Columna de Camilo Feres: Hora de crecer
Tras poco más de una década girando a cuenta del vuelito del vigor económico que nos puso en el podio de los países emergentes en los 90 y habiendo incluso llegado a coquetear con la idea del decrecimiento como estrategia de desarrollo, el año 2025 parte con un incipiente consenso en torno a la necesidad y urgencia del crecimiento.
Es cierto que se trata de un consenso circunscrito a una elite y muy particularmente a aquella que integran los economistas de la otrora llamada generación perdida -esa que quedó atrapada entre los líderes de la transición y la generación impugnadora del actual Presidente y que, de la mano de él, ha comenzado a retornar por sus fueros-, pero esto no es impedimento para que aspire a tener efectos políticos.
Venimos de un largo período en el que hemos reducido la acción política a la capacidad de los políticos para adecuar su discurso y acciones a las dos o tres demandas más importantes para las personas, sean estas medidas en encuestas o en los tópicos candentes de las redes sociales. Y sin desmerecer ese talento, lo cierto es que se trata de una habilidad absolutamente insuficiente para la gobernanza de un país.
Las elites tienen una función crucial en la construcción (y también en la destrucción) del marco de la conversación en la que discurre la política. Cuando, como apunta Gramsci, las clases dirigentes dejan de creer en aquello que creían, se despliega la crisis (…) “en la que se verifican los fenómenos morbosos más diversos”. Suena conocido, ¿no?
La contracara, en tanto, es cuando esas mismas elites tejen los bordes de aquello que se considera deseable, sin necesariamente coincidir en las fórmulas para alcanzarlo y logrando congregar a una diversidad de miradas dentro de ese rayado de cancha. No se trata de la maniquea política de los acuerdos, sino de algo más sutil, pero a la vez estable, más parecido a lo que Rawls denominó un consenso traslapado.
Es probable que la última experiencia que hayamos tenido de un consenso de ese tipo sea el marco de políticas y acción política que dieron sustento a la transición (tanto las virtuosas como las viciosas). Y también es evidente que en la ruptura de ese marco de acuerdo están los cimientos de la crisis política de la última década, marcada precisamente por la disputa de visiones que han concursado para reemplazarlo.
Pero las cosas parecen estar encontrando su cauce y de la desavenencia absoluta entre coaliciones, partidos, facciones y generaciones, nos estamos acercando a un período en el que emergen ciertos mínimos comunes entre las elites. La seguridad, la migración, el balance presupuestario, el problema de la dispersión política y ahora el crecimiento comienzan a aflorar como tímidos cimientos de un pacto posible para el desarrollo.
Hay un viejo aforismo jurídico que dice que las cosas se deshacen como se hacen. Imposible no pensar en ello cuando vemos que será precisamente la generación política que desestabilizó el consenso de la transición la que podría terminar santificando el nuevo orden.
Por Camilo Feres, director de Asuntos Políticos y Sociales de Azerta, y director ejecutivo de Descifra
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