Acuerdo nacional factible y necesario
Parece más realista intentar un acuerdo capaz de dar gobernabilidad, pero acotado a aquellas fuerzas que privilegien la estabilidad y el progreso.
Es necesaria alguna forma de acuerdo nacional para sacar al país de su profunda crisis política y de la grave situación económica y social a que lo conduce la pandemia. El Presidente de la República ha venido haciendo insistentes llamados en este sentido para enfrentar la violencia que continuó tras el acuerdo para un proceso constituyente, y para concordar medidas en apoyo a una población que va a estar expuesta a carencias extremas.
En este contexto, se dio a conocer esta semana un documento elaborado por el diputado y presidente de RN Mario Desbordes y el senador socialista José Miguel Insulza con los temas a cubrir en un gran entendimiento para superar las dificultades del país. El llamado fue a un “acuerdo nacional en el que participen no solo actores políticos, sino que integre a gremios, sindicatos, empresas y organizaciones sociales” para asegurar la democracia y “reconstruir la economía y el tejido social” de un país que “no resiste una tercera crisis sucesiva pero que tampoco está para que nada cambie”.
Sería altamente deseable que el país avanzara en el sentido propuesto por ambos parlamentarios. La realidad, sin embargo, muestra que existen sectores del país que están por ignorar las normas democráticas y avanzar sus visiones extremas en base a la violencia. Por meses el país pudo constatar el apoyo de sectores políticos con representación parlamentaria a quienes atentaban gravemente en contra del orden público, legitimando la violencia e intentando crispar el funcionamiento democrático del país a través de la destitución de ministros de Estado e, incluso, del Presidente de la República.
Mucho más realista parece entonces intentar un acuerdo capaz de dar gobernabilidad, pero acotado a aquellos con verdadero interés en promover estabilidad y progreso en el país. Aparentemente, la posibilidad de avanzar hacia la masa crítica política que acerca a esos objetivos requiere, como han propuesto personalidades de la oposición, que los partidos de centro y centroizquierda refuercen su vocación y perfilen su real identidad tomando distancia de quienes estimulan la violencia e impiden los consensos necesarios.
Un acuerdo muy amplio sobre fórmulas para la superación de desigualdades y para el retorno al crecimiento -materias en que es razonable que se sostengan discrepancias y que se resuelvan democráticamente en elecciones- difícilmente podría tener, más allá de declaraciones retóricas, definiciones sustantivas, sin perjuicio de que el país no podrá soslayar el debate de cómo volver a poner en marcha la economía una vez que se supere lo peor de la pandemia. En lo inmediato, el acuerdo que urge es aquel que permita recuperar la capacidad de utilizar la fuerza pública para defender la institucionalidad de la violencia y asegurar que cada poder del Estado se restrinja a sus propias atribuciones y pueda ejercerlas. Si ello se consigue, ya sería un importante logro para el país.