Columna de Carlos Correa: La amenaza autoritaria
Entre tanto chats de estos días, pasó casi inadvertida la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), que será la única que harán antes de los resultados electorales de fines de octubre. Algún titular sobre la creencia del mal de ojo anduvo por algún medio, pese a que tenía un asunto más grave , la plena desconfianza en la política y en la democracia. La tormenta de chats que vendrán y el empate eterno relacionado con filtraciones de los audios de Hermosilla o los casos Convenios no ayudarán mucho a despejar el asunto.
En primer lugar, un 58% opina que la situación política es mala. Esto es pese a que ya se aclaró el tema constitucional y las contiendas que vivimos a partir de 2019 se han apaciguado. Los antiguos contestatarios hoy son nobles funcionarios de gobiernos y solo conservan los tatuajes de aquellos rebeldes. También la situación económica se ha calmado, domando a la inflación que era la principal amenaza económica sobre Chile. La discusión sobre los retiros de las AFP se terminó con un sonoro rechazo, a diferencia de años anteriores y ni siquiera fue polémica. Aún, así prima la inconformidad.
Prueba de ello es que el 31% opinan que a la gente como uno les da lo mismo un gobierno autoritario que uno democrático, con una caída sustancial en la preferencia por la democracia. Ese solo número si se llegara a concentrar en un candidato, podría darle espacio suficiente para llegar a segunda vuelta. La sola discusión que las soluciones a las crisis son autoritarias, reflota pesadillas que parecían terminadas a partir de 1990.
Aumenta quienes están dispuestos a sacrificar libertades a cambio de mayor seguridad ciudadana. Ahora el deseo autoritario es distinto al de 1973, donde estaba dada por las condiciones de la Guerra Fría y un país polarizado. La aspiración es mano dura contra la delincuencia pasando por encima de los derechos humanos. Nunca la democracia chilena, ni siquiera en pleno estallido o durante la fiebre constitucional, estuvo tan frágil como ahora.
El estallido social es visto como un momento negativo por la mayoría de las personas, pese a que muchas de las demandas de entonces siguen vigentes. La inoperancia de la Convención Constitucional y del Consejo Constitucional, donde las mayorías circunstanciales propusieron textos partisanos, generó una irritación en los ciudadanos. Si no son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos, difícilmente podrán resolver los problemas concretos de las personas.
En la misma encuesta, el 53% no tiene resuelto por quien votar en las próximas municipales, que es un balde de agua fría en la supuesta ventaja de la que se ha vanagloriado la oposición. Si llega a parecerse a la aprobación del gobierno, pueden ganar, pero el riesgo real es que se parezca a lo que lo que los ciudadanos piensan de la política y la democracia.
El evento electoral que viene será una ruleta, con la posibilidad de independientes marcando el ritmo de los resultados. Debido a que han sido predictoras de lo que pasa en las elecciones presidenciales, un triunfo del descontento abre el espacio para candidatos que estén contra el sistema. Pero esta vez no serán de la Lista del Pueblo, sino desde el autoritarismo. Las cosas que hoy parecen certezas podrían diluirse. Es importante recordar que en la encuesta Criteria previa a la elección municipal de 2021, las tres primeras mayorías eran Jiles, Jadue y Lavín. Ninguno de los tres llegó siquiera a la papeleta de primera vuelta.
Por Carlos Correa Bau, Ingeniero Civil Industrial, MBA.
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