En febrero de este año, unos pocos días antes de que terminara uno de los periodos alcistas más largos de la bolsa de Estados Unidos, estuve en Chañaral de Aceituno, una pequeña caleta, ubicada a unos kilómetros al norte de Punta de Choros y que está frente a la isla Chañaral, parte de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt. Con un poco de suerte de tu lado, febrero es un gran mes para avistar ballenas, un gran premio que se logra luego de un par de horas de navegación.

Fui con mi familia. Era un día soleado y sin viento. Tomamos nuestros salvavidas y nos subimos a una lancha de pescadores. A los pocos minutos de zarpar, la barca se vio expuesta a olas de entre 4 y 6 metros. De los tripulantes, no había ninguno con amplia experiencia navegando y rápidamente se empezaron a escuchar comentarios de preocupación. A los inexpertos, las condiciones meteorológicas de ese día no nos hacían presagiar este vaivén. El capitán sorteaba las olas con destreza y seguridad, compartiendo consejos para combatir el mareo.

Pero no fue suficiente. El oleaje seguía fuerte. La proa subía y bajaba vertiginosamente. Mi hijo mayor iba feliz, con la vista fija en las olas para ver si aparecía algún cetáceo, pero esa no era la sensación que predominaba entre los otros doce pasajeros. Casi todos estábamos pálidos. Algunos vomitaron y abiertamente deseaban no haberse subido. Otros se cuestionaban si en realidad tenían tantas ganas de ver ballenas.

Mi señora me miraba de reojo por haber tenido la “brillante idea” del paseo. Y yo vivía mi preocupación en silencio, sin confesarla.

Los últimos días de febrero empezó el “oleaje” en los mercados. Un sube y baja que, naturalmente, genera reacciones diversas, pero parecidas a las que vivimos en ese bote. Muchos se están cuestionando si de verdad estaban dispuestos a soportar este vaivén y ver que sus ahorros oscilan sin control. En este tipo de crisis, tenemos la oportunidad de aprender algo de nosotros mismos que en periodos de calma no hacemos.

En Chile, las administradoras de fondos y otros actores regulados estamos por norma obligados a perfilar a nuestros clientes. Es decir, debemos usar algún tipo de instrumento para estimar el apetito por riesgo de cada cliente, usualmente se hace con una encuesta. Por mucho que algunas administradoras tratamos de hacerlo más didáctico, esto es usualmente visto como un proceso burocrático por el cliente. Preguntas del estilo: “¿Qué harías si ves tus inversiones caer 20% en dos meses?, suelen ser respondidas con exceso de confianza, sobre todo si uno responde en medio de un periodo alcista. 

Vivimos un momento ideal para revisitar aspectos fundamentales de nuestra estrategia de inversión, pero que usualmente son considerados “fomes”. Por ejemplo, al invertir es muy importante entender nuestro perfil de riesgo como inversionistas y contar con un fondo de emergencia que las proteja ante una variación de nuestros ingresos en periodos en que la economía sufre. Estos son aspectos que usualmente son pasados por alto al momento de empezar a invertir. Hoy estamos en medio del oleaje de los mercados y tenemos viva la sensación que nos produce el sube y baja de ellos, y podemos discernir mejor que nunca si estamos dispuestos a tolerarla. 

Para terminar con la historia, luego de poco más de una hora de navegación que pareció eterna, casi al llegar a la isla Chañaral, aparecieron dos ballenas de aleta. Salieron a respirar unas cuantas veces, expulsaron su chorro de agua característico por su espiráculo (mi hijo me enseñó esa palabra). Con esa imagen, a todos los del bote nos volvió el alma al cuerpo impresionados por un espectáculo natural maravilloso. Recuperamos el color en la cara y volvimos a tierra felices. De los que íbamos en el bote, a algunos, el hecho de haber conseguido “el premio” los hará olvidar la sensación previa. Otros la recordarán, aprovecharán la experiencia y se prepararán para la siguiente aventura o, al menos, la elegirán mejor. ¿De qué grupo seremos nosotros?

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