Superbowl: el espectáculo deportivo que paraliza Estados Unidos
La final de la NFL posee una repecursión que supera los límites del fútbol americano para convertirse en una cita pop. Altos montos por publicidad, millones de espectadores y estrellas de la música rodean el evento.
Se dice que en el medio tiempo de la final de la NFL, el sistema de drenaje de Estados Unidos colapsa por la cantidad de personas que usan el baño. La idea no es más que un mito, pero se cuelga de un elemento real: Norteamérica prácticamente se detiene en las casi cuatro horas que dura el Superbowl, el último partido del calendario del fútbol americano y que ha superado los límites del deporte para convertirse en una fiesta popular.
Un show deportivo hecho a la medida de los nacidos en el país del norte, pero que desde hace ya varios años traspasó las fronteras. No sólo son más de 100 millones de estadounidenses los que ven el duelo por televisión, sino que también los diferentes mercados que se han ido sumando no sólo por el juego, sino que por los aspectos extradeportivos que lo rodean. Se estima que casi unos 800 millones de personas en todo el mundo verán el Superbowl XLIX (todos usan numeración romana, excepto el de 2016, que será el 50) de este domingo, entre los New England Patriots y los Seattle Seahawks en Arizona.
Y de los aspectos extradeportivos, el principal es el espectáculo del medio tiempo, un minirecital en el que, en tiempo récord, se arma un escenario para los artistas en el mismo centro de la cancha. Precisamente este ritual, uno de los tantos que tiene el Superbowl, permitió que el evento se convirtiera en uno de los más vistos. El arranque del fenómeno fue en 1993, cuando Michael Jackson reemplazó las bandas universitarias para presentar cinco canciones y sentar los precedentes de los futuros shows, donde la premisa sería tener artistas de alto nivel. Paul McCartney, Rolling Stones, el homenaje de U2 al 11-S y el llamado "error de vestuario" cuando Janet Jackson quedó con un pecho descubierto son algunos de los más recordados. Ahora, el turno del show será de Katy Perry y Lenny Kravitz.
El año pasado, la presentación de Bruno Mars permitió que ese juego sea el evento televisivo más visto de la historia de Estados Unidos, con más de 115 millones de espectadores. No es extraño que suceda. Los cinco programas más vistos de la TV norteamericana son Superbowls, todos sobre 106 millones, y todos los juegos aparecen en la lista de mayor rating.
Por lo mismo, la vitrina que durante cuatro horas se arma es un jugoso negocio para la cadena de televisión de turno que transmite, así como para los auspiciadores. Para la edición del domingo, los 30 segundos de avisaje en el partido costarán 4,5 millones de dólares, medio millón más que el año pasado. El exorbitante precio no fue impedimento para que 31 empresas compraran espacios de 30, 45 y 60 segundos, como Coca Cola, Microsoft, BMW y Toyota. Mención aparte para la cervecería Anheuser-Busch InBev, dueña de Budweiser, que compró 210 segundos.
Y mientras hay gente que lo ve por televisión, habrá en el estadio de la Universidad de Phoenix un poco más de 70 mil espectadores que debieron pagar una entrada que rondó entre los 800 y los 1.900 dólares. Eso en el mercado formal, porque la reventa, en algunos lugares, ha llegado hasta los 18.000 mil dólares, unos 11 millones de pesos. Los precios son muy superiores a los que se pagaron por el primer Superbowl, jugado en 1967: apenas 12 dólares de la época.
No hay que olvidar que todo esto es por un partido. Los Patriots y los Seahawks fueron los primeros cabezas de serie de sus respectivas conferencias y el favoritismo, al menos en las casas de apuestas de Las Vegas, es para el cuadro de Nueva Inglaterra por un punto sobre el campeón defensor. Mientras Seattle basa su juego en una fuerte defensiva que los hizo el equipo que menos puntos recibió en la fase regular, los Patriots apelan a un contundente ataque donde no bajaron de las 35 unidades en playoffs. Eso sí, el llamado escándalo del Deflategate, donde se investiga una acusación al equipo de Boston de usar balones desinflados para permitir mejor agarre en condiciones de frío, le puso un poco más de condimento al partido que paraliza Estados Unidos.
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