Columna de Daniel Matamala: El mundo según Trump

Trump está destruyendo el orden mundial que evitó una tercera guerra mundial. Y lo que ofrece para reemplazarlo no es un nuevo orden, sino el caos.
El 25 de febrero de 2022, cuando los tanques rusos cruzaron la frontera con Ucrania, los especialistas debatían cuánto tardaría en caer Kiev. Las apuestas se movían en torno a los tres días.
Tres años después, Ucrania aún resiste.
Un rol fundamental tuvo, en el momento crítico, el presidente Volodimir Zelensky.
Mostrando un coraje digno de encomio, Zelensky no huyó a Berlín o Washington para salvar el pellejo. En cambio, se mantuvo en su puesto, y lideró una resistencia que parecía desesperada. Los tanques rusos no lograron entrar a Kiev, aunque sus tropas sí desataron el horror en el suburbio de Bucha y en otros lugares, masacrando sin piedad a hombres, mujeres y niños.
Estaba en Ucrania entonces, y recuerdo la explosión de júbilo entre los ciudadanos cuando, en esos primeros días de la guerra, Zelensky publicó un video selfie en que aparecía, junto a autoridades de su gobierno, en las calles de Kiev. “Estamos aquí”, decía. Era la prueba de que estaba vivo, junto a su gente y resistiendo la invasión.
Tres años después, otro video de Zelensky dio la vuelta al mundo. El presidente ya no aparecía desafiante, sino cabizbajo. A su lado, Donald Trump y su vicepresidente, J. D. Vance, hacían sus mejores esfuerzos por humillarlo ante las cámaras, con todo tipo de mentiras y provocaciones. El de Trump y Vance era un bullying miserable, el matonaje de dos cobardes ante un hombre que no podía defenderse en igualdad de condiciones; Zelensky debía agachar la cabeza sabiendo que la sobrevivencia de su país está en juego.
Fue la culminación de una escalada de ataques arteros. Trump ya había acusado a Ucrania de comenzar la guerra, se había referido a Zelensky como un “dictador” y había anunciado negociaciones con el verdadero dictador, Putin (a quien Trump no se refiere como tal), por encima de Ucrania. En los días siguientes, Estados Unidos suspendió su ayuda militar y de inteligencia hacia el país agredido.
Trump dice que busca la paz, pero, antes de negociar, ya entregó a Putin lo que este quiere: mantener el territorio conquistado por la fuerza, y bloquear la entrada de Ucrania a la OTAN.
¿Es paz la que se logra inclinándose servilmente ante el agresor? El mundo sabe la respuesta. En 1938, en la conferencia de Múnich, Neville Chamberlain accedió a entregar parte de Checoslovaquia a Hitler, y agitó el documento con sus firmas mientras lo celebraba como “la paz para nuestro tiempo”. El régimen nazi lo entendió como una prueba de debilidad de las democracias, y el resto es historia.
En una increíble coincidencia histórica, en 2025 Trump propuso negociaciones con enviados de Putin precisamente en Múnich, y luego Vance pronunció en esa ciudad un virulento discurso contra las democracias europeas. Aseveró que Rusia no es una amenaza, le quitó importancia a la interferencia de Moscú en las elecciones rumanas, y abogó por los partidos de extrema derecha que son cercanos a los rusos.
Parecía un discurso escrito por el propio Putin.
“Trump está cumpliendo de manera transparente y desvergonzada las órdenes de Rusia”, dice Susan Rice, exasesora de seguridad nacional de Estados Unidos. “Todos tenemos que preguntarnos por qué”.
Esa pregunta no tiene una respuesta clara. ¿Es solo la admiración de calcetinera que el criminal convicto Trump ha prodigado siempre al tirano del Kremlin? ¿Es la vuelta de mano por la interferencia rusa, en favor de Trump, en las elecciones de 2016? ¿O es un efecto del kompromat, la refinada táctica rusa para extorsionar con material comprometedor, que el exagente de la KGB Vladimir Putin tan bien conoce? Al menos tres excolegas de Putin en la KGB han denunciado que Trump ha sido “trabajado” por décadas por los servicios secretos rusos, con una mezcla de espionaje y favores.
Sí sabemos, en cambio, la razón de su inquina hacia el presidente de Ucrania. En 2019, Trump extorsionó a Zelensky. Lo amenazó con bloquear la entrega de fondos a su país si Ucrania no accedía a colaborar en una campaña de desprestigio contra el entonces candidato Joe Biden, siguiendo un libreto preparado por el abogado personal de Trump, Rudolph Giuliani.
Zelensky resistió la extorsión, los hechos se filtraron al público, y terminaron provocando el primer juicio político contra Trump en el Congreso estadounidense.
Ahora, Trump tiene su venganza, y de paso la oportunidad de destruir el orden mundial vigente desde 1945. El 25 de febrero, en el tercer aniversario de la invasión, Estados Unidos se negó a apoyar una resolución de las Naciones Unidas que condenaba el ataque ruso y pedía el retiro de las tropas invasoras.
En ese voto, Trump demostró el carácter de su régimen; se alineó con las dictaduras de Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Nicaragua y Sudán, y contra la inmensa mayoría de los países democráticos del mundo.
A esas democracias, sus supuestas aliadas, las castiga. A Ucrania la abandona. A Dinamarca y Panamá las amenaza con anexar parte de sus territorios. En Alemania y Francia interviene en política interna. A México y Canadá les impone una guerra económica, violando el tratado que él mismo con ellos firmó en su primer gobierno.
A los criminales de guerra, en cambio, los halaga. A Putin le promete un acuerdo premium, donde el invasor pone las condiciones, mientras a Netanyahu le ofrece la expulsión de millones de civiles para convertir a Gaza en un resort de vacaciones.
La primera consecuencia es una carrera armamentista mundial. La garantía de defensa estadounidense fue el pilar clave para evitar la proliferación nuclear desde 1945. Ahora ya no tiene valor. Europa gastará unos 800 mil millones de dólares para rearmarse. Pronto Japón y Corea del Sur deberán seguir un camino similar, y construir sus propias defensas ante potencias nucleares como China y Corea del Norte.
El ejemplo de Ucrania es ilustrativo. Tras la caída de la Unión Soviética, Kiev aceptó entregar su arsenal nuclear a cambio de garantías de Rusia y Estados Unidos. Fue traicionado por ambos.
Trump está destruyendo el orden mundial que evitó una tercera guerra mundial. Y lo que ofrece para reemplazarlo no es un nuevo orden, sino el caos. Una ley de la selva donde los acuerdos de paz, los tratados comerciales y los organismos internacionales no valen el papel en que están escritos. Donde el agresor es premiado y el agredido es humillado. Donde invadir a un país soberano y masacrar a sus civiles no es motivo de reproche, sino de admiración.
El mundo según Trump es el sueño de un matón, y la pesadilla de todos los demás.
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