Columna de Ascanio Cavallo: El bautizo del mundo
Mañana y pasado mañana el Presidente Boric será introducido en la política global a través de la Cumbre entre la Unión Europea y la Celac, la entidad que reúne a América Latina y el Caribe. Es un buen bautizo, teniendo en cuenta tres cosas: 1) no se ha realizado ninguna cumbre de este tipo desde el 2015, cuando Europa era otra; 2) desde el 1 de julio, la presidencia de la UE pasó a manos de España, lo que también explica esta cumbre, y 3) un memorando reservado enviado el año pasado a todos los cancilleres europeos por el encargado de asuntos exteriores de la UE, Josep Borell, urgía dar “un salto cualitativo en las relaciones” con América Latina y el Caribe, fijando un plazo de 18 meses.
¿Europa era otra? Claro: el 2015 prevalecían las tendencias desintegradoras, identitarias y regionalistas. Putin devolvió a todos los países europeos a la cruda realidad del poder armado. Es probable que contara con que el desorden europeo impediría una reacción común, pero la invasión de Ucrania produjo el efecto contrario: la UE se unió férreamente contra la agresión rusa (con la única excepción de la Hungría de Viktor Orbán) y ha estado apoyando activamente al gobierno ucraniano. El memorando de Borrell tiene mucho que ver con eso y con lo que Timothy Garton Ash ha llamado “el imperio posimperial”, en referencia a la reconstitución de Europa como un poder federativo, que ya no tiene colonias, pero enfrenta la necesidad de unirse ante las nuevas grandes potencias mundiales.
El Presidente Boric tendrá menos posibilidades de dedicarse a España de lo que quizás hubiese querido, porque el Presidente socialista Pedro Sánchez convocó de manera fulminante a elecciones generales para el domingo 23 y, salvo que su maniobra veraniega lleve menos votantes, perderá a manos de la derecha y terminará su alianza con Podemos, la principal referencia española del Frente Amplio chileno. El viernes, Boric debutó ante los empresarios españoles con un discurso que, con bondad, cabe calificar de poco sustancioso y menos verosímil. Fuera de la simpatía que pueda suscitar el Presidente, no parece que ese lenguaje movilice torrentes de inversión extranjera. Antes hay que ajustar la caja mental de la mayor parte del gobierno, que a veces la hostiliza hasta sin darse cuenta.
Para variar, América Latina llega a la Cumbre dividida y sin un propósito común. Lula no sólo no ha condenado la agresión de Putin, sino que hasta ha pretendido mediar en el conflicto, en sintonía con la vieja pretensión de Brasil de situarse en las grandes ligas, cargando a la espalda a Sudamérica (lo que Sudamérica tampoco acepta). Las dictaduras de Nicaragua, Cuba y Venezuela, además de los gobiernos antiliberales -México, Colombia, Bolivia, Argentina-, han mostrado poco interés en defender a Ucrania, algunos por instinto antioccidental, otros por el amparo estratégico que ofrece Putin a pesar de una guerra que no le está saliendo como quiso.
De modo que Boric se verá enfrentado a una pregunta inmensa: ¿Dónde se ubica, dónde cree que está Chile, a qué pertenece este país? Por supuesto, siempre está disponible la opción jabonosa, la neutralidad al estilo Juan Antonio Ríos o la “no alineación” al estilo Frei, que es la que suelen preferir las cancillerías. Pero a veces ocurre que el mundo se mueve hacia una polaridad que termina por invadirlo todo, como ocurrió durante la Guerra Fría. Hoy pasa algo similar, en una especie de doble nivel: abajo, entre Estados Unidos y China; arriba, de manera más amplia, entre Occidente y Oriente. Este segundo nivel lo ha creado China, con su apoyo a la siempre desgarrada Rusia.
Europa trata de constituirse en el tercer actor –”cerca de Estados Unidos, Rusia abajo y China lejos”, como titularon dos articulistas de Foreign Affairs-, y relegar a Rusia al cuarto lugar. Pero todos ellos necesitan, de diferentes maneras, al llamado Sur Global, que incluye a África, América Latina y el Caribe y el Medio Oriente.
La escena europea es hoy el centro de las tensiones mundiales y América Latina, una prioridad que resurge episódicamente y suele resultar fallida por su endémica incapacidad de presentar una cara común. Europa redoblará sus esfuerzos para establecer algún tipo de tratado con el Mercosur, que ha fracasado reiteradamente por el choque de intereses entre Argentina y Brasil. Chile, en cambio, llega como puntero de la región, en proceso de ratificación del acuerdo de libre comercio más avanzado de todos. Sólo lo sigue México, que está en proceso de negociación.
Este privilegio lo ganó la lista de gobiernos anteriores, manteniendo una política exterior consistente, en manos profesionales y lejos de esas consignas que nunca se hacen cargo de la complejidad del mundo. La Cumbre es eso: un grueso caudal de intereses e ideas cruzadas. Todo lo que el gobierno tiene que hacer es sumergirse por un rato en ese Jordán.
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