Rector de la UDP: "Uno aprende a pensar por sí mismo leyendo a otros"
Destacado columnista y académico, acaba de publicar el libro Ideas de perfil. Retratos de filósofos, poetas y políticos, donde aborda desde Ortega a iek.
Son dos amplias oficinas abarrotadas de libros las que conforman su lugar de trabajo. Una, aparentemente dispuesta para reuniones, tiene perfectamente ordenados cada uno de los estantes. La segunda es menos ordenada -hay más de 100 libros en una mesa de centro y en otros muebles-, aunque pareciera responder a un orden secreto que sólo Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales, puede descifrar. Un escritorio ancho, un computador portátil y dos cómodos sillones completan el espacio. Ahí es donde lee y escribe, desde donde piensa la actualidad y desde donde también perfiló las vidas de poetas, filósofos, teóricos políticos y economistas que componen su nuevo libro, Ideas de perfil (Hueders).
Utilizando el género del perfil para iluminar los claroscuros de las vidas y obras analizadas, Peña se presenta a los lectores en este nuevo libro como lector riguroso e incisivo, definiciones que han caracterizado su rol como docente y columnista de opinión no exento de polémicas.
¿La elite política chilena lee?
Creo que la elite política lee. Debe leer cifras, absolutamente, pero está muy desconectada de los debates que subyacen en la cultura de su tiempo. Si tuvieran más interés en estos problemas, tendríamos una élite más dialogante y más efectista en el corto plazo. Tendría además mayor responsabilidad, mayor ironía y distancia consigo misma, en la medida que presume a veces tener un aura que no posee. Ser culto o más bien, esforzarse por dialogar con la cultura, confiere al individuo un mayor sentido de complejidad de las cosas. Una de las manifestaciones más elocuentes de la ignorancia, en este sentido, es el simplismo. Reducir las cosas a algo que no tiene mayor dificultad. Una persona que lee, un lector de novelas, no puede ser un fanático. Leer exige adentrarse en la complejidad de las relaciones humanas.
Ud. hace referencia en su libro a la actual política como un reality show. ¿El malestar de hoy no es cultural sino político social?
Más que malestar, existe una especie de desasosiego con las instituciones y el tipo de representación política que tenemos. La gente pareciera considerar que las instituciones no están a la altura y no al revés. Al final, si uno mira las transformaciones de Chile en las dos últimas décadas, uno de los hechos fundamentales, en los que se ha reparado poco, es que la modernización de Chile y la expansión del consumo tiene como una de sus manifestaciones primordiales el hecho de que tengamos quizás la población más escolarizada en nuestra historia. Nunca hemos tenido un público con mayor competencia de lecto-escritura y de acceso a los bienes de la cultura como hoy. Sin embargo, es la más distante del discurso político.
Con respecto a los niveles de escolarización, se advierte también una sobrepoblación de profesionales con posgrados. ¿Estos participan del debate público?
Efectivamente, así como hay una gran escolarización, existe una considerable profesionalización de la academia. Una clase académica que tiende -y puede ser un peligro-a conformar intelectuales de campo, que están en último término de espaldas a la sociedad. Hoy tenemos figuras interesantes, tales como Fernando Atria, que irrumpe en el campo intelectual y disputa con otros que ya estaban ahí. En las últimas dos décadas el gran intelectual público era el experto, en economía principalmente. El intelectual público, que disputa un espacio hegemonizado, en la actualidad no presume de poseer un conocimiento técnico; posee, más bien, un conocimiento interdisciplinario de los fenómenos. Esa figura está surgiendo en Chile.
¿Antes no existía algo parecido?
Es verdad que antes teníamos buena educación pública y un espacio público dialogante, pero era delgadísimo, una ficción en algún sentido. Nunca habían existido las condiciones de masividad que tenemos hoy. Es una ilusión retrospectiva pensar que la cultura vaya de mal en peor. La verdad es que la cultura está muy viva y no debiéramos mirarla con pesimismo, algo muy propio de las minorías aristocratizantes, que viven su propia condición intelectual como distinción, quienes ven la masificación cultural como decadencia.
Carlos Peña estudió Derecho en la UC y es Doctor en Filosofía por la Universidad de Chile. Su formación académica cruza, sin duda, el libro que acaba de publicar: Pierre Bordieu, Michel Foucault, John Rawls, Isaiah Berlin, pero también Spinoza, Freud, Nicanor Parra y Slavoj iek, el filósofo de moda.
Aron, Sartre y Ortega y Gasset aparecen en su libro, pero hoy están en segundo plano. ¿Fueron autores de cabecera para la formación intelectual chilena?
Ortega y Gasset fue la puerta de entrada del gran pensamiento europeo. Por él comienzan a traducirse, desde Kafka y Husserl hasta Freud. Creo que es bien difícil conocer o comprender la evolución cultural de Chile sin atender al tipo de cosas que hacía Ortega. Estos pensadores están fuera de moda pero subyacen en el pensamiento de varios intelectuales latinoamericanos. Sigo leyendo con extremo placer a Ortega. En el caso de Aron, es un intelectual de mayor público. Aron representa, creo, al intelectual independiente que es capaz de navegar contra la corriente, de no mal hablar de nadie y, sin embargo, ser muy fuerte en el ámbito de las ideas. En este tipo de vida se muestra la función terapéutica de las ideas. Son un consuelo y una salvación.
¿Por qué perfiles y no ensayos?
Es el tipo de libro que me hubiera gustado leer cuando estudiaba. El periodismo cultural, que también es un poco el estilo de Ideas de perfil, permite situar cosas complejas, como el pensamiento filosófico, al alcance de todos, para que la mayor cantidad de personas puedan dialogar sobre estos temas. Uno aprende a pensar por si mismo leyendo a otros, finalmente. Si este libro sirve para que la gente tenga esa experiencia, me doy por pagado.
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