Rodrigo Hinzpeter: "El exceso analítico ha opacado la narrativa de la campaña de Piñera"

Estuvo dos décadas cerca de Piñera en RN, lo acompañó en sus aventuras presidenciales y llegó con él a La Moneda. Pintaba para sucesor del ex mandatario, pero la idea se frustró en el camino. Hinzpeter decidió marginarse para siempre de la actividad política, pero sigue con atención lo que ahí pasa. Desde la vereda privada, sugiere al candidato un giro en su estrategia comunicacional.




El domingo pasado, Rodrigo Hinzpeter pasó a saludar a Sebastián Piñera. Cuenta que con él ha mantenido la amistad desde que terminó el gobierno anterior, pero que solo en estos últimos días ha estado "más en contacto". Ese día lo visitó antes de conocer los resultados finales que le dieron un 36,7% de los votos en la primera vuelta presidencial, pues debía partir a Europa por su trabajo como gerente legal de Quiñenco, la empresa madre del grupo Luksic.

Hinzpeter, hoy un hombre del mundo privado, recordó entonces esos tiempos en que -en dos oportunidades- fue jefe de campaña presidencial de Piñera. No le dio nostalgia como para cambiar su decisión de salir de la política activa, pues su reflexión sobre el mundo que ahí habita sigue intacta. "Puedo decir con cierta dosis de tristeza que en la política hay mucha deslealtad, doble discurso, a veces falta honestidad. La política es un lugar de mucha pasión, de mucha realización, pero también donde uno encuentra facetas muy frustrantes. Y depende también de la sensibilidad con que uno se aproxima; quizás el defecto es mío. Que me acerco con una sensibilidad que me provoca frustración", confiesa. Pero naturalmente eso no quiere decir que la política no le interese. Y desde ahí, quiso romper su autoimpuesto silencio con miras a la segunda vuelta presidencial.

"Viví el domingo con menos pesimismo del que vivieron algunos. Esta sensación de que el resultado fue malo es subjetiva, porque tiene que ver con un asunto de expectativas que anunciaban las encuestas. Por lo mismo, dada vuelta la página, si uno analiza los votos de Piñera y se suman los votos de Kast, el ex presidente sacó lo mismos votos de la primera vuelta del 2009, que le permitió luego ganar. El resultado es auspicioso y permite augurar que haciendo las cosas bien, va a ser el próximo Presidente de Chile. Decir que una persona que saca 37% con ocho candidatos le va mal, es tener demasiado pesimismo".

¿A qué se refiere con hacer las cosas bien?

Yo estoy en disposición de aconsejar al comando en lo que se me pida, no quiero aparecer haciendo críticas. Pero si tuviera que decir qué mejorar, creo que la comunicación excesivamente analítica debe dar paso a una comunicación con mucho más contenido narrativo.

¿Otra vez el problema del relato?

Es que el relato es una expresión que estuvo mal empleada, porque relato siempre ha habido. Yo no estoy diciendo eso, sino que cuando uno comunica algo, tiene dos formas: describir los metros cuadrados y ladrillos del hospital que propone, o decir que va a construirlo contando los grados de sufrimiento que éste va a aplacar. La idea es la misma, pero la aproximación comunicacional es distinta. En el segundo caso se acompaña de una narrativa que es mucho más empática con los ciudadanos. El exceso analítico ha opacado la narrativa de la campaña.

Lo que usted describe es un sino de Piñera. Esta dificultad para transmitir empatía o conexión. Se nota la diferencia entre él y Guillier, que aparece más empático.

El problema es que cuando a Guillier lo llevamos a la parte analítica, probablemente tiene severas deficiencias. Hay una falsa imagen de que Piñera no tiene empatía. Lo que pasa es que le cuesta comunicarla, y eso es un defecto de su personalidad, particularmente para alguien que se dedica a la política. Creo que tienen que ser capaces de explicar por qué el programa de Sebastián Piñera es el más capaz e idóneo para brindarles a los chilenos una vida más apacible y tranquila.

Bien difícil de aquí al 17 de diciembre.

No, porque ya hay un 37% que lo entendió, más el 8% de José Antonio Kast. Y luego, no hay que olvidar que la primera vuelta es mucho más politizada. En la segunda, lo que los ciudadanos van a hacer es pensar en manos de quién, por mí y por mis hijos, quiero poner Chile por los próximos cuatro años. Esa la pregunta correcta. Ahí, creo que es más fácil entregarle empatía a la comunicación excesivamente analítica de Piñera, que agregar capacidad analítica a un discurso más empático de Guillier. Este no es un país que esté sumido en un estado brutal de catástrofe, pero sí exhibe tres problemas muy importantes: estancamiento económico grave, una polarización en la política en que tantos quieren instalar de nuevo una especie de lucha de clases entre ricos y pobres. A veces escucho algunos dirigentes de izquierda y me da la sensación de que los irrita más el 1% más rico de este país que los dos millones de personas que viven en la pobreza. Y el tercer problema, es hacerse cargo de los avances de la modernización implementando una economía solidaria de mercado.

¿Y ve incorporados esos puntos en la propuesta de Piñera?

El problema es el cómo y la capacidad de resolverlos. Y creo, honestamente, que en materia de receta y capacidad, de todos modos y por mucha distancia, es Piñera el que puede arreglarlos.

¿Cómo lee el fenómeno electoral del Frente Amplio?

La gran derrotada por el Frente Amplio es la centroizquierda de corte más socialdemócrata, que lideró Lagos y que convivía con la DC, baja al 22% y surge una izquierda a secas que crece al 20%. El escenario pude ser mucho peor, porque si a la votación del Frente Amplio le sumamos la votación del PC -porque éste se sentiría mucho más cómodo en una coalición con el Frente Amplio que con la DC-, la izquierda a secas es mayor que la centroizquierda en este país a partir del 19 de noviembre pasado. ¿Por qué pasa eso? La principal responsable es la Presidenta, porque cuando uno propone reformas tipo retroexcavadora y con ello genera la ilusión de que vienen tiempos mejores y no vienen esos tiempos mejores, hay un sector importante que se va hacia la izquierda.

¿Qué debiera hacer Piñera para quedarse con el centro?

El centro quedó semiabandonado, porque hay un partido como Evópoli, que es capaz de crecer mucho en un centro liberal y que representa puntos porcentuales importantes en este país. Piñera ya exhibió una capacidad para atraer parte de ese voto que le permitió ganar la elección en enero de 2010, cuando un conjunto importante de votantes "tipo DC" votaron por él.

¿Cree que va a haber un sector de la DC que va a votar por Piñera?

No me cabe la menor duda. Ya hubo un sector que votó por él en enero de 2009 y en ese entonces el candidato contendor era un militante, ex presidente e hijo de uno de los prohombres de la DC. Ahora, cuando el candidato no es de la DC, ni tiene la experiencia que tenía Eduardo Frei…

Usted es de las figuras que representaban la derecha liberal en la campaña pasada y ya no está, ahora Piñera dice que no se ha derechizado, pero aparece rodeado de una derecha más conservadora.

El tiempo le dio la razón al concepto de la "nueva derecha", la cual se ha ido cristalizando con mucha fuerza y hoy día permite que al lado de Piñera estén otras personas, como Felipe Kast o Luciano Cruz-Coke, que representan exactamente el pensamiento que yo imaginaba cuando hablaba el año 2010 de una nueva derecha. A muchos no les gustó, porque a lo mejor lo consideraron como un concepto que quería quitar espacio a otras personas, pero siempre ha sido compatible con que subsistan derechas más conservadoras.

¿Y cómo conviven esos mundos? Hoy se encuentra en la disyuntiva de impulsar el centro político y sumar, además, a José Antonio Kast...

No, porque yo creo que hay que hacer una separación muy importante respecto de cuáles son las políticas públicas que permiten el desarrollo, donde desde Evópoli hasta la UDI prácticamente no hay muchas diferencias. Ese es un piso común ideológico muy significativo que no tiene la campaña de Guillier, donde realmente es un gallinero. ¿Dónde se producen las diferencias? En los temas valóricos, y ahí la única receta posible es el respeto. El rol de un presidente en una coalición con diversidad cultural es armonizar, unir y, probablemente, tratar que esas iniciativas que generan tensión las resuelva democráticamente el Congreso más que él se abanderice por uno por otra hiriendo susceptibilidades.

Pero, por otro lado, uno podría decir que es un acto de valentía enfrentar un tema conflictivo.

Primero, creo que hoy el Presidente Piñera sigue siendo tan inteligente como lo era el 2010, pero está más sabio, que no es lo mismo. Y en segundo lugar, creo que él tiene una formación humanista cristiana donde no es tan simple presagiar cuáles son sus posiciones frente a estos temas, y creo que tiene mucha conciencia del valor de la unidad en la coalición.

¿No le da pena que no se priorice el matrimonio igualitario, considerando que usted tiene un hijo gay?

Las políticas públicas no se construyen a partir de las experiencias personales, y la conducción de un gobierno tampoco. A veces uno tiene que ceder en lo que desea frente a lo que uno cree conveniente para un gobierno, para el país. Esa es una ecuación que la experiencia y la sabiduría enseñan,

Usted renunció a RN, ¿se siente más cercano a Evópoli?

No soy militante de ningún partido, pero tengo dos afectos muy grandes. A RN le tengo el afecto que uno le tiene al padre, y a Evópoli le tengo el afecto que uno le tiene a un hijo, quizás a un nieto, por mi edad. No quiero decir con esto que sea hijo mío.

Una de las cosas que se discutieron cuando Piñera asumió esta candidatura es que no había delfín o heredero. Usted fue el único que se mencionó alguna vez.

Pero eso se frustró a poco andar.

¿Y qué le pasa con esa frustración?

Durante el primer año yo tenía una evaluación muy positiva, realmente muy buena, entonces empezó a surgir esta tontera de que iba a ser candidato presidencial. Y yo lo único que decía, cuando lo negaba, era "vamos a esperar el tiempo para que se den cuenta de que yo tengo razón". Yo nunca quise ni nunca me importó tener una carrera política como para ser candidato presidencial.

¿Qué pasó que se desplomó esa evaluación positiva?

Por una razón muy sencilla: cumplí mi deber sin atender a las consecuencias que ese cumplimiento iba a producir en mi popularidad, cosa que es, a mi juicio, la forma correcta de ejercer una función pública. Yo era ministro del Interior y Seguridad Pública, y eso es ocuparse de la seguridad ciudadana. Algunos ministros del Interior delegan, y se hacen los lesos, y se olvidan de la segunda parte del nombre del ministerio, y otros lo enfrentan y dan la cara. Sentí que era mi obligación y no estoy para nada arrepentido de haberlo hecho.

El ex ministro Pablo Longueira está formalizado por cohecho. ¿Qué piensa de ese caso?

Bueno, doloroso por lo que está viviendo él. Sorprendente, para mí. Yo, francamente, no creo que Pablo Longueira sea una persona que se deje cohechar, no me parece plausible. Pero no me queda más que respetar lo que digan los tribunales.

Con el caso Exalmar se volvió al tema de la política y los negocios de Piñera. ¿Por qué no ha logrado exorcizar ese fantasma?

Son dos discusiones distintas. El caso Exalmar fue una payasada de un diputado que realmente debe hacer pensar por qué nuestros tribunales se ponen en marcha y tienen que actuar de cara a una tontera infundada. Lo segundo es que hay una realidad que siempre va a existir. Piñera es una persona que tiene un patrimonio económico muy importante y muy poco frecuente en Chile. El año 2009 se sometió al mejor fideicomiso que él estimó que podía someterse y fue más allá de lo que nadie ha hecho nunca. Yo creo que el problema es mucho más profundo. Creo que este gobierno ha instalado, no voy a decir una lucha de clases, pero una suerte de lucha de clases del siglo XXI.

¿Un germen, dice usted?

Claro, existe la instalación de una odiosidad hacia el rico y la empresa. Cuando uno dice les vamos a poner un impuesto a los súper ricos, y hace los cálculos y se da cuenta que genera re poca plata y que, además, es ineficiente, lo que genera, más que recursos para el Estado, es odio contra las personas que tienen recursos y que se los han ganado legítimamente. Entonces, esto lo veo también como consejero de la Sofofa. Una de las cosas que intentamos hacer es relegitimar el rol de las empresas, que son importantísimas como organismos intermedios. R

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