Tobias Wolff: "A veces el odio es un buen punto de partida para contar una historia"

El narrador norteamericano se refirió a sus años de formación y primeras lecturas en el seminario organizado por el ciclo La Ciudad y las Palabras de la UC.




Era septiembre de 1960 y el escritor Ernest Hemingway aparecía en la portada de la revista Life. Tobias Wolff  tenía 15 años y esa fotografía del autor de El viejo y el mar, de frondosa barba blanca y sonriendo, le quedó grabada para siempre. Por esos años, Wolff comenzaba a apuntar sus primeras historias.

“Comencé a escribir por imitación, imitando a Hemingway, casi también como una parodia, así empecé a aprender a escribir literatura”, dijo el miércoles el reconocido narrador norteamericano, uno de los mejores cuentistas actuales, en el seminario, que ayer finalizaba, organizado por elciclo La Ciudad y las Palabras del Doctorado de Arquitectura de la Universidad Católica, auspiciado por La Tercera.

Presentado por el académico Fernando Pérez, el autor de libros como Vida de este chico y Vieja escuela, donde funde autobiografía y ficción, habló en el auditorio Sergio Larraín. Allí se refirió a sus inicios en la literatura, sus años de formación y a la historia personal como material para desarrollar su obra.

Libros destacados por su labor de cuentista, donde se le considera parte del llamado “realismo sucio”, estilo al que fue adscrito junto a sus amigos Raymond Carver y Richard Ford. “Todas las historias de Wolff hablan de la condición humana de una u otra manera”, señaló Carver del trabajo del autor nacido en Alabama en 1945.

“Uno tiene que ser lector antes que escritor”, afirmó Wolff en Santiago, quien más tarde leería su cuento Una bala en el cerebro, parte de su última antología, una treintena de relatos que forman el volumen Aquí empieza nuestra historia.

“Todos los escritores que yo conozco fueron primero lectores. Chicos que leían en su cama bajo las sábanas cuando llegaba la noche, alumbrados por una linterna. Yo ponía toallas bajo la puerta de mi cuarto para que no saliera la luz al pasillo”, contó Wolff, quien por segunda vez se presenta en el ciclo de la UC. La primera fue en 2013, donde sostuvo una conversación con el escritor Alberto Fuguet.

Ameno y cordial, por cerca de dos horas Tobias Wolff habló de sus inicios con la confianza y calma que le debe dar ser un reconocido profesor de la Universidad de Stanford. Además, de adjudicarse premios como el Pen/Faulkner y este año la Medalla Nacional de las Artes de EEUU.

De sus años como académico contó que una vez invitó a dar una charla al Premio Nobel sudafricano J.M. Coetzee. “Cuento esta historia como ejemplo de aprender imitando. Coetzee le dijo a los alumnos que debían reescribir el último capítulo de Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, pero imitando su sintaxis, capturando el ambiente, etc”, agregó Wolff vestido de camisa negra, pantalones claros y clásicos mocasines.

Falsa identidad

Una vida errante fue la del niño Tobias. “A mi madre no le gustaba cambiar de ciudad, sino de Estado”, dijo Wolff sobre su infancia, parecida a la del pequeño Toby, protagonista de Vida de este chico. La relación con su padrastro no fue la mejor. Su madre fue quien le regaló sus primeros libros. Uno era del escritor Albert Payson Terhune. “Tenía 10 años y leí The Faith of a Collie. La historia de un perro, que era como el de la película Lassie. Eran aventuras fascinantes. Yo me enamoré de ese libro, pero no volvería a leerlo. Cuando uno deja el paraíso no quiere volver pensando que ya no será igual que antes. Creo que la nostalgia es una mentira de la mente”, dijo Wolff, quien luego conocería los libros de Jack London gracias a la bibliotecaria de su barrio.

“London me sacó del mundo de los perros”, dijo entre risas y agregó que, tras la lectura de sus aventuras, quiso que lo llamaran Jack. “Siempre estamos cambiando. Un nombre no resuelve una identidad”, señaló, quien luego a los 20 años leyó sorprendido Ana Karenina, de León Tolstói.

Otra novela importante en su trayectoria fue El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald, como ejemplo de la construcción de una obra en base a la ficción y la historia personal. Y citó también la trama de su elogiado libro Vida de este chico, llevada al cine con Robert De Niro y Leonardo DiCaprio.

“A veces el odio es un buen punto de partida para contar una historia”, apuntó recordando los años de rebeldía de Toby ante su padrastro y su entorno.

¿Cómo nacen las historias? Wolff contó el origen de Una bala en el cerebro. Anders es el protagonista, quien un día va al banco para hacer un trámite. Mientras espera en una fila para ser atendido aparecen unos delincuentes. Tras el tenso momento una bala termina atravesando el cráneo de Anders. Por unos segundos tiene la posibilidad de recordar algún fragmento de su pasado. Pero el narrador cuenta lo que Anders no quiso recordar. “No recordó a su primer amor, Sherry, o lo que había querido con más locura de ella...”, anota Wolff en el notable relato, que sigue enumerando lo que Anders no quiso recordar.

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