Columna de Camilo Feres: ¿Por qué Tohá?

La ministra Carolina Tohá en la comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados.
La ministra Carolina Tohá en la comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados. Foto: Raúl Zamora / Aton Chile.

Si el Gobierno quiere mantener algo de conducción en la última milla, deberá intentar un proceso reglado y ordenado de competencia entre quiénes hoy componen su base de apoyo. Una carrera fratricida en el oficialismo volvería aún más agudo y dramático el proceso conocido como “pato cojo”.



La alianza que hoy llamamos Socialismo Democrático pasó de ser parte del problema a ser parte central de la solución. Pasó de ser un invitado clase B (con la poco feliz teoría de los anillos) a ser el soporte principal del gobierno en materias como seguridad, reactivación económica y relaciones con el Congreso. Y, en esta anomalía de un gobierno sustentado en dos coaliciones, el Socialismo Democrático ha sobrevivido como marca a su vecina Apruebo Dignidad que, tras sucesivos desengaños, pasó a disolverse de facto.

Esta cronología no solo da cuenta de la rehabilitación relativa de los vapuleados treinta años, sino que forma parte de una suerte de renacimiento para toda una generación que durante años pareció condenada a pasar a retiro anticipado como jamón de un sándwich entre la obstinada conducción de sus padres y la vehemente irrupción de sus hermanos menores. Este renacimiento, sin embargo, para convertirse en algo más que un paréntesis, requiere proyectarse más allá de la actual administración.

La carrera para posicionar las ofertas políticas que dominarán el siguiente ciclo parte en pocas semanas y la elección regional y municipal es solo una escala en ese viaje. La verdadera lucha por el posicionamiento y la disputa entre las distintas teorías sobre la mejor estrategia electoral y política de alianzas para afianzarse en lo que viene, se librará en torno a la elección parlamentaria y presidencial (teniendo en vista, como no, los resultados de la municipal).

Si lo que domina la escena para entonces es la idea de la inevitabilidad de un próximo gobierno de derecha, la estrategia de la mayoría será hacia los nichos electorales que les permitan parapetarse en el Congreso. Esta disputa es, por definición, fratricida, porque los cercos electorales entre los aliados suelen ser difusos. Si, en cambio, al oficialismo se le insufla algo de esperanza de un triunfo presidencial, esos intereses, aunque no se diluyen, se ordenan y organizan en función de objetivos mayores.

Por su parte, si el Gobierno quiere mantener algo de conducción en la última milla, deberá intentar un proceso reglado y ordenado de competencia entre quiénes hoy componen su base de apoyo. Una carrera fratricida en el oficialismo volvería aún más agudo y dramático el proceso conocido como “pato cojo”. Para esta tarea sin duda ayuda que en el amplio arco de la centroizquierda no exista aún una figura más grande que Boric, pero el presidente no podrá ser candidato y esa realidad impone una urgencia cada vez mayor para encontrar la sucesión.

Y en la confluencia entre los intereses de conducción y proyección del actual gobierno y la necesidad de dotar de sentido de trascendencia al socialismo democrático, se encuentran los caminos que conducen a Carolina Tohá como carta presidencial. La hoy ministra es una de las más articuladas portadoras del discurso de continuidad histórica del socialismo, desde Allende a Boric -pasando por Lagos y Bachelet- y cuenta también con las condiciones políticas para enarbolar un discurso de futuro para esa tradición.

Por estos días los esfuerzos de varios actores políticos se han centrado en saltarse este proceso. Por distintas razones, actores dentro del oficialismo y la oposición han encontrado que el atajo de pasar de Boric a Bachelet como figura principal de la centroizquierda, resulta suficientemente cómodo o beneficioso según sea el caso. Pero en política -y en la vida- no siempre el camino más corto es el mejor.

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