Columna de Cristián Valenzuela: Un nuevo comienzo

Kast

Más que recomendar acciones o intentar fijar enseñanzas para otros en el sector, lo que hay que hacer es analizar la propuesta Republicana, valorar sus aciertos y enmendar sus errores, pero dejar de tratarlo como un fenómeno de nicho, extremo o pasajero.



El contundente e inesperado triunfo del Partido Republicano en las elecciones de Consejeros Constitucionales marcará un antes y un después en la política y particularmente, en la derecha chilena. Los más de 3.4 millones de chilenos que apoyaron a los candidatos republicanos en todo Chile, representan no solo el avance más significativo de cualquier partido del sector en la historia reciente, sino también es un hito en sí mismo, al alcanzar un apoyo pocas veces visto en la política local.

¿Significa esto que los chilenos son mayoritariamente Republicanos? ¿Significa esto que la centroderecha va camino a la extinción total? No, para nada. Ni conclusiones apresuradas ni sentencias tan categóricas. El triunfo del Partido Republicano se explica por una serie de factores, que paso a describir, y seguramente a muchos otros más, difíciles de desentrañar por ahora.

Primero, el fracaso del gobierno. En poco más de un año, el Presidente Boric a través de una gestión desastrosa y una evidente impericia política, logró lo que muchos creímos imposible: convertir un triunfo presidencial histórico, en un comienzo de gobierno deplorable. Creer que el desempeño del gobierno no influyó en el resultado electoral, es negar completamente la realidad.

Es el Partido Republicano el que con claridad ha liderado la oposición al gobierno del Presidente Boric. Esto no se mide en apariciones en la prensa, proyectos de ley o anuncios de interpelaciones o acusaciones al gobierno. Es una mezcla de todo aquello, pero guiados por una consistencia en el actuar, un rumbo definido y una convicción profunda de quienes lo llevan a la práctica. Si los chilenos decidieron votar en contra de un gobierno, eligieron a quien logró ejercer, en el marco de una oposición democrática y responsable, ese oficio de mejor manera.

Segundo, la agenda. Hoy los temas urgentes de Chile no son el cambio constitucional, la crisis climática o la disputas ideológico-identitarias. Todo lo contrario, son la economía estancada, la inseguridad y el narcotráfico, la inmigración ilegal y la crisis social, reflejada principalmente en temas de educación y salud.

La agenda de Chile es también la agenda del Partido Republicano. Ni cambio constitucional ni luchas identitarias han formado parte de las propuestas o discusiones que se potencian, y en cambio, ha emergido la pulsión por recuperar y reconstruir nuestra seguridad, la economía y las urgencias sociales a las crisis que nos definen en esta era.

Tercero, la política y las convicciones. No es que los chilenos rechazaran la política de manera transversal, sino que el hastío y el agobio con “lo político” se relaciona más con un modo de ejercerla y la sensación de incoherencia e inconsistencia de quienes la ejercen.

Como ningún otro en esta elección, los Republicanos apostaron por la política y se identificaron con orgullo y sinvergüenza con los colores, propuestas y el estilo Republicano. Mientras otros se disfrazaron de patriotas con copihues y banderas; o donde otros ocultaron sus logos y rehuyeron de sus emblemas; los Republicanos reivindicaron la política con sinceridad y eficiencia, marcando el rumbo de su apuesta electoral.

Cuarto, las ideas. ¿Es Chile un país de izquierda? ¿Se viene la regresión conservadora? Son algunos de los planteamientos que surgieron hace un tiempo, y otros que aparecerán en lo inmediato. Pero ni una ni otra afirmación es perfecta, en la medida en que propone un reduccionismo de la compleja evolución de la sociedad chilena. Por muy impopulares que aparecieran, el Partido Republicano ha defendido sus ideas y convicciones sin medir resultados ni apariencias. Sea en 40 horas, retiros de pensiones o la defensa de la vida, los Republicanos han transparentado su proyecto con franqueza y asumido los costos (o beneficios) de su política directa. Esa esa coherencia la que hoy rinde frutos y más de lo que se piensa.

En estos cuatro ámbitos, la propuesta del Partido Republicano ha sido nítida y se expresó de manera contundente para marcar una diferencia importante con sus compañeros de barrio, lo que hoy podría explicar tan holgadas diferencias. Más que recomendar acciones o intentar fijar enseñanzas para otros en el sector, lo que hay que hacer es analizar la propuesta Republicana, valorar sus aciertos y enmendar sus errores, pero dejar de tratarlo como un fenómeno de nicho, extremo o pasajero, porque si hay algo que quedó claro, es que los Republicanos llegaron para quedarse y son millones a quienes hoy interpretan.

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