Columna de Daniel Matamala: El porvenir de la Patria

Aglomeraciones votación
Votantes hacen fila en la Escuela José Abelardo Núñez. Foto: Agencia Uno.


“Mujer chilena, el porvenir de la Patria está en tus manos”. Eso decía uno de los panfletos distribuidos antes de la elección de 1970, firmado por Acción Mujeres de Chile. Según los documentos de la Agencia Andalién, a cargo de la campaña anti-Allende, esta sería “sensitiva y melodramática”, “mostrando el terror, allegando ideas sobre el futuro de la patria y lo que puede esperar ésta de las mujeres”. Para el terror, había panfletos como “La mujer y el comunismo (para usted y su mejor amiga)” y “La secuencia fatal”. Para el futuro, se prometía que Alessandri “modificará la legislación sobre el abandono de la familia y las pensiones para los hijos”. Hace medio siglo, los papitos corazón ya eran un drama para las chilenas.

En esa época, el voto femenino fue un freno a la izquierda en Chile. Si sólo hubieran votado hombres, Allende habría ganado a Alessandri la elección de 1958. En 1964, Frei aventajó a Allende por apenas 4% entre los hombres, y por 31% entre las mujeres. Y en el rematch de 1970 entre Alessandri y Allende, el candidato de derecha ganó (38% a 31%) el voto femenino, mientras que el postulante de izquierda se impuso ampliamente (42% a 32%) en el masculino.

Esa tendencia no era extraña. En muchos países, el voto femenino tendía a ser conservador, proclive a los partidos cercanos a la Iglesia Católica y anticomunista.

Medio siglo después, el porvenir de la Patria vuelve a estar en manos de las mujeres. Pero sus preferencias políticas han cambiado.

Las encuestas publicadas antes de la veda legal muestran una brecha de género, en que Kast gana entre los hombres, por 2 puntos (Black & White), 4 (Cadem) o 6 (Criteria), pero Boric se impone gracias a un amplio apoyo de las mujeres: 6% arriba según Black & White, 12% según Cadem, y 18% según Criteria.

¿Qué ocurrió?

Primero, hay un cambio de tendencia mundial, a medida que el feminismo se convierte en campo de batalla política. Trump ganó cómodamente la elección de 2020 entre los hombres (53% a 45%), mientras que Biden construyó su ventaja gracias a las mujeres (57% a 42%).

En Chile, esta tendencia se reforzó con los dichos del diputado electo Johannes Kaiser, tratando de “cómplices” a las víctimas de abuso sexual, ofreciendo condecorar a violadores y cuestionando el derecho a voto de las mujeres. Esto puso el foco sobre el programa de gobierno de José Antonio Kast, que propone eliminar el ministerio de la Mujer, derogar la ley de aborto en tres causales, y entregar beneficios a mujeres casadas por sobre las solteras.

“Veo con preocupación que la agenda de Kast tenga espacios que son abiertamente discriminatorios en contra de las mujeres. No es posible que en el siglo XXI tengamos un país que retroceda de manera tan estructural”, alerta la directora ejecutiva de la división de derechos de mujeres de Human Rights Watch, Macarena Sáez.

Eliminar esos aspectos de su programa fue una de las condiciones de Sebastián Sichel para apoyar a Kast. “Lo que pide Sichel siempre estuvo en el programa de Kast, tal vez mal redactado, pero estaba”, reaccionó su vocera, Macarena Santelices. Hay que entender, entonces, que por un error de redacción se escribió “terminar el ministerio” cuando realmente querían decir “no terminar”. O “derogar la ley que posibilita el aborto”, cuando realmente querían decir “no derogarla”.

Más allá de esas explicaciones pueriles, la campaña de Kast se convenció de que su problema con las mujeres podía costarle la elección. Sumó a voceras como Paula Daza, Evelyn Matthei y Marcela Sabat, y prometió “un anuncio muy potente en materia de mujer”. Este llegó el jueves: Kast comunicó que, de ganar, no cerrará el ministerio. “Es un error que vamos a corregir, y en esto quiero hacer una confesión: nos equivocamos. Yo le pido perdón a todas las mujeres de Chile”, dijo.

El anuncio se vio empañado apenas horas después, cuando Kast fue consultado por la deuda impaga en pensiones alimenticias que mantiene a Franco Parisi con orden de arraigo. “No han llegado a un acuerdo con su familia”, dijo Kast. “Yo creo que una persona que saca un millón de votos es alguien que sí es reconocido; estoy seguro de que él no quiere eludir el pago, sino lo que quiere hacer es ver si el pago es justo o no”.

¿Puede un evasor tributario aducir que no está eludiendo el pago de impuestos, sino que está viendo “si el pago es justo o no”? ¿O puede un deudor de dividendos hacer lo mismo cuando no paga sus obligaciones? ¿Por qué eso es insólito si el perjudicado es el Fisco o un banco, pero aceptable cuando la deuda, ratificada por la justicia y que no depende un “acuerdo con la familia”, es con los propios hijos o con su exmujer?

La clave está en la primera parte de la frase. Parisi, hace ver Kast antes de relativizar su deuda, “sacó un millón de votos” (en rigor, 899.230). Si Frei decía que “ni por un millón de votos cambiaría una coma” de su programa, Kast parece dispuesto a borrar con el codo sus recién asumidos compromisos hacia las mujeres con tal de cortejar a Parisi.

Y Gabriel Boric no se queda atrás en esta genuflexión. Aunque él no ha justificado la deuda de Parisi, sí aceptó concurrir a su programa “Bad Boys”, en un intento por obtener la benevolencia del “gran elector”. Como corderos rumbo al matadero, los dos candidatos a ser presidentes de Chile se allanan a ser parte del show de alguien que ha usado todo tipo de excusas para quedarse en Estados Unidos, desde compromisos laborales inexistentes hasta test de Covid “inconclusos”.

La verdad es que Parisi no viene a Chile porque es un papito corazón perseguido por la justicia chilena. Si Kast y Boric van a su programa, y no son capaces de encararlo, estarán validando la violencia económica que sufren cientos de miles de mujeres chilenas y sus hijos, y demostrarán así que no tienen los principios mínimos para llegar a La Moneda.

Las mujeres los estarán vigilando. Y en las manos de esas mujeres, una vez más, está el porvenir de la Patria.