Uhu, papel y tijera
Los fanzines son revistas caseras que aparecieron el siglo pasado, en la década del 30. La novedad es que actualmente viven un gran momento. Buscamos algunos ejemplos chilenos y les preguntamos a sus autores qué los lleva a publicarlos en un mundo digital.
El fanzine es una publicación no profesional: sus editores y colaboradores no son periodistas, se hacen en impresoras caseras y no se distribuyen a través de los quioscos. Su nombre lo dice: fanzine, un magazine hecho por fans. Han existido bajo muchos nombres —samizdat en la Rusia soviética, bibula en Polonia— y por distintas razones: para eludir censura estatal, propagar ideas, contactar con personas con intereses similares o simplemente por diversión. Pero que existan hace años no es la sorpresa, sino su vigorosa presencia actual. Hace dos semanas, el New York Times publicó un artículo titulado "¿Por qué internet no mató a los fanzines?", y a los pocos días el diario El País también hizo lo suyo. Actualmente existen plataformas gratuitas para crear blogs y álbumes de fotos, y si la idea es conectar con otros o propagar una idea, se supone que la web es el medio adecuado, pero para un montón de gente no basta. Los fanzines viven hoy una época dorada y en Chile, como en varios otros países, están circulando muchos. Esta es una pequeña muestra.
Fanzinombre
Vicenta Mendoza y su amigo Martín Sepúlveda comenzaron con Fanzinombre a mediados del año 2014. Ella estudiaba Diseño y él, Literatura, e idearon este proyecto para vincular imágenes y letras y, a la vez, difundir el trabajo de artistas jóvenes. Lo postularon a un fondo de su universidad (Diego Portales), ganaron, y así pudieron imprimir mil ejemplares de sus primeras cuatro ediciones. Cada una de ellas tiene un tema diferente y para encontrar colaboradores hacen convocatorias abiertas. El 30 de marzo sale la quinta edición, que estará centrada en las mascotas y constará de cinco mil ejemplares, gracias a la ayuda de la imprenta Alvimpress. Esta, como las anteriores, será distribuida de forma gratuita en librerías de Santiago, como Plop! y Catalonia. El objetivo es que la gente pueda encontrarlos en distintos lugares de la ciudad y sentarse a verlos en el metro, la micro, parques. "El zine tiene un carácter de colección y eso justamente se potencia con el formato impreso, que tiene romanticismo, provoca encuentros y vínculos. Nuestro público espera los números y los van a buscar cuando salen. De todas maneras internet y las RR.SS. han sido un súper buen complemento de difusión que lo potencia", cuenta Vicenta.
(Instagram: @fanzinombre)
Pequeño Zine Ilustrado
Elisa Alcalde edita, imprime, corta y distribuye este zine. Se trata de una enciclopedia del arte: cada edición está dedicada a una letra y solo incluye el trabajo de artistas actuales, cuyo nombre comienza con ella. El primer número es de 2012 y ya va en el 20, cada uno con tirajes de 300 ejemplares que ha distribuido de forma gratuita en cafés, librerías y stands de editoriales en ferias de libros.
Para Elisa, la revaloración del fanzine responde a los ciclos de la moda: "Si pensamos en todo el revival que han tenido los 90 en los últimos cinco años, es entendible que un medio tan noventero reviva también. Además, hacer un fanzine siempre tiene algo de contestatario, porque implica un esfuerzo mayor, un intento por hacer algo bueno al margen de las grandes empresas o de las vías convencionales, y yo creo que últimamente los jóvenes, justamente a través de internet, entendieron que armando fanzines podían manifestarse también. Los fanzines son libertad, y creo que todos buscamos un poco de eso".
(Instagram: @pequenozineilustrado)
Witch
Es un fanzine feminista de Pau Cisterna y Jo Vergara. Lo crearon en diciembre de 2015 y hasta ahora han publicado seis números, en los que se pueden encontrar historias y reflexiones de distintas personas. "Queríamos un material sencillo y de fácil lectura, con colaboraciones de jóvenes que quisieran contar alguna historia, decir una palabra de aliento al género. Creemos que a través de estos relatos es más fácil empatizar con la importancia de ser feminista".
Cada vez que terminan de imprimir una edición lo anuncian en su cuenta en Instagram y los interesados tienen que escribirles para acordar una fecha, hora y lugar para retirar su ejemplar. "Queríamos hacer de Witch algo más romántico, algo que la gente quisiera tener y coleccionar. Como las esquelas en los 90 o algo así. Para nosotras el fanzine es una experiencia más personal, es la necesidad de expresar algo y queremos que sea visto realmente. A veces publicar en internet puede ser como lanzar algo al vacío. Después de todo, estás a un click de abrirlo, pero también de cerrarlo".
(Instagram: @wwiittcchh)
Tetas Tristes
Tetas Tristes no es solo un fanzine, es un colectivo. Cuatro mujeres que se reunieron en el año 2015 "para contraargumentarle al patriarcado en viñetas". Llevan dos números (el primero de 40 páginas, el segundo, de 20), que venden en cinco mil pesos, en los que se pueden encontrar historias, chistes feministas y educación sexual con humor. Eligieron este formato porque "el soporte de la historieta como obra de arte es en papel", y porque el paso de una hoja a otra les permite hacer juegos narrativos y utilizar el factor sorpresa. También destacan la libertad que da el autoeditarse y poder ver las reacciones de la gente. "No es lo mismo observar los likes que ver la cara del lector cuando mira tu fanzine. Además, porque es como una exposición en formato pequeño, portable, y porque nos permite autogestionarnos y mover el cuerpo, es decir, nos invitan a varias regiones de Chile y al extranjero gracias a nuestra publicación. Así hemos formado redes de mujeres que hacen cómics en Latinoamérica. Digamos que el papel te hace existir en el mundo de la cultura latina, donde acceder a la red sale 20 lucas (ni hablar de comprar un computador o celular). Si no fuera en papel y fuéramos a la selva del Perú, no podríamos mostrar nuestro trabajo".
(Instagram: @tetastristes)
Oficinismo
Está compuesto por una serie de historietas autobiográficas, sueños, entrevistas e ideas de Denisse Valdenegro, quien en 2013 convirtió sus tiras cómicas en un zine y regaló el primer número completo. Los posteriores los ha vendido a mil pesos. Ya ha publicado siete ediciones e incluso ha creado algunos spin off: País de poetas, Momentos rata y CCN son otros cómics, más pequeños y baratos ($ 300 cada uno, o dos por $ 500), que ya llevan varios números y surgieron a partir de Oficinismo.
A diferencia de otras de estas publicaciones, cuyo contenido solo está en el papel, todas las tiras cómicas de Oficinismo están disponibles en internet y lo que hace el fanzine es recopilarlas. Denisse explica que lo hace por la satisfacción que le dar verlas impresas, para llegar a otro público —que no tiene redes sociales— y también ganar un poco de plata con su trabajo. Respecto del auge del formato, Denisse cree que tiene que ver con que confeccionarlos está ahora al alcance de muchas más personas, porque han bajado los precios de la impresión y los papeles. Eso puede verse en la cantidad de proyectos que existen, así como en su manufactura: ya no solo son fotocopias en blanco y negro, los hay a todo color y en papeles de distintos gramajes. "Lo otro es que el fanzine, como medio de comunicación, no tiene censura, así que es un buen territorio para discutir ideas y realidades que incomodan. Y se está usando. Recuerdo que cuando las Tetas Tristes empezaron a hablar sobre el aborto —hace dos años, creo— les cerraron el Facebook, porque la realidad de las mujeres, al parecer, es demasiado violenta para internet. Ahí el fanzine llega al rescate", dice.
(Instagram: @oficinismo)
Anotación Negativa
Anotación Negativa es un veterano. Este año cumple una década, ininterrumpida. La historia, dice su creador, Eduardo Andrade, es muy simple: tres estudiantes de cuarto medio de un liceo municipal que viven en Punta Arenas. "Tiene algo de biográfico, pero ya a estas alturas los personajes tienen personalidades propias, se me fueron de las manos". Comenzó a dibujarlo a los 14 años y en un principio era solo una revista fotocopiada. Pero ya lleva 80 números, y ahora son libros autopublicados que vende a cinco mil pesos.
Él dice que hay que separar la revaloración del formato de la motivación, o para decirlo más en simple, cree que lo importante para que una de estas publicaciones sea valiosa es que de verdad tenga algo que decir. "El fanzine se concibió como una herramienta de protesta y se mantuvo al margen como una resistencia de contrainformación. Creo que si tienes una motivación como esa, la valoración que puedan darte es algo secundario y quizás hasta se pueda prescindir de ella. Ahora, creo que el mayor problema es que a algunos lo que los mueve es la valoración, más que comunicar. Se ha ido por el tema estético, por el lado de la ilustración, y eso está muy bien, porque tiene que evolucionar, pero nunca hay que olvidar que el fanzine es algo humilde, que se hace con las propias manos y uno debe tenerle el cariño que se merece y no verlo solo como una herramienta para ganar popularidad".
(Facebook: @anotacionnegativa)
[caption id="attachment_789940" align="alignleft" width="214"]
Vicenta Mendoza, de Fanzinombre[/caption]
[caption id="attachment_789939" align="alignright" width="212"]
Elisa Alcalde, de Pequeño Zine Ilustrado[/caption]
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.