Columna de Daniela Lagos: Colonia Dignidad: memoria, dolor e impunidad
La miniserie documental de Netflix tiene muchos aciertos y sin duda uno de los mayores es su trabajo de archivo. Porque aquí no sólo hay recuerdos y voces en off, sino que por primera vez se ve en imágenes lo que antes era historia oral.
La historia de Colonia Dignidad se ha contado muchas veces, en distintos formatos y desde diversos ángulos. Y tras varios reportajes, documentales, series y películas, se podría postular con seguridad que no había gran expectación sobre alguna nueva mirada a este capítulo de la historia chilena reciente.
Eso hasta que se estrenó la miniserie documental de Netflix, que gracias a un cuidado y extenso trabajo de archivo y entrevistas volvió a poner este episodio de vuelta en la cabeza y boca de todos.
Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile es una producción de seis episodios que cuenta la historia del proyecto y los abusos de Paul Schäfer desde que vivía en Alemania, además de mostrar la llegada y el asentamiento de él y sus seguidores en Parral, las primeras denuncias e intentos de escape, los cruces con la política chilena y cómo el líder fue creciendo en conexiones e influencias, hasta su caída, el derrumbe de un hombre que por mucho tiempo fue intocable.
En toda esta historia, la miniserie documental tiene muchos aciertos y sin duda uno de los mayores es su trabajo de archivo. Porque aquí no sólo hay recuerdos y voces en off, sino que por primera vez se ve en imágenes lo que antes era historia oral: la construcción de Colonia Dignidad, las actividades de los “colonos”, los talleres en que trabajaban.
Junto con ello, otra tremenda contribución son las entrevistas, con diversas personas que vivieron ahí y otros que pasaron de forma más o menos voluntaria; y la voz narradora de Salo Luna, quien mezcla sus propios recuerdos y conocimientos sobre este lugar y su líder con información recopilada por la producción.
Todo este gran trabajo es puesto aquí al servicio de una hipótesis que aparece desde su título: Colonia Dignidad no era un asentamiento colono o un grupo religioso en que se cometieron varios crímenes; este lugar era una secta y Paul Schäfer era su único y gran jefe. Una persona con ideas claras sobre la política y que dictaba desde el trabajo que se hacía en el lugar hasta el tipo de socialización y la moral que era permitida entre sus seguidores. O a quien había que respetar y obedecer, ya fuera desde la idolatría o el terror.
Con cada capítulo, lleno de testimonios que van en la misma línea y nunca se contradicen, se abren también preguntas y dolorosas acusaciones, porque cuando nos enfrentamos a una investigación de este calibre, en que se narran décadas de torturas, secuestros, privaciones de libertad y abusos sexuales - entre otros crímenes-, se vuelve más indignante lo que ya se sabía: que esta fue una persona que operó en la absoluta impunidad y pudo haber sido detenida tantas veces antes si no se hubieran hecho convenientes oídos sordos a sus víctimas.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.