El Superclásico se define por los horrores de Garcés y Herrera

Johnny Herrera, gol Rivero, Superclásico
Agencia Uno

La U y Colo Colo empatan 2-2 en el Estadio Nacional. Un partido parejo, con opciones en ambos arcos, condicionado por dos goles regalados por los arqueros. El invicto albo ante su archirrival se extiende a ocho partidos.




El Nacional ruge, la tensión es máxima. Los azules gritan y se abrazan en las tribunas; los pocos hinchas de blanco maldicen su suerte y maldicen a Paulo Garcés, de rostro desencajado y elocuente  sensación de culpa. Felipe Mora ya corre detrás de él, para festejar el regalo. Un arquero puede hacer el loco cualquier día, menos cuando se juega el Superclásico.

Lo único que espera el Halcón es el final del partido. Quiere irse al camarín, a llorar quizás. No se imagina que minutos después, su colega en el otro extremo de la cancha también hará el ridículo, también ofrendará un gol. Johnny Herrera falla frente a un débil remate de Octavio Rivero y le quita a la U la posibilidad de un triunfo añorado, el final de 1.485 días sin que lo azules sepan de una victoria frente al Cacique. Un arquero puede hacer el loco cualquier día, menos cuando se juega el Superclásico.

No hay planificación, táctica, idea o genialidad que se imponga a la fatalidad. Y la fatalidad de la versión 181 de este choque lleva dos nombres: el de Garcés y el de Herrera. Los dos porteros, para mal de sus equipos, fueron los grandes protagonistas del 2-2 entre Universidad de Chile y Colo Colo.

En un cotejo tan apretado, con dominios compartidos y jugadores entregando hasta el último esfuerzo por ganar una pelota, los yerros de los arqueros son golpes directos al corazón. Garcés y Herrera condicionan demasiado cualquier análisis del partido más importante del fútbol chileno.

Más allá de los horrores bajo los tres palos, el duelo cumple con las expectativas. Ni la U ni Colo Colo se echan para atrás. Hoyos mostró su apuesta desde el camarín, con la sorpresiva titularidad de David Pizarro. El DT buscó experiencia y control de pelota. Pausa, en medio de dos tractores incansables como Lorenzo Reyes y Gonzalo Espinoza. Y con eso, en el primer tiempo, el local complicó mucho el juego de su rival.

El lance le pertenece al cuadro del chuncho en el inicio. La presión en campo contrario frena al Cacique. La conexión de Pajarito Valdés, Ramón Fernández y Paredes se bloquea. La U define cómo se juega, pero sin la profundidad para transformar ese dominio en agobio.

Aun así, se encuentra merecidamente con el primer tanto. A los 24', mediante un cabezazo de Sebastián Ubilla (lucida jugada de Mora y pésima salida de Garcés). El gol hizo despertar a Colo Colo, le hizo mal a los laicos. Guede manda que el el ataque se cargue a la espalda de Beausejour. El retroceso de Ubilla no es bueno y Palmatoria sucumbe por la izquierda. Por ahí llega el empate, a segundos del descanso, obra de un disparo a tres dedos de Octavio Rivero. Notable definición.

Partido nuevo. En el complemento, Colo Colo luce su mejor cara. En otra medida sorpresiva, Hoyos sacó a Pizarro y a Ubilla, para que entren Leandro Benegas y Franz Schultz. Su equipo ganó intensidad y perdió precisión. La cosa pinta mejor para la visita, hasta que Garcés se come el cabezazo de Mora (63'), quien así rebasa a Paredes como artillero del Clausura.

El conjunto de Guede quedó en el suelo. La oportunidad azul de romper cuatro años de maleficio, de acabar con una racha de siete partidos sin triunfos ante el Cacique, está servida. Pero Herrera se apiada y con manos de mantequilla le entrega la igualdad a Rivero (75').

Los últimos 15 minutos son pura adrenalina. La U y Colo Colo están cerca de ganar. Espinoza, el mejor del partido, le saca pintura al poste con un cabezazo (79'); Rivero enfrenta solo a Herrera y eleva en los descuentos. El empate se firma. Es justo. La historia hubiese sido otra, seguramente, sin la fatalidad de los dos metas.  Un arquero puede hacer el loco cualquier día, menos cuando se juega el Superclásico.

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