Columna de Cristián Valenzuela: Yo amo a Bukele

FILE PHOTO: El Salvador President Nayib Bukele speaks during a news conference in San Salvador
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele. REUTERS/Jose Cabezas/File Photo


Solo hay una forma de hacerlo”, escribió el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, comentando un mensaje de la Policía Nacional que daba cuenta de que, el pasado viernes 27, El Salvador contabilizaba cero homicidios durante el mes de diciembre. Una comunicación que ha venido haciendo reiteradamente por sus redes sociales desde junio de 2019, cuando asumió como Presidente de El Salvador y con mayor intensidad a partir de marzo de 2022, cuando comenzó el régimen de excepción en el país. En El Salvador, desde que asumió Bukele, se cuentan los días sin homicidios y no los homicidios que se cometen cada día, como ocurre en Chile.

Quizás por esa razón, uno de cada tres chilenos (35%) lo elige como el líder extranjero que más le gusta según el Balance 2024 de Descifra. Un 42%, según Cadem, desearía que el próximo Presidente de Chile tenga un estilo similar a Bukele, quien en la misma encuesta tiene una imagen positiva de un 81%. No hay ningún otro líder internacional que tenga tanta adhesión entre los chilenos como Bukele, y no hay recuerdo, en la historia reciente, de alguien que haya alcanzado tal nivel de consenso.

Gráfico Bukele

¿Por qué los chilenos aman a Bukele? ¿Qué es lo que ha logrado Bukele en su pequeño país que ha impactado tan favorablemente en la opinión pública chilena?

Fue en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre del año pasado, cuando Bukele afirmó que El Salvador “pasó de literalmente ser el país más peligroso del mundo a ser el más seguro de Latinoamérica”. Y tiene razón, si uno elige confiar en los resultados oficiales que incluso sus más enconados adversarios reconocen como efectivos.

En el año 2015, más de 6.000 salvadoreños fueron asesinados entre enero y diciembre; en el 2018, fueron más de 3.300. La tasa de homicidios, aquel indicador internacional que permite comparar los niveles de violencia entre los países, oscilaba entre 30 y 100 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Seis años después, la realidad es completamente distinta. Como afirma Bukele, El Salvador es el país más seguro de Latinoamérica, con una tasa de homicidios en 2023 de 2,4 asesinatos por cada 100 mil habitantes, como resultado de los 154 homicidios registrados oficialmente. Efectivamente, en menos de cinco años pasaron de tener más de 3.000 muertos al año, a solo 154, una cifra que este año podría llegar a poco más de 100. Impresionante.

En este país pasamos 30 años siendo acribillados, asesinados, renteados, violados, extorsionados, amenazados y viviendo en zozobra y nadie dijo nada, pero de repente agarran a los que matan, a los que rentean, a los que violan, y de repente hay que ver los derechos humanos de ellos, sí, tendrán derechos humanos, pero son más importantes los derechos humanos de la gente honrada”, afirmaba el Presidente Bukele a medio camino de su gobierno, poniendo el acento en la hipocresía de la clase política que se llenaba la boca hablando de derechos humanos de los delincuentes, pero que poco hacía para defender los derechos humanos de las víctimas de la delincuencia y la violencia. Por lo mismo, puso toda la fuerza del Estado y de las instituciones al servicio de una guerra sin cuartel contra la delincuencia, el narcotráfico y las pandillas. Eligió la libertad de la gente, no de los delincuentes.

En Chile, hemos seguido el camino completamente inverso. Antes, un país seguro y tranquilo, hoy se ha convertido en un refugio para organizaciones criminales, un laboratorio para la elaboración de drogas y un paraíso para delincuentes y narcotraficantes. Hoy, en Chile, el imperio de la ley no está vigente en todo el territorio y las autoridades no pueden imponerse en las cárceles y barrios donde el crimen organizado es más fuerte. Hoy, en Chile, los derechos humanos de los delincuentes valen más que los derechos humanos de los chilenos comunes y corrientes, que viven encerrados en sus casas y que tienen miedo de salir a la calle, ir a una plaza o subirse al auto, por temor a ser asesinados, violados o brutalmente vandalizados.

Los datos así lo demuestran. Durante años la tasa de homicidios en Chile se acercaba más a cuatro muertes por cada 100 mil habitantes y hoy supera con largueza los seis asesinatos por cada 100 mil habitantes. Un aumento “insignificante” dirán algunos, o una “exageración” de la ultraderecha, agregarán otros. Pero el cambio no solo es cuantitativo, con un aumento de casi un 50% en pocos años, sino que cualitativo, por el tipo de muertes y violencia importada de otros países que estamos observando. Sicarios, asesinatos por encargo, descuartizamientos y crímenes extremadamente violentos que están cambiando la configuración criminal del país y que nos están llevando a un precipicio sin retorno en materia de seguridad.

Los números de este gobierno son el mejor reflejo de ese deterioro. Durante el gobierno de Sebastián Piñera, según los datos oficiales de la Subsecretaría de Prevención del Delito, hubo más de 3.700 homicidios, con un promedio de 950 por año. En el gobierno de Gabriel Boric, en solo tres años, vamos a superar los 3.700 homicidios, con un promedio de 1.250 al año. ¿Qué significa esto? Que cuando se acabe el gobierno, de no mediar un cambio radical en la estrategia de seguridad el año que viene, serán más de 5.000 los asesinados durante el gobierno de Gabriel Boric, convirtiéndolo en el más sangriento en la historia reciente de Chile.

Margaret Thatcher alguna vez fue consultada si convertiría el combate al crimen en un eje principal para su próxima campaña electoral y su respuesta fue contundente: “No, yo no voy a hacer del combate al crimen un tema de campaña, son los ciudadanos de Gran Bretaña los que lo van a convertir en un tema de campaña”. Porque para Thatcher, sin el imperio de la ley no puede haber libertad, y cuando ello ocurre, el miedo se toma el espacio público y no hay seguridad en las calles, las familias se sienten inseguras en sus casas, los niños están en riesgo y los criminales prosperan al igual que los violentos que florecen en la impunidad. La seguridad no es un invento en la campaña electoral, la seguridad es una prioridad de la ciudadanía que tiene una gran incidencia electoral, y por eso Bukele tiene el apoyo que tiene, dentro y fuera de El Salvador.

¿Y cómo lo hizo Bukele? ¿Es llegar y copiar/pegar una receta mágica para derrotar al crimen organizado?

Ciertamente no. Como le ocurrió al Presidente Noboa de Ecuador y a tantos otros que han buscado imitar su estilo, pero no han obtenido los mismos resultados, el combate al crimen organizado necesita un plan integral y requiere adaptarse a la realidad de cada país. Pero hay ciertos ejes básicos que pueden servir de orientación y que han dado resultado.

Primero, se requiere liderazgo a la cabeza del gobierno y un sentido de responsabilidad y sacrificio personal, por las consecuencias que acarrea tomar ciertas decisiones. No basta decir que van a ser “unos perros en la persecución de la delincuencia”, si es solo una frase para la galería que no se traduce en compromisos concretos. ¿Qué tipo de perro pretende ser un Presidente que no apoya financiera y jurídicamente a las fuerzas de seguridad para que hagan su pega? ¿Un dóberman o un poodle?

Bukele, en cambio, asumió un compromiso personal con los resultados de su estrategia de seguridad y entiende los costos que ello conlleva. “Yo cambié mi seguridad por la seguridad del país, porque ahora el país es seguro, pero el inseguro soy yo, porque ahora los narcos, los pandilleros, los criminales, las mafias, hoy quieren hacerme daño a mí”, afirmó en una entrevista reciente, y es una pregunta exportable a Chile: ¿Cómo se sienten los delincuentes, los narcotraficantes y los miembros del crimen organizado luego de tres años de gobierno de Boric? ¿Más seguros o inseguros? ¿Tienen ganas de hacerle daño al Presidente? ¿Lo ven como una amenaza siquiera?

Segundo, para tiempos extraordinarios se requieren medidas extremas. No es usual que un país lleve dos años en régimen de excepción por temas de seguridad, ni tampoco es normal que en menos de 12 meses se tenga que construir una cárcel para 40 mil reclusos de máxima seguridad. Pero son medidas que han sido necesarias para lograr los resultados que se observan. ¿Se han cometido errores? Sí. Alrededor de un 10% de los 80 mil detenidos en este período eran inocentes. ¿Cómo responde Bukele? “Dicen que hemos encarcelado miles, pero en realidad hemos liberado a millones”, marcando el contraste entre El Salvador dominado por las maras y un país que hoy goza de niveles de seguridad y tranquilidad que nunca había tenido en su historia.

En Chile también llevamos dos años bajo un régimen de excepción, específicamente en la Región de La Araucanía, y si bien los atentados han disminuido, la amenaza del narcoterrorismo sigue vigente y hay zonas, en la Macrozona Sur, donde no impera el Estado de Derecho y el Estado simplemente no puede entrar. La población carcelaria en Chile ha aumentado un 50% en los últimos años y vive en condiciones de mayor hacinamiento y descontrol que en El Salvador. Pero en ese país, a diferencia del nuestro, las cárceles están bajo control estricto y el crimen organizado no sigue operando desde la prisión. En cambio en Chile, el zar antidelincuencia está preso, acusado de violación.

Finalmente, se requiere un plan integral y la decisión política de combatir el crimen organizado con toda la fuerza posible, instalándolo como la primera y casi exclusiva prioridad del gobierno. Mientras el Presidente Boric lee poemas, escucha vinilos, recorre la ciudad en bicicleta o sale a navegar en un rompehielos, el Presidente Bukele ha dedicado el ejercicio de su gobierno a liberar a millones de salvadoreños del yugo de las pandillas. Y los resultados están a la vista.

Hay muchas historias, cuestionamientos y reparos que se le pueden hacer a la gestión de Nayib Bukele, pero está columna no está escrita para agradar a los que lo odian, sino para intentar explicar por qué los chilenos lo quieren. Hoy la seguridad, así como le fue hace seis años en El Salvador, es la principal urgencia de los chilenos y más que nunca están dispuestos a sacrificar sus libertades para que delincuentes, narcotraficantes y miembros del crimen organizado la pierdan. Y esa es la razón por la que millones de chilenos aman a Bukele.

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