Caída en popularidad del Mandatario
Una marcada característica del jefe de Estado en su reconocida honestidad intelectual, pero sus constantes arremetidas contra distintos sectores también le han pasado la cuenta.
En las últimas semanas, la aprobación de la gestión presidencial ha mostrado una caída importante -la última Cadem, por ejemplo, la sitúa en 26%, contra un 66% de desaprobación-, a partir de lo cual han surgido una serie de especulaciones sobre las razones de ello.
Una de las hipótesis que se ha esgrimido es que parte de su núcleo más “duro” habría comenzado a desencantarse, en particular por las recientes expresiones del Mandatario respecto del “perro matapacos” -uno de los mayores símbolos del “octubrismo”-, sobre el cual dijo que nunca se sintió representado, o por el discurso que ha enarbolado en materia de orden público, donde ha valorado el rol de Carabineros -decidor ha sido el respaldo que hasta aquí ha brindado al general Yáñez- como también el apoyo de las Fuerzas Armadas.
Ciertamente que ya como jefe de Estado el Mandatario ha debido echar pie atrás en varios de los predicamentos que defendió mientras fue dirigente estudiantil o diputado, comprendiendo mejor las complejidades que significa estar a cargo del gobierno. Estos cambios han sido sin duda fruto de un convencimiento, reflejo de la marcada honestidad intelectual que le caracteriza, de modo que cuando aflora en él una convicción no duda en impulsarla. Quizás la muestra más gráfica de ello fue que en el momento más álgido del llamado estallido social decidió firmar el Acuerdo por la Paz y la nueva Constitución, ello aun a costa de un fuerte costo personal y político, valiéndole duros reproches en su propio sector.
Pero esta misma convicción y honestidad intelectual con que actúa el Presidente también han traído aparejada una actitud muchas veces confrontacional, que no solo lo han llevado a polemizar con los “octubristas”, sino también con gremios empresariales, con medios de comunicación, o con diversos sectores políticos, lo que por cierto también produce un desgaste. Su última polémica fue por tratar de “coñete” a la banca, instando a que aumenten los créditos, para lo cual puso como ejemplo al BancoEstado, que según el Mandatario ha incrementado sus colocaciones y mejorado sus utilidades. En su llamado pasó por alto que esto no se trata de mero voluntarismo, sino que la banca debe cumplir con estrictas regulaciones de capital, y que las altas tasas de interés que mantuvo el Banco Central sumado al desempleo y la caída de ingresos han sido determinantes para enfriar los créditos. No es cuestionable que el BancoEstado juegue un rol social -esa debería ser de hecho su misión fundamental-como tampoco que el Mandatario quiera resaltarlo, pero es evidente que al arremeter de la forma que lo hizo -incluso pasó por alto que los retiros desde la AFP que él y otros impulsaron dañaron gravemente el mercado de instrumentos de largo plazo- terminó provocando una controversia innecesaria.
El episodio ilustra en todo caso lo que ha sido esta constante en el jefe de Estado, es decir, que su valiosa honestidad intelectual también lo ha llevado a su vez a confrontarse con muchos sectores, un factor que probablemente explica por qué le ha costado tanto repuntar en las encuestas, sumado a los problemas de gestión. El Mandatario haría bien en comprender que la defensa de sus convicciones no debería traducirse en constantes arremetidas y quiebres de relaciones, sino en articular, buscar caminos de negociaciones y gestionar mejor las diferencias.