Cambios de domicilio
Los números algo dicen. Los candidatos menos votados en las primarias legales del 18 de julio fueron Mario Desbordes e Ignacio Briones. Cada uno con 131.000 votos y fracción. Con esos números, cada uno de ellos habría salido triunfante en la consulta del sábado de Unidad Constituyente.
Como consuelo puede decirse que la participación fue escasa, pero al menos alguna hubo. Sin embargo, el fenómeno de fondo es que una parte significativa del electorado de centro viró hacia esa forma más genuina de centroderecha que encarna Sichel; mientras otra parte considerable del electorado de izquierda se deslizó hacia lo que Boric representa.
Cambiaron las culturas políticas de nuestro electorado y hubo quienes fueron más capaces de interpretarlo. Actores políticos que otrora dominaron el escenario, fueron incapaces de evolucionar con ellas, sin pagar el costo de abjurar de su historia. Las campanas están doblando por ellos.
Sin duda, no haber concurrido a las primarias legales les ha pasado la cuenta. Pero no fue así por alguna mala decisión. Fue consecuencia de brújulas perdidas e improvisaciones de última hora, que terminaron con portazos en las narices y reculadas bochornosas, cuando el tiempo para reaccionar había terminado. Sin duda, Yasna debería mejorar algo en las encuestas y su coalición salvó el riesgo de desaparecer. Sin embargo, es el escenario el que cambió. Un poco común cambio de domicilios políticos se vive en nuestra realidad.
La llamada “centroizquierda” hace rato solo existía en algún discurso que transmite poca convicción. La radicalidad de izquierda hegemoniza el espectro opositor. Y para que nadie se equivocara, el llamado compartido no era a diferenciarse, sino a clamar por “unidad” para derrotar al único adversario que distinguían: la derecha. El esfuerzo se puso en borrar fronteras, no en distinguirlas. No creo que sea por error. Para ganar la consulta, la realidad de su propia militancia, determinante en ella, los obligaba a radicalizar el discurso. No es fácil revirar ahora al centro, sin costos y fugas.
La cultura de derecha también vive un cambio de domicilio, con remezones, pero sin demoliciones traumáticas como las de UC. Todos los precandidatos de su primaria optaron por el vuelco al centro; y ganó, en votación masiva, aquel que mejor lo encarnaba; el más distante de la derecha tradicional. Es un cambio de su militancia y de sus votantes. Hasta la denominación Chile Vamos se ha dejado atrás.
Así las cosas, mientras la “centroizquierda” va quedando en un mero nombre que cada vez dice menos y otra izquierda se hace cultura dominante, así también, parece estar naciendo una “centroderecha” que esta vez, de verdad, podría llegar a ser más que un nombre. Estamos asistiendo a cambios de domicilio político que solo muy de tarde en tarde ocurren.
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