Columna de Daniela Lagos: Sayen: acción unidimensional
Sayen podría haber sido mucho más de lo que es (una película entretenida, que avanza rápido), si hubiera tenido un mejor guión. La cinta está llena de clichés y sus personajes son absolutamente unidimensionales, los villanos son como de dibujos animados, sin ningún tipo de análisis, con una facilidad absurda de sacar y usar armas, y no presentando nunca algo distinto a ser “malos”.
Es una apuesta en grande: una cinta de acción, con explosiones, disparos y carreras por el bosque, y que además es sólo la primera entrega de una trilogía.
Esa es la jugada que pusieron sobre la mesa Amazon Prime Video y la productora Fábula con el estreno de Sayen, una película que en poco menos de 90 minutos presenta a una chica mapuche -cuyo personaje le da el nombre al filme- que acaba de volver a su comunidad desde su vida universitaria. Quiere participar del We Tripantu y estar con su abuela, familia y amigos, pero rápidamente pasa a protagonizar una peligrosa persecución, cuando se entera de cuáles son los verdaderos planes de una multinacional española que quiere comprar el terreno de su abuela.
Con una trama simple, ya muchas veces vista, la película dirigida por Alexander Wit tiene puntos a favor, como escenas de acción entretenidas y bien grabadas, locaciones con un nivel de belleza que a ratos hacen parecer la película como un comercial de Sernatur, y algunas buenas actuaciones, incluyendo la de la protagonista, Rallen Montenegro. También es arriesgada al tomar un partido claro en un tema polémico, porque aunque se trata de una ficción, muestra a políticos y policías comprados por las multinacionales y dispuestos a matar y mentir por sus intereses.
Considerando estos elementos, Sayen podría haber sido mucho más de lo que es (una película entretenida, que avanza rápido), si hubiera tenido un mejor guión. La cinta está llena de clichés y sus personajes son absolutamente unidimensionales, los villanos son como de dibujos animados, sin ningún tipo de análisis, con una facilidad absurda de sacar y usar armas, y no presentando nunca algo distinto a ser “malos”. Mientras, los mapuche de esta ficción tienen un discurso de defensa de la tierra que se escucha muy básico, como lo que podría decir un personaje de película de Disney o lo que se podría en una obra escolar.
Ese es el mayor problema de una producción que parece haberse preocupado mucho más de la acción que de cualquier otra cosa. Hay diálogos forzados, acciones absurdas, pausas que lo hacen parecer todo menos creíble. Sin duda una película que se deja ver, aunque no necesariamente se debería.
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