Columna de Cristóbal Osorio: Bachelet-Matthei, ¿un binomio para volver a creer en la política?
El impulso con que vienen Michelle Bachelet y Evelyn Matthei, sumado al reciente informe del PNUD, nos invitan a una reflexión sobre la necesidad de renovar la política, más allá de sus rostros. Por un lado, Bachelet y Matthei están en la pole position de la carrera presidencial. Ambas son políticas experimentadas, de trayectorias conocidas e hijas de generales de Aviación. No puede ser casual.
Por el otro, los investigadores del PNUD -quienes dan seguimiento a los informes de 2014 y 2015- concluyen que la desazón persiste, así como la percepción de la necesidad de cambios, aunque los chilenos quieran ahora que estos sean graduales. ¿El problema? La misma ancha brecha entre ciudadanía y élites, que lleva a una crisis de credibilidad de la política.
¿Son las opciones de Bachelet y Matthei una suerte de respuesta a eso que Carl Jüng llamó “inconsciente colectivo”?
Tal vez ambas simbolizan pulsiones de la sociedad chilena que el mismo reporte muestra. Los únicos grandes consensos que registra el PNUD son “la amplia adhesión a la igualdad de género y la preferencia por una respuesta punitiva frente a la delincuencia”. Algo que calza bien con la trayectoria política de ambas y su relación con los uniformes. Elementos tal vez subyacentes al hecho de que la ciudadanía las intuye como candidatas “naturales”.
Además, la preferencia por el gradualismo, por sobre la pulsión por cambios rápidos (si en 2013, 61% estaba impaciente por los cambios, en 2023, 57% optaba por la paciencia para la obtención de los mismos), probablemente lleva a buscar experiencia y trayectoria. Bachelet y Matthei han cumplido roles destacados en la administración del Estado, los ciudadanos ven en ellas contornos de su propia historia y están lejos de los más distintos aventureros de la política.
Sin embargo, no hay que ver esto como una nostalgia por los “30 años”, como algunos políticos quieren convencerse, pues el informe del PNUD es claro en señalar que los “nostálgicos” son apenas unos pocos (7%), y el foco está en un pragmatismo azuzado por la necesidad de resolver problemas urgentes, cuyas soluciones se perciben como trancadas por una élite política egoísta e indolente. El informe habla de un país en que priman los “villanos” (políticos-élites), con ciudadanos que se sienten impotentes, y donde es difícil encontrar “héroes”, en especial, tras el fracaso de la renovación generacional como impulsor de los cambios urgentes. Así, me temo que las opciones por Bachelet y Matthei son por un despiadado y pragmático descarte.
Esto pone en evidencia el off side en que quedaron quienes creían que sus rostros nuevos venían a renovar la política y quienes exigen un lugar solo por ser nuevos, sin habérselo ganado. Pero, este tropiezo no conlleva un clamor ciudadano por los “viejos confiables” de un pasado mítico. Por eso, la tarea de la élite y la política es reinventarse, rescatar cosas pretéritas importantes, pero no proponerse revivir el pasado, sino diseñar un futuro en el que puedan reencontrarse con la ciudadanía en el gran salón de la política, el espacio donde se acuerdan los cambios.
Por Cristóbal Osorio, abogado