Columna de Andrés Bórquez: Chile en la transición hacia un nuevo orden mundial

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El sistema unipolar basado en el liberalismo institucional liderado por los Estados Unidos está quebrado. Las organizaciones internacionales son incapaces de persuadir a los actores (incluyendo al gran patrocinador) para que se cuadren en los asuntos globales clave como enfrentar pandemias, las reglas del comercio o la búsqueda de la paz duradera en los conflictos armados.

¿Qué observamos en sus piezas rotas? Inercias y acomodaciones de los actores mientras se define el próximo orden internacional.

Estamos en transición. Sobre lo que se viene nadie sabe con certeza. Sin embargo, podemos imaginar al menos dos escenarios posibles. Por un lado, el mundo puede organizarse mediante un orden bipolar en dos grandes polos que dominan el sistema mediante la competencia por los estándares internacionales y el control mutuo. Ya lo vivimos durante la Guerra Fría. Hoy estaría compuesto por las disputas crecientes entre Estados Unidos y China. Por otro lado, es posible que surja un orden multipolar compuesto por varios centros de poder con capacidad de influir en la gobernanza global. Estos polos no necesariamente estarán organizados por divisiones regionales, sino también económicas y geopolíticas. De configurarse este escenario, es verosímil proyectar un protagonismo de la India o Asean, disputando con China y Estados Unidos, pero también dimensionar articulaciones como el grupo Brics.

En cualquiera de estos escenarios, necesitamos prepararnos. Volvemos a la pregunta más elemental: ¿Qué hacer?

Lo primero es identificar las dinámicas que estarán presentes independiente del tipo de orden que prevalezca. Adelantemos dos: la fragmentación y el resurgimiento de la dimensión estratégica.

La fragmentación será un ejercicio creciente. Se irá marcando principalmente en la gobernanza digital y tecnológica, donde los países periféricos se verán más presionados por elegir las redes tecnológicas con las cuales se conectarán las próximas décadas. Esta transición se basará en el abandono de los combustibles fósiles por la irrupción definitiva de las energías renovables, base para abastecer la electromovilidad.

La idea de economías abiertas basadas en TLC se irá diluyendo por la emergencia de asociaciones focalizadas en planes de acción estratégica, las que incorporarán cálculos geopolíticos a la hora de concretar intercambios y canalizar inversiones.

Chile tiene una buena posición para enfrentar esta transición. Poseemos los principales minerales para la electromovilidad (cobre, litio y tierras raras). Tenemos el potencial disponible para liderar la generación de energías renovables como la solar y eólica. Además, contamos con una posición privilegiada en términos logísticos, al tener la llave del paso sur del Pacífico hacia el Atlántico y una puerta de entrada a la Antártica.

Estos elementos pueden ser la base para desarrollar resiliencia y evitar sucumbir al quiebre del antiguo orden internacional. Y entre sus piezas rotas, imaginar un nuevo lugar para Chile en el mundo.

Por Andrés Bórquez, profesor asistente, instituto de estudios internacionales, Universidad de Chile.

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