Cambio de enfoque para programa Becas Chile

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Más que priorizar las universidades chilenas, se debería buscar un mejor equilibrio entre programas externos y locales, pero siempre teniendo presente que lo que debe primar es la calidad de la formación.



Días atrás, en entrevista con este medio, la ministra de Ciencia, Aisén Etcheverry, se refirió a la idea de repensar el programa Becas Chile, de tal modo de priorizar la entrega de recursos fiscales para la formación de posgrados en universidades nacionales, así como la creación de un fondo permanente para financiar la investigación en las mismas. Tras varios años de funcionamiento, es natural que se busque evaluar y, de ser necesario, repensar y reformular Becas Chile; no obstante, es importante tener en cuenta ciertas prevenciones.

El programa data del año 2008, cuando –bajo la administración de la Presidenta Bachelet- se creó un nuevo sistema que congregó todas las becas de posgrado destinadas a cursar estudios en el extranjero. El objetivo de esta iniciativa fue formar capital humano avanzado en todas las áreas, para que los graduados, a su regreso a Chile, pudiesen aplicar los conocimientos adquiridos y así contribuir al desarrollo científico, académico, económico, social y cultural del país. De acuerdo con el monitoreo de programas sociales, así como una evaluación encargada por la Dirección de Presupuestos hace algunos años, es claro que estas becas han alcanzado a numerosos beneficiarios; no obstante, al no existir un sistema de seguimiento posterior, no es posible verificar en qué medida ello se ha traducido en el logro efectivo de sus fines, es decir, en lo concerniente al aporte que los profesionales realizan al país. Por lo demás, es posible que, tras años de funcionamiento, el contexto haya cambiado y que los requerimientos actuales del país no sean los mismos que los de años atrás. Es por ello importante determinar, en primer lugar, si los objetivos que dieron origen al programa persisten.

En ese marco, aun cuando resulta pertinente analizar la posibilidad de reforzar los programas locales, cabe no perder de vista las ventajas que entrega estudiar un posgrado en el extranjero, particularmente por la posibilidad de entrar en contacto con áreas de punta en materia de conocimiento, o especializarse en materias que las universidades chilenas no consideran o respecto de las cuales hay muy poco desarrollo, y que luego se pueden traer al país. Si bien las entidades nacionales han sido capaces de desarrollar múltiples programas de posgrado en los últimos años, deben calibrarse apropiadamente los riesgos de destinar mayoritariamente estas becas en planteles chilenos, ante la posibilidad de que se sigan formando especialistas en áreas donde ya son abundantes los profesionales posgraduados, o sin tantas posibilidades de acceder al saber de punta. De allí que lo razonable parece ser buscar un adecuado equilibrio entre los posgrados extranjeros y nacionales. Ello debiera juzgarse en relación a la calidad del programa, así como a través de un análisis de costo-efectividad, pero siempre teniendo presente que lo que debe primar es la calidad de la formación y el aporte de la especialización al país.

Además de mejorar los sistemas de seguimiento, otro aspecto que se podría considerar es partir equiparando el monto y condiciones de los beneficios entregados para posgrados en universidades locales y extranjeras, toda vez que la disparidad que existe hoy entre unos y otros para financiar postgrados en instituciones locales podría estar desincentivando estudios nacionales en casos en que esto sea lo óptimo, considerando que los beneficios de Becas Chile son sumamente generosos.

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