Columna de Álvaro Pezoa: Es la realidad, no pesimismo ideológico

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Es la realidad, no pesimismo ideológico.


Días atrás, el Presidente Boric atribuyó la baja inversión nacional al pesimismo ideológico de los empresarios nacionales. Estos tendrían una suerte de sesgo negativo hacia el gobierno, consecuencia de un desacuerdo entre sus respectivas visiones sobre el orden sociopolítico. Sin desmedro de que estas puedan ser, en general, divergentes, la cuestión de fondo parece ser bastante más pragmática. Los empresarios suelen ser personas prácticas, que analizan el comportamiento esperable de múltiples factores para adoptar decisiones, en especial aquellas que determinan dónde, cuándo y en qué resultaría mejor invertir capital con horizontes de mediano y largo plazo. La rentabilidad del capital y el grado de seguridad asociado a los proyectos son variables determinantes al momento de analizar qué alternativas elegir, sin negar la existencia de otras.

Atendiendo a los criterios económicos y sociales básicos que son utilizados para decidir dónde asignar recursos a nuevas iniciativas de negocios, las razones que explican la caída de la inversión local resultan evidentes. Chile se encuentra muy lejos de ser la próspera y atractiva economía que fue hasta la primera década del presente siglo. Entretanto se han aumentado los impuestos, eliminado incentivos a la inversión, incrementado las regulaciones, se ha rigidizado la ley laboral, generado una auténtica crisis con las demoras en las obras debido a la denominada “permisología”, y otras medidas que han empujado en similar dirección. En su conjunto, el efecto ha sido diáfanamente negativo, hecho que queda reflejado en la expectativa de crecimiento tendencial de la economía nacional, la que no alcanza siquiera a 2% anual. En síntesis, un crecimiento del producto magro que, en el mejor de los casos, la mantendrá virtualmente estancada durante los próximos 10 años.

Lo señalado no es todo. El contexto sociopolítico del país se ha deteriorado enormemente durante el mismo periodo, generando incerteza y aumentando el riesgo de adjudicar medios a nuevas propuestas. La institucionalidad se ha debilitado ostensiblemente, la criminalidad y el narcotráfico incrementado en forma significativa, aumentado la corrupción, decaído el sentido de la autoridad, desplegado una inmigración descontrolada, etc. Al tiempo que se ha dejado de avanzar a buen tranco -y hasta retrocedido- en la solución de los grandes problemas que aquejan a la población (educación, salud, previsión y más). Si todo esto no bastase, el foco de atención de la opinión pública ha terminado por centrase en las noticias policiales, la corrupción en las altas esferas y los escándalos (sino delitos) sexuales de importantes personeros.

Si se desea revertir la senda actual, urge enderezar el rumbo que Chile ha venido siguiendo. Ello requiere de diversos esfuerzos, conscientes y mancomunados; muy especialmente, obliga a realizar un marcado giro en la conducción de sus destinos, esto es, en la forma de hacer política.

Por Álvaro Pezoa, director Centro Ética y Sostenibilidad Empresarial, ESE Business School, U. de los Andes

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