Quiebra de Salo revela cómo han cambiado los juegos de los niños
La era digital y el acceso a la tecnología parecen haber sido los encargados de sepultar a esta actividad típica en Chile.
"La sensación de abrir el sobre con láminas era lo mejor", cuenta con nostalgia Alejandro Goldsack (27), quien tiene más de 14 de los álbumes de fútbol en el cuerpo y es uno de los tantos viudos de la reciente quiebra de Salo, empresa que por casi 50 años alimentó una de las principales formas de entretención de los niños chilenos: los álbumes temáticos.
Su cierre definitivo dejó de manifiesto una realidad innegable: los niños de ahora, ya no se divierten como hace 20 o 30 años. Para otras generaciones los álbumes eran el único puente que existía para conectarse con sus pares o saber de los temas que más les preocupaban. Hoy las redes sociales e internet tomaron ese lugar.
IDENTIDAD EN SOBRES
La pérdida de esa cultura social sostenida por los álbumes es lo que más extrañará el coleccionista Cristián Valderrama (31). "Recreo a recreo juntaba las láminas que me faltaban. Pero me las tenía que ganar con los típicos juegos con la mano. Si querías completar el álbum tenías que esforzarte". Obtener las más codiciadas o "claves", en la jerga de los fanáticos, era ciencia aparte. "Una vez cambié 200 por la última que me faltaba. Todo por completar el álbum de Basuritas".
Para las niñas, la cosa era distinta. María Fernanda Quiroz (25) coleccionó álbumes desde los cuatro años. Mientras veía a sus compañeros peleándose las láminas de Robotech, He-Man o el mundial de fútbol, ellas eran más diplomáticas. "En vez de jugarlas, las intercambiábamos entre las compañeras. No había para qué pelear". Incluso el uso que le daban a las láminas repetidas era diferente: ellos las usaban como monedas de cambio, mientras que María Fernanda las aprovechaba para adornar cuadernos y diarios de vida. "En esa época era la única forma de obtener imágenes o información exclusiva de las cosas que nos gustaban", señala. Hoy internet facilita el acceso a todo ese tipo de imágenes, antes reservadas para las imprentas.
Los expertos creen que justamente este último elemento es uno de los principales responsables del cambio de mentalidad de los niños. El sicólogo de la U. Central, Edmundo Campusano, dice que los chicos de hoy requieren de una interacción más digital, lo que ha generado profundos cambios culturales. "Ya no ves niños jugando en las calles. Ahora hay una cultura más de pieza. Los juegos hoy son más cognitivos, más virtuales que físicos".
Por eso, el camino lógico es que los álbumes se conviertan en artículos de culto. O en negocio. De hecho, en Mercado Libre, ya hay más de 270 avisos de personas que venden sus colecciones. Ninguno de los entrevistados, sin embargo, lo tiene pensado.
Pero no sólo de álbumes vivió Salo. Cuando el entusiasmo por éstos iba a la baja, en el año 2000, la editorial lanzó lo que se convertiría en su último gran producto: un juego de cartas intercambiables similar al popular Magic, llamado Mitos y Leyendas. Fue el primero en su tipo en Latinoamérica y fue creado íntegramente en territorio chileno.
Javier Rivera (26) compatibilizó sus estudios de Derecho en la U. de Chile para unirse al proyecto que llegó a generar más de 30 ediciones distintas y 6 mil cartas diferentes. "En el último tiempo se convirtió en el pilar de la compañía. Durante 2008 vendió más que cualquier otro producto de Salo", señala. Pero los problemas económicos obligaron a reducir la inversión. "Se dejaron de financiar torneos y encuentros para fanáticos", dice.
Uno de ellos era Roberto Moreno (22), quien hace 10 años comenzó jugando con un mazo compartido entre tres amigos. Hoy, ve con nostalgia el cierre de la empresa que lo acompañó en torneos que reunían a más de 700 personas. Tanto para Javier como Roberto el futuro es incierto. Mientras el primero piensa en cómo ordenar su propia vida tras la quiebra de la firma, el fanático dice que el juego no ha muerto y que muchos, como él, comenzarán a buscar cartas para completar las ediciones. Como si fuera un álbum.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.