana, tal como lo sugiere la encuesta del 2013, realizada por Senda, que reveló que en 2012, un 23 por ciento de los adolescentes había recibido una oferta de marihuana, un incremento significativo con respecto a 2010 cuando esa cifra era de un 14 por ciento.
El coronel Olate explica que su lucha es contra los traficantes, incluidos los que transan pequeñas cantidades, quienes en el último tiempo han aumentado. “Tenemos más microtraficantes detenidos y puestos a disposición de tribunales, ya que la marihuana es la droga más incautada por Carabineros”, dice y agrega que a la par con eso, también ha crecido el número de plantaciones caseras destinadas a la venta a pequeña escala, y que en 2014 incautaron 78 mil plantas que no eran para el consumo personal.
¿Qué pasa si alguien es sorprendido fumando en la calle? El procedimiento corresponde al de una falta y, ejemplifica Olate, es como cursar un infracción de tránsito, por lo que la persona queda citada al tribunal. “¿Qué hace la Fiscalía después con eso? Lo más probable es que lo archive”, agrega.
Que corra
Antonia (23) es estudiante universitaria y vende marihuana entre sus amigos. “Podría haber trabajado, pero esto era plata fácil”, dice. Ella, junto a dos amigos, le compró a un conocido 20 gramos en 100 mil pesos. “Era una buena oportunidad en comparación al mercado”, dice, porque el valor del gramo -que alcanza para dos o tres cigarros- bordea los 10 mil pesos. Antes de ir a retirarla, Antonia ya había comprometido casi toda “la mano” y lo que no vendió por anticipado le duró menos de un día. “No me costó nada porque todos mis amigos fuman y además yo hice una buena oferta: tres gramos en 20 lucas”.
En el OS7 advierten que están alerta a lo que ocurre en las redes sociales, pues los jóvenes ofrecen y solicitan marihuana a través de ellas. “Antes ibas a comprar a una plaza o lugar determinado de la ciudad, ahora no es necesario. Te pones de acuerdo por internet y te juntas en una estación de Metro”, reconoce el coronel Olate. Y a veces lo hacen sin ningún tipo de precaución: la semana pasada, el OS7 detuvo a una mujer que vendía las plantas de marihuana que tenía en su casa a través del portal Yapo.cl. Para fiscalizar un domicilio, eso sí, se necesita una orden judicial. No es que un carabinero vea una planta en el balcón de un departamento y se lleve detenido al dueño de casa. Para ingresar debe tener autorización de la Fiscalía.
Por eso, Paz (24) está tranquila. Ella tiene en el baño unas plantas que le regaló un amigo para su consumo personal y para compartir. Cuando las plantas crecen expelen un olor bastante fuerte y en eso estaban las suyas cuando un sábado muy temprano en la mañana le golpearon la puerta. No eran los carabineros, sino su vecina. ‘‘¿Sabes que está pasado a marihuana? ¿Puedo entrar para ver si eres tú?’”, le dijo y ella no la dejó. Dos días después volvió: “Pregunté en todos los departamentos del edificio y me dijeron que eras tú la del olor. Voy a poner un reclamo en conserjería”. Sebastián Ruiz, gerente general del Colegio de Gestión y Administración Inmobiliaria, dice que este tipo de reclamos son cada vez más frecuentes en los edificios, y que incluso le ocurrió en el suyo. “Hay gente que sale y fuma en su balcón como si nada. Es un tema complicado, ¿qué haces si hay niños en el departamento de al lado, por ejemplo?”, dice y agrega que es algo que se está empezando a discutir en las juntas de administración y que si las comunidades así lo acuerdan, podría consignarse en los reglamentos de convivencia, tal como ha ocurrido con la tenencia de mascotas. Pero, advierte Ruiz, hay que ver caso a caso y entender matices: “Es distinta la gente que consume para aliviar el dolor de una enfermedad terminal, que quien cultiva en su departamento (para traficar) con otros fines no terapéuticos”.
Elite verde
El primero de enero de 2014, el estado de Colorado en Estados Unidos se convirtió en el primero en legalizar la marihuana. De eso ya van dos años y no mucho ha cambiado: según las autoridades la tasa de accidentes de tránsito se ha mantenido, el crimen ha bajado en las áreas metropolitanas y según el Departamento de Salud y Medio Ambiente de Colorado, el consumo entre los jóvenes durante 2015 descendió de un 25 a un 21 por ciento. Además de Colorado, los estados de Alaska, Oregon y Washington legalizaron su uso y hay otros que están dando pasos en esa misma dirección. “Al haber más información, una normalización, bajan los consumos juveniles. Incluso se educa en los mismos consumos”, dice Ana María Gazmuri, directora ejecutiva de la Fundación DAYA, institución que promueve el uso medicinal de la cannabis. La organización atiende a más de siete mil pacientes y ha conseguido permisos para cultivar legalmente con fines terapéuticos. En marzo de este año cosechó más de seis mil plantas para fabricar aceites para tratar enfermedades oncológicas, epilepsias refractarias y dolores crónicos, la mayor cosecha de marihuana medicinal que se ha hecho en Latinoamérica. “La cannabis ha tenido muchos años de estigmatización. Todos crecimos en una cultura con un montón de afirmaciones y que la ciencia hoy nos demuestra que eran falsas”, señala Gazmuri.
El director del Senda, Mariano Montenegro, uno de los organismos encargados de elaborar las políticas de prevención del consumo de drogas y alcohol, así como de tratamiento, rehabilitación e integración social de las personas afectadas por éstas, no está de acuerdo y ve con mucha sospecha esta suerte de liberalización que hay en torno a la marihuana. Montenegro es conocido porque fue parte de la propuesta para que esta sustancia fuera considerada entre las drogas duras y asegura que el enfoque de salud pública sobre la marihuana en Chile dista mucho de ser penalista. “En el 85 por ciento del planeta es un delito consumir, como Rusia, China, India o países árabes. Y en muchos es sancionado con pena de muerte. Una cosa impresionante”, dice.
Montenegro asegura que ya no se utiliza el concepto de que la marihuana es la “puerta de entrada”, pero insiste en que “uno casi no encuentra gente consumiendo cocaína, heroína o pasta base, sin que antes se haya iniciado con alcohol, tabaco y marihuana”. Sobre ese punto, Francisca Florenzano, su antecesora en la dirección de Senda, explica que la cannabis no es una droga inocua y que su uso siempre involucrará un cierto nivel de riesgo para la salud de las personas que la consumen, pudiendo provocar dependencia física y síquica. Sin embargo, tiene la convicción de que sólo un porcentaje menor de quienes la han probado desarrolla un consumo problemático o escala al consumo de drogas más complejas.
Para Montenegro, el discurso pro marihuana que dice “déjenme consumir y no me molesten” es minoritario y de una élite. El problema real de consumo se concentra en los estratos más pobres: “Fuimos a las juntas de vecinos a conversar con la gente común y corriente. Ellos sufren con esto. Están muy preocupados, quieren las drogas y el alcohol lejos de sus seres queridos”, dice y apunta a la responsabilidad de la administración anterior, que no puso suficiente énfasis en la prevención y debilitó algunos programas. ¿Resultado? Según los datos del Senda, el consumo de marihuana en escolares aumentó de 15 a 30 por ciento entre los años 2009 y 2013. “Nuestra gran apuesta es que los niños y adolescentes no se inicien en nada”, dice.
Lamberto Cisternas, ministro de la Corte Suprema
“Se debería permitir el consumo en pequeñas cantidades”
El pasado 12 de julio, el ministro fue invitado a participar en la comisión de Salud de la Cámara que discute modificar la Ley 20.000 para legalizar el autocultivo de cannabis para el consumo privado.
¿Cuál es su opinión general sobre la marihuana?
Se debería legalizar su cultivo para usos medicinales y permitir el consumo en pequeñas cantidades. Además, debería existir un sistema que permita controlar exactamente cuándo estamos en presencia de un consumo y cuándo no.
¿Qué le parece que eso quede en el terreno de la interpretación?
No me parece mal porque no le tengo miedo a la actuación de los jueces, que son los que interpretan frente al caso concreto. Ellos están bastante acostumbrados a eso. La tarea de interpretación es compleja porque va caso por caso. Si hoy usted está sometido a una situación y en un año más un amigo también está en lo mismo, a lo mejor la decisión es diferente porque la interpretación es dinámica. Suena hacia el exterior como si fuera algo totalmente injusto porque quizás cada uno recibió una sanción distinta. Pero ya está claro que cuando uno establece normas tan categóricas, después se escapan de las manos.
¿Se repiten mucho los casos de personas que llegan a tribunales por portar pequeñas cantidades?
Sí, son muchísimos en los que portan menos de cinco gramos. El Estado en general pierde mucho tiempo con eso.
¿Qué debería ocurrir en esos casos?
Tenemos que tomar decisiones y asumirlas. Si digo, por ejemplo, menos de cinco gramos es consumo, tenemos que tener claro que no podemos reclamar en contra porque ya lo asumimos como una decisión. Eso pasa siempre en la sociedad, decimos una cosa y después reclaman. Necesitamos una mirada mucho más integral y no la tenemos.
¿Por qué?
Porque no hemos reflexionado lo suficiente como Estado.
¿Cree que la ley es fácil de entender para un ciudadano común?
Sí. La encuentro bastante clara, sin perjuicio de que ahí está la sanción de consumo para mínimas cantidades y eso habría que redefinir si se mantiene o no o ponerle un límite.
Usted dice que es clara, pero actualmente es legal comprar semillas pero no es legal tener una planta. ¿Le parece claro eso?
No, eso no es claro. Es claro que eso no es claro.
¿Usted fuma marihuana?
No. Sí tengo contacto con personas que utilizan la marihuana de forma medicinal.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.