Columna de Cristóbal Osorio: A no caer en la “Trumpa”, como Petro

Cuál es la relación comercial entre Estados Unidos y Colombia (y qué podría pasar con una disputa comercial)
Fotos: REUTERS.


El último encontrón entre los presidentes de Colombia y Estados Unidos, Gustavo Petro y Donald Trump, demostró dos cosas de las que tenemos que sacar lecciones. La primera, que el mundo está en un estado de crispación tal que los conflictos están emergiendo a la misma velocidad con que se rebaraja el nuevo naipe de poder. La segunda, la prudencia parece ser un valor capital para países como los nuestros.

Petro -quien sabe por qué- creyó que envalentonarse con Trump era una buena idea, y prohibió la llegada a suelo colombiano de aviones cargados con migrantes nacionales deportados por Estados Unidos.

En respuesta, el nuevo Presidente de Estados Unidos -quien hizo campaña fundamentalmente diciendo que expulsaría a todos los migrantes ilegales- reaccionó con fuerza e impuso aranceles de 25% a los productos colombianos, entre otras medidas. Algo capaz de ‘hacer crujir’ la economía colombiana y desestabilizar a este presidente de izquierda, en un país con estructuras sociales de derecha.

Petro hizo un amago de guerra comercial, anunciando -a su vez- alza de aranceles para los productos estadounidenses, pero la Cancillería colombiana entendió que era un suicidio, y buscó la manera menos humillante para recular. Al final, los deportados colombianos llegarán a Colombia, solo que algunos de ellos lo harán en el avión presidencial de Colombia.

A veces se escucha que Petro es un referente para el Presidente Gabriel Boric. Si es así, espero que haya tomado nota, y no se tiente a hacer parte a Chile de conflictos tan grandes como la masiva migración norte-sur, ni se enemiste con potencias rabiosas en peleas que no puede ganar.

Algo que ya debiese estar en el playbook de la Cancillería chilena, si ha tomado nota de la frustrada licitación de los pasaportes a la empresa china Aisino, y la capacidad de Estados Unidos de torcer la voluntad de Chile por el mero expediente de solo sugerir que puede poner fin al programa de Visa Waiver, con lo que arruinaría los intereses de miles de empresarios y trabajadores chilenos vinculados a los mercados estadounidenses.

Además, la situación de Chile, como un país receptor de migración masiva, haría incómodo cualquier apoyo gestual o simbólico a los países latinoamericanos que comenzarán a sufrir las consecuencias de las políticas trumpistas. Ya lo señaló Evelyn Matthei, quien comprendió que en Chile el discurso antiinmigrante paga mucho más que el latinoamericanista, por lo que apoyó el “derecho a deportar” de Estados Unidos.

En cambio, Chile sí tiene que dar otras peleas a nivel diplomático, como lo es la defensa de la soberanía del Canal de Panamá de las amenazas del mismo Trump por recuperarlo para Estados Unidos.

En este punto, la región tiene que hacer frente común a amenazas imperialistas e ilegales, pues de lo contrario peligra la seguridad geoestratégica de todos y el derecho internacional que defiende a los chicos de los grandes.

A no confundirse y elegir bien las batallas.

Por Cristóbal Osorio, profesor de Derecho Constitucional, Universidad de Chile

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