Columna de Carlos Correa: La cuenta de la cuenta

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La cuenta pública presentada por el Presidente Boric tuvo entre otras novedades, dos que hay que destacar. En primer lugar, el mandatario repitió la cadena nacional en horario prime, en una puesta de escena que incluía libros adecuados y un tazón con su mascota, para hacer un resumen emotivo de su discurso de dos horas. Prefirió hacer algo más digerible para el gran público que sólo un gran discurso con cifras y más cifras. La segunda novedad es más llamativa aún, pues posterior a su cadena salieron varios ministros planteando cosas distintas, matizando las ofertas que hizo, planteando derechamente puntos contradictorios. Varios arquearon las cejas, echándole la culpa a que no hubo minuta, pese a que, en otro hecho inusual, alguien de La Moneda, cercano al Presidente filtró dicho documento.

¿Qué explica una cuenta pública con estos enredos no vistos con anterioridad? Estábamos acostumbrados a que solo minutos antes de partir el discurso, este llegaba a los medios bajo embargo, y las minutas que se reparten después no se filtraban. Así veíamos un despliegue de infantería de ministros, autoridades y parlamentarios cercanos reforzando lo que decía el Presidente. Acá los asuntos son tan distintos que la ministra de Interior en una entrevista del domingo a este medio dedica más tiempo a hablar de sí misma que a la hoja de ruta que se presentó el 1 de junio. En el mismo tono, el ministro de Transportes en una entrevista a Radio Cooperativa puso en duda uno de los anuncios más potentes relacionados con una nueva política ferroviaria y en especial el congestionado eje Santiago-Valparaíso.

Una explicación posible es el estilo del Presidente Boric, no acostumbrado a los verticalismos de quienes le antecedieron en el cargo. Su propia historia política habla de maneras más horizontales de construir el poder y, por tanto, no hay absolutamente ningún problema en el hecho de que quienes están a cargo de sus carteras tengan visiones distintas, o que su propia ministra del Interior apueste más por su sobrevivencia.

Una segunda posibilidad es que el Presidente, leyendo los tiempos polarizados que vienen en el plebiscito de salida, haya optado por un discurso no ejecutivo como sus antecesores; sino una especie de sueño de futuro. Será la sociedad en conjunto incluyendo ministros e involucrados de todo tipo, la que tendrá que discutir como aterrizar dichas propuestas. Es una manera curiosa de apropiarse de la agenda, pero generó discusión suficiente por varios días, así que al menos en ese punto, se cumplió el objetivo.

Para quienes vienen de gobiernos de centroizquierda esto les parece un verdadero arroz con mango, pero los tiempos han cambiado. El gobierno no tiene mayoría parlamentaria y ha apostado por una coalición con dos anillos de poder, donde en el más cercano están sus propios compañeros de ruta, acostumbrados a la cultura de la asamblea. También, jugársela por una idea unitaria en la previa de una campaña candente donde se juega nada más y nada menos que la Nueva Constitución es una movida audaz.

No es primera vez en su vida política que el Presidente sorprende con sus pasos a analistas y políticos veteranos. Y en las anteriores, le han resultado. Dos ejemplos claros son la firma del Acuerdo de noviembre o ir a la primaria contra el duro alcalde de Recoleta. En esta ocasión también hizo un diseño muy distinto al que podría esperarse y hay que reconocerle nuevamente su capacidad para quebrar los esquemas de antaño.