Columna de Ascanio Cavallo: Un bravo domingo
En la misma línea de Chile Vamos -la otra coalición hegemónica en los años del sistema bilateral-, Unidad Constituyente, la difusa ex Concertación, obtuvo al final de este domingo el peor resultado de su historia. En una competencia de cuatro grandes listas para la Convención Constitucional, llegó cuarta. La superaron los independientes -aunque allí pueda haber algunas personas a las que sume a su molino-, Chile Vamos y la alianza PC-Frente Amplio. Esto no le había sucedido ni en sus momentos más frágiles. Tendría que interrogarse muy profundamente acerca de la línea que ha seguido para llegar a representar un (provisorio) 16,7% en el plano constitucional.
El matiz es que le fue razonablemente bien en los gobiernos regionales y comunales, donde se mide mejor la votación más estrictamente política, es decir, la fuerza territorial de los partidos.
Pero en la constitucional, a muchos de los partidos y coaliciones que mantuvieron sus estrategias históricas les fue tan sorprendentemente mal, que la centroizquierda podría encontrar consuelo en esa debacle que empieza por la baja participación electoral, bajísima si se considera la importancia y la novedad de a lo menos dos de los cuatro comicios del fin de semana.
Es evidente que Unidad Constituyente -un mal nombre, un nombre que sonaba a improvisación, tan malo como su derivado, “Lista del Apruebo”- ha desalentado a su público histórico o lo ha perdido a manos de una izquierda extraña, a la que se describe como polarizada, aunque esto es altamente discutible: los grupos y figuras más radicales -Unión Patriótica, Movimientos Sociales, Trabajadores Revolucionarios, incluso el Partido Humanista- tampoco lograron posiciones significativas. La ganadora neta es la misteriosa Lista del Pueblo, a la que nadie ha podido identificar con precisión en estas pocas horas; y, dentro de la alianza PC-Frente Amplio, la línea más victoriosa se la ha llevado Revolución Democrática, a la que sería inadecuado describir como ultra.
Visto en puridad, la Unidad Constituyente ha quedado más arrinconada que la derecha. Está más obligada a buscar un reacomodo para tener algo de incidencia. Y entonces se le abren dos caminos: o conserva su identidad o se suma a otros sectores que han mostrado más fuerza en este proceso. Esto no depende sólo de sus procesos de primarias parlamentarias y presidenciales, ni de sus candidatos, ni siquiera de sus programas, sino del horizonte político que puedan fijarse. Es claro que su estrategia concreta para estas elecciones no sólo fue un fracaso por sí misma, sino que probablemente, además, minusvaloró los movimientos de sus competidores.
La interpretación de las elecciones influirá decisivamente en las decisiones que los partidos deben tomar en las próximas horas. Una lectura gruesa, sin matices y sin detalles, envuelve la posibilidad de un tropiezo similar o peor en las megaelecciones de noviembre. Una fina, que tenga en cuenta la calidad de las señales que dieron en estas elecciones y la realidad material de su votación, podría contribuir a mejores resultados.
A menos que crea que está condenada.
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