Ron Wood: Autorretrato de un vividor
Si en los Rolling Stones Mick Jagger es el empresario, Keith Richards el genio y Charlie Watts el dandy, Ron Wood se describe en su autobiografía como un adolescente eterno que va siempre en búsqueda de otro trago. Sus anécdotas, sin embargo, son las de un tipo probablemente encantador.
Pese al título de este libro, Ronnie Wood no se hace parte de los Rolling Stones sino hasta después de la página 100. Las Memorias de un Rolling Stone son, también, las de un músico que llegó a esa banda luego de un largo oficio en otros grupos, el más importante de los cuales fue The Faces, la banda con Rod Stewart que hizo del mod-rock y de la destrucción de hoteles dos caras de un mismo arte.
Incluso antes de salir por primera vez de gira con Mick Jagger y Keith Richards, Wood ya ha contado un sinfín de anécdotas con el "quién es quién" del rock de los 60: de Jimi Hendrix recibe un perro de regalo; a Eric Clapton le levanta la novia; y con Rod Stewart encuentra "un alma gemela", en gustos musicales y de moda. Wood vive el momento adecuado en los lugares correctos, y es lógico que quiera contar tanta privilegiada anécdota en una autobiografía, por precaria que sea su redacción y limitado el análisis. Cuando era parte del Jeff Beck Group, por ejemplo, John Bonham, Robert Plant y John Paul Jones lo convocaron a una reunión para ofrecerle incorporarse a un nuevo grupo. "No, gracias. Estoy muy bien donde estoy", les respondió el guitarrista. El trío ubicó entonces a Jimmy Page y dio inicio a Led Zeppelin.
La ley rockera establece que "si recuerdas los 60 es porque no estuviste allí", y a Ronnie Wood, un alcohólico que confiesa haber pasado gran parte de su vida en una nebulosa, puede perdonársele que sus anécdotas dejen gusto a poco. Fuera de la música, hay aquí encuentros con Groucho Marx, Peter Sellers, Muhammad Ali, Bill Clinton y John Belushi, pero apenas se esbozan rasgos de sus personalidades. Memorias de un Rolling Stone prefiere cantidad por sobre calidad, y pasa demasiado rápido por hitos que cualquier fan de los Stones quisiera conocer mejor, como las circunstancias de grabación de ciertos discos.
El guitarrista se detiene en su relación con Keith Richards, y ofrece una interpretación elocuente del ensamblaje eléctrico más inoxidable del rock'n roll: "Tocar con Keith, sobre todo en el escenario, ha sido siempre una experiencia única para mí. Cuanto más toco con él, más cuenta me doy de que él y yo compartimos la misma confianza interior. Esa confianza nos permite alcanzar reinos asombrosos [...]. El 'riff humano' y yo llevamos esa complicidad hasta un nivel superior, y ahora la aplicamos siempre. Requiere mucha concentración, porque es un constante tira y afloja, pero aún tenemos capacidad de sorprendernos el uno al otro, y es por eso que nos encanta salir de gira".
Un matrimonio de 23 años no le impide a Wood relatar sabrosos romances, incluyendo el que tuvo con la legendaria Pattie Boyd (la mujer que dejó a George Harrison por Eric Clapton) y el increíble escarceo con la esposa del primer ministro canadiense, Pierre Trudeau (no alcanzó a incluirse en el libro su escandalosa escapada reciente con una chica rusa 43 años menor que él).
Wood combina en este relato el patetismo de un hombre esclavizado por su adicción con la gracia de un rocanrolero que hace de su oficio una licencia. Ambos lados están en esta elocuente anécdota: "Envueltos en aquel ambiente de drogas que los rodeaba, era inevitable que nuestros hijos se dieran cuenta de algo [...]. En una ocasión, Jamie vio a alguien tirado en el sofá que le resultaba familiar, y tras fijarse mejor, se dio cuenta de que era Christopher Reeve, totalmente hecho polvo. Fue corriendo a buscarnos, y me gritó: Has destruido a Superman". Memorias de un Rolling Stone es el recuento de esa fiesta infinita, del derroche obsceno y del acceso al Olimpo social que antes suponía el éxito en el rock, y que hoy se recorre como un gracioso texto de historia ya extinta.
Memorias de un Rolling Stone, de Ron Wood. Global Rhythm Press, 342 páginas. $ 27.500
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