Columna de Daniel Matamala: ¿Qué patria defienden los “patriotas”?

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Si Milei sigue “arrastrando el poncho” en temas fronterizos y estratégicos, e interviniendo en nuestra política interna, ¿serán capaces de plantarse decididamente ante él en defensa de los intereses patrios? ¿O seguirá primando, como hasta ahora, su profunda admiración hacia su líder?



Dice que el presidente de Brasil es un “zurdo salvaje” y “comunista corrupto”. El de Colombia, un “asesino terrorista”, que “está hundiendo a los colombianos” y que “es una plaga letal”. El de México es “patético, lamentable y repugnante”.

Esa es la diplomacia del presidente de la República Argentina.

Para él, el presidente del gobierno de España es “totalitario”, “comunista” y “cobarde”, representante del “lado oscuro, negro, satánico, atroz, espantoso, cancerígeno” (a todo esto, The Economist acaba de elegir al país liderado por los comunistas satánicos como la mejor economía del mundo desarrollado en 2024).

Insultos que suele lanzar detrás del teclado o en discursos frente a sus incondicionales. Cara a cara, se esconde, evita encontrarse con aquellos a los que agrede o parece hondamente humillado por sus reacciones, como le ocurrió en la última cumbre del G-20.

Pero el problema de Milei no es con las personas de izquierda, sino con cualquiera que no lo ensalce como cree merecerlo. La candidata presidencial derechista Patricia Bullrich era una “asesina tirabombas”. Los dirigentes de su sector, Juntos por el Cambio, “globoludos que son retrasados y con déficit de IQ”, y “traidores alineados a la Internacional Socialista”. Hoy, la “asesina” es su ministra de Seguridad, y muchos de los “retrasados” y “traidores” gobiernan junto a él.

Sus redes sociales son una interminable serie de autoalabanzas, incluyendo ilustraciones ridículas en que se presenta a sí mismo como Superman salvando a Argentina, o como un gigantesco león guiando a una multitud de “liliputienses”, una palabra que suele usar para referirse a los demás.

Cuando Milei se mira al espejo, ve a “uno de los dos políticos más relevantes del planeta Tierra”, y al futuro Nobel de Economía. Cuando le hacen ver su modestísimo currículum académico y sus libros repletos de plagios, pregunta “¿qué visión puede tener una rata respecto de un gigante?”.

Ahora, el ministro de Economía de Milei calcó las palabras de su jefe para referirse al presidente de Chile como un “comunista” que “está hundiendo el país”. Milei, que en campaña había llamado “empobrecedor” a Boric, comentó: “Poniendo zurdos en su lugar”.

La respuesta chilena fue ejemplar: una nota de protesta diplomática, y una réplica presidencial llamando a “tener humildad” porque “los presidentes pasamos, pero los pueblos quedan. No me voy a referir con insultos al Presidente de Argentina, como él está acostumbrado a hacerlo”.

Una respuesta seria, frente al enésimo berrinche de un perturbado.

Y aquí vino lo interesante. La bancada de diputados de la UDI declaró su “más absoluto respaldo” al presidente de Chile “ante las insolentes, inadecuadas e inoportunas declaraciones”, recalcando que “no corresponde –en caso alguno– que las autoridades extranjeras se inmiscuyan en los asuntos internos de un país”.

Con ello, la UDI honra una línea tradicional de la política chilena, en que, más allá de las diferencias políticas internas, se apoya al Presidente de Chile ante ataques extranjeros. Así lo hicieron políticos de derecha con Lagos y Bachelet, y de izquierda con Piñera.

Son principios claros: las agresiones entre jefes de Estado son inaceptables, y los intereses permanentes de la Patria priman sobre el alineamiento ideológico con algún líder extranjero.

Pero para muchos autodenominados “patriotas”, agrupados en el Partido Republicano, es al revés. El cortejo a Milei es más importante.

No es primera vez que ocurre.

En junio, Argentina instaló paneles solares en nuestro territorio, en Tierra del Fuego, como parte del reforzamiento de un “Puesto de Vigilancia y Tránsito Marítimo″ en el Estrecho de Magallanes, pese a que el Tratado de 1881 entrega el control de ese estrecho exclusivamente a Chile.

En noviembre, el canciller argentino se restó de la ceremonia para conmemorar los 40 años del acuerdo que evitó la guerra por el Beagle, en el Vaticano. El desaire es especialmente ominoso considerando los elogios de autoridades del gobierno de Milei a la dictadura que estuvo a punto de desatar esa guerra contra Chile.

Milei boicoteó la ceremonia debido a un “desencuentro” con Boric en la ya mencionada cumbre del G-20. Según la cancillería chilena, Boric en su discurso refutó algunas ideas de Milei. El aplauso con que fueron recibidas sus palabras fue demasiado para el frágil ego del político argentino, quien decidió inventar un conflicto diplomático en un tema especialmente sensible: nada menos que el respeto a la paz entre los países, lograda con el Tratado de 1984.

En cada uno de estos incidentes, esos “patriotas” han guardado mayoritario silencio, o incluso han tomado partido por Milei, como lo hizo esta semana su sempiterno candidato presidencial. También intervino -a favor de Milei- el exlíder del equipo económico de ese candidato “patriota” en Chile, que hoy es viceministro… del gobierno argentino.

Tratándose de una fuerza política que aspira a ejercer la Presidencia de la República, esto es grave. Por dos razones.

La primera es que pone en duda cómo actuarían desde el gobierno ante similares provocaciones. Si Milei sigue “arrastrando el poncho” en temas fronterizos y estratégicos, e interviniendo en nuestra política interna, ¿serán capaces de plantarse decididamente ante él en defensa de los intereses patrios? ¿O seguirá primando, como hasta ahora, su profunda admiración hacia su líder?

La segunda, es la duda de si imitarán el estilo de su ídolo también en materia internacional. Además de generar crisis diplomáticas con su política del insulto, Milei ha destrozado la política de Estado argentina para ponerse al servicio incondicional de Israel.

Esto se debe a su deriva mística: el hombre se compara constantemente con Moisés, idolatra a un fallecido rabino fundamentalista, y se declara representante de las “fuerzas del cielo” en su combate contra “el maligno”.

Son preguntas acuciantes para el futuro de Chile, un país pequeño que se ha hecho respetar gracias a su unidad interna y a políticas de Estado permanentes, que responden a nuestros intereses nacionales, no a los ensueños místicos de algún iluminado.

Así se defiende a la Patria. Aunque algunos de nuestros “patriotas” están demasiado fascinados con los berrinches de un presidente extranjero como para recordarlo.

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