Cambio de gabinete: oportunidad perdida
Resulta poco entendible que cuando un cambio de gabinete y ajustes en las subsecretarías ya están asumidos en el oficialismo y son urgentes de llevar a cabo, la decisión siga dilatándose.
Una serie de señales hacían suponer que enero sería el mes en que el Presidente de la República ejecutaría algún tipo de ajuste en el gabinete así como en las subsecretarías, antes de iniciar el receso de febrero. Ello, sin embargo, no ocurrió, por lo que cualquier cambio habrá de ser ejecutado a partir de marzo, es decir, cuando el gobierno cumpla un año de mandato.
Si bien un cambio de gabinete en plena época estival podría tener un efecto mediático acotado, cabría suponer que en el actual momento de desgaste y desorden que afecta al gobierno interesaría por sobre todo privilegiar la eficiencia y oportunidad. Un ajuste a fines de enero habría permitido a los nuevos equipos contar con a lo menos un mes para afianzarse y así llegar con los engranajes ajustados a marzo.
Es sin duda una oportunidad perdida que este tiempo no se haya aprovechado para avanzar en reestructuraciones que ya resultan incontenibles, sobre todo cuando el cambio de gabinete así como modificaciones a nivel de subsecretarías ya están plenamente asumidos. En esto no solo hay involucradas dimensiones de equilibrios políticos -ciertamente que no resulta indiferente cuál sensibilidad de izquierda es la que detenta preferentemente los espacios de poder-, sino que también hay una evidente necesidad de mejorar la gestión.
Algo que ha sido nítido a lo largo de esta administración es la desprolijidad y el amateurismo en la toma de decisiones relevantes, todo lo cual ha terminado por provocar un acelerado desgaste en la figura presidencial así como en la evaluación general del gobierno. En tal sentido, ha sido insólito que un área tradicionalmente muy bien evaluada por la ciudadanía como Relaciones Exteriores haya sido foco de constantes tropiezos, dañando uno de los grandes activos que tenía el país. En otros ministerios, que también suelen ser fuente de agendas muy vinculadas con la ciudadanía, como es el caso de Cultura, Mujer o Desarrollo Social, también se observa escasa capacidad para colocar agenda. Y la cartera de Educación, que debería ser un puntal clave, resulta evidente que no ha estado a la altura para hacer frente al aumento de la deserción de alumnos y el ausentismo escolar, ni para revertir la pérdida de aprendizajes producto de las extensas cuarentenas.
El Presidente Boric debe actuar con presteza y corregir cuanto antes estos errores de diseño, que no solo han llevado a que su propia figura se vea mucho más expuesta al haber pocos ministros con capacidad de contención, sino sobre todo porque están de por medio los intereses del país, que no pueden seguir dañándose producto de una gestión deficiente. Para esto resulta clave que exista un mejor equilibrio entre figuras jóvenes con aquellas de mayor tonelaje político y experiencia. En tal sentido, es sintomático que solo una fracción del gabinete logre un alto nivel de conocimiento, y goce de buena evaluación. Conforme con los datos de un reciente estudio de Cadem, solo seis ministros superan el 50% de conocimiento, mientras que diez presentan niveles de conocimiento de apenas 30% o inferior a dicho porcentaje (dos de ellos incluso por debajo del 20%), cifras que hablan de lo poco que ha logrado calar el equipo de gobierno.
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