Columna de Ascanio Cavallo: Pobres padres

Revolución Democrática


El filósofo estadounidense Stanley Cavell llamó esnobismo moral a esa tendencia del sujeto que cumple con su deber ético y se ufana de ello, como si nadie más lo cumpliera y como si, por esa razón, estuviese por encima de los demás. De esto se desprende, sigue Cavell, que el esnob siente que vive en una sociedad lamentable, inclinada a la corrupción.

El partido Revolución Democrática ha llegado a ser caracterizado por ese esnobismo, lo que ha de ser injusto para sus militantes. Y tienen razón esos militantes si ahora se sienten agredidos con especial saña por sus adversarios: nada, ninguna victoria ni derrota electoral, ninguna lucha interna, los había sacudido como en estos días. Tendrán que admitir, eso sí, que la trama que implica al entorno de la diputada Catalina Pérez con el Ministerio de Vivienda -que ahora parece revelarse como un coto de caza de RD- pone en cuestión todo el discurso de purificación exorcista que habían mantenido frente al pasado.

La corta vida de RD ya estaba marcada por aquellas declaraciones del ministro Giorgio Jackson en las que daba por cierta la superioridad moral de su generación, o de su partido (no era muy claro), por sobre las generaciones y los partidos (tampoco era muy claro) que estuvieron antes en el gobierno, lo que incluía a padres, madres, tíos y tías, suegros, padrinos y madrinas de muchos de los actuales gobernantes. Jackson explicó después que sólo le hablaba a un grupo “apolítico”, una palabra que en cualquier contexto debería resultarle, justamente, lamentable.

A este grupo de muy poca estima le hablaba de la superioridad de su propio grupo por sobre otros. Evangelizaba (de otro modo no se habla de moral). En aquella ocasión pidió disculpas ante la tole-tole que se armó, pero no hay duda de que había hablado con total sinceridad. Y esas disculpas sugerían que su grupo, inexperto en las impurezas, estaba empezando a aprender cosas tales como que las palabras también son acciones, como supieron Wittgenstein y Freud, y que a veces alcanzan un peso superior a los actos. Ahora, aquellas palabras son una cicatriz en el rostro de su partido.

La defensa inicial de la diputada Pérez, centrada en los “hombres grandes”, empeoró las cosas, porque pareció un esfuerzo inescrupuloso por separarse de dos personas más que cercanas a ella. Eso la hizo perder la vicepresidencia de la Cámara. Según Ex-Ante, además, uno de los “hombres grandes”, que encabezaba la Secretaría Regional Ministerial de Antofagasta, no limitaba su generosidad a la fundación Democracia Viva, sino que se extendía hasta el Maule, donde beneficiaba a otra fundación, Urbanismo Social, cuyo titular ahora también es seremi de Vivienda de esa región. Todos son militantes de RD. Imposible ignorar que la subsecretaria de Vivienda, Tatiana Rojas, también lo es.

Acaso sin percibir el problema que enfrenta, el presidente de RD, el senador Juan Ignacio Latorre, después de anunciar la expulsión de los “hombres grandes”, insistió en hacer notar que tal decisión se tomaba en función de “los estándares de probidad y transparencia que nos caracterizan”. En el contexto por el que atraviesa, bordea la broma.

Más temprano que tarde, su partido tendrá que hacer las pérdidas derivadas del escándalo, como lo han hecho otros partidos antes. ¿Que los motivos son injustos? Las investigaciones tendrán que decidir eso. Muchas de las airadas denuncias sobre corrupción que lanzó RD en el pasado sometieron a sus víctimas al mismo proceso. La justicia tiene una conexión muy débil con la política, si es que la tiene. Por ahora, RD tiene en riesgo a su coalición, al Ministerio de Vivienda y al gobierno.

Su problema de fondo no son las fundaciones alimentadas por el Ministerio de Vivienda, sino su situación existencial: como partido, ha estado siempre librando una batalla más cultural que ideológica, más mística que política, una lucha por el sentido de la historia que es un detritus de la derrota política del “socialismo real” en los años 90. Liberado de esa referencia, a la que no le hace ningún caso, se ha construido como una izquierda laica y puritana, cuya misión es denunciar la inmoralidad del capitalismo y del orden liberal, empezando por el pasado inmediato, esa deprimente época en que las cosas se hicieron de forma tan impura. No importa si hay que simplificar los hechos y levantar algunos mitos; tampoco hace falta entender procesos complejos. La historia religiosa, desde Eusebio de Cesarea en adelante, también ha sido selectiva. En cierto modo, RD es una víctima de la teologización de la izquierda.

Una cierta corriente del psicoanálisis, bien descrita por la periodista Janet Malcolm, consideraría que todas estas pretensiones morales no son sino transferencias de ideas primarias, pulsiones que en la infancia se tuvo sobre los propios padres y que se expresan más tarde en formas rencorosas. En esa línea psicoanalítica, todo ser humano las habría tenido.

Pobres padres.