Chile y los megaincendios

Incendios Tomé
Imágenes de las consecuencias de los incendios forestales en la comuna de Tomé

El país debe empezar a internalizar que eventos masivos y altamente destructivos previsiblemente se harán cada vez más frecuentes.



Seis años después del megaincendio de 2017 -donde se quemaron cerca de 600 mil hectáreas, constituyendo en sí un hito que obligó a cambiar la escala global de mediciones de incendios, siendo el primero de “sexta generación”, -otra vez el país vuelve a enfrentar los estragos provocados por incendios masivos. Aunque en superficie quemada aún no se alcanzan los abismantes niveles de 2017 -hasta la fecha van del orden de 250 mil hectáreas consumidas-, en cambio se ha producido un considerable aumento de víctimas fatales -ya se contabilizan 26-, así como de viviendas destruidas, superando las 1.100.

La tragedia otra vez nos recuerda los devastadores efectos del cambio climático, donde el aumento de la temperatura promedio y la escasez de precipitaciones están creando condiciones propicias para eventos altamente destructivos. Chile es uno de los países que está recibiendo de lleno el impacto de este fenómeno, una de cuyas manifestaciones es el persistente aumento de los incendios forestales -en la última década algunas regiones han visto un incremento de más de 700%-, pero con el agravante de que éstos se pueden tornar altamente masivos y devastadores. El país debe empezar a prepararse para la posibilidad de que los megaincendios empiecen a constituir fenómenos de mayor recurrencia, lo que obliga a que tanto las capacidades para combatir los siniestros, así como la planificación territorial deberán estar acordes con esta realidad.

Luego de la “tormenta de fuego” de 2017, parece evidente que el país se encuentra mejor preparado para enfrentar los incendios forestales. Ello no solo se ha traducido en un cambio de la institucionalidad destinada al combate y prevención de desastres naturales, sino en el aumento de aeronaves -en la actual emergencia están operando cerca de 60- así como de brigadistas, los que han sido reforzados gracias a las ayudas que por estos días han prestado varios países. Es una buena señal asimismo que esta emergencia se esté enfrentando con un sentido más unitario, toda vez que los equipos del anterior gobierno se han reunido con los de la actual administración, a fin de compartir experiencias. Frente a la magnitud de la tragedia, no hay margen para actitudes pequeñas y el interés superior exige dejar de lado cualquier actitud de pequeñez o soberbia.

A pesar del aumento presupuestario de los últimos años, una vez que concluya la emergencia será necesario evaluar si los fondos destinados a estos fines son suficientes. Cabe tener presente que para enfrentar la emergencia de hace seis años tuvieron que destinarse más de US$ 300 millones, solo en lo que toca a la extinción del fuego.

Pero los megaincendios muestran que, a pesar del aumento de contingente y aeronaves, su extensión e intensidad hacen muy difícil que se puedan contener solo por medios materiales, por lo que poder anticiparse al fenómeno marca una crucial diferencia. Conforme lo indica el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, uno de los factores con alto potencial sinérgico en materia de incendios forestales es la creciente área de interfaz urbano-rural -esto es, zonas donde convergen o mezclan viviendas y formaciones vegetacionales-, así como el incremento de plantaciones forestales de especies de alta inflamabilidad. El estudio indica que cerca del 60% de los incendios se originan en áreas de interfaz urbano-rural, y en los últimos años estas zonas han aumentado debido al crecimiento poblacional y la expansión urbana.

Zonas densamente pobladas cercanas a bosques extensos, así como quebradas que acumulan malezas o son convertidas en basurales constituyen focos de potencial peligro que deben comenzar a ser abordados en la planificación territorial. Esto debe también ser reforzado con campañas educativas, que sensibilicen a la población sobre estos riesgos; asimismo, es fundamental redoblar la vigilancia y la persecución penal dada la participación humana detectada en el origen de la mayoría de los incendios.

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