Columna de Gabriel Zaliasnik: El dinosaurio sigue allí

Palacio de Tribunales de Justicia
El dinosaurio sigue allí. Andres Perez


“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Este escueto microrrelato de Augusto Monterroso probablemente retrata en tan solo siete palabras el momento político e institucional por el que atraviesa nuestro país. La ruptura parece asentarse sin que exista real voluntad y liderazgo para repararla.

Junto a todos los episodios a que ha dado lugar el llamado “caso Audio”, capturando la agenda noticiosa y el morbo popular, se suman serias dudas en la aletargada investigación del caso Convenios y la Fundación Procultura. En paralelo, el festival de acusaciones constitucionales, investigaciones penales, filtraciones impunes, revela hasta qué punto el comportamiento de todos los actores se desenvuelve de forma oportunista. Es evidente que nuestro estado de derecho cede ante pulsiones cuasi revolucionarias y a partir de fundamentalistas posiciones morales y no racionales, algunos se aprovechan del sentimiento de hartazgo quebrando confianzas que arrastran a toda la institucionalidad. Ya no solo presenciamos la anomia sino también ahora se cuestiona la credibilidad de instituciones llamadas a hacer respetar las leyes o resolver los conflictos en una sociedad como son el Ministerio Público y el Poder Judicial.

A fin de cuentas, el estado democrático de derecho es en cierta forma una idea, una especie de ilusión a partir del consenso social. En la medida en que todos convergemos en esa misma idea una sociedad avanza y se cohesiona. Hay un pacto básico y no escrito, que antecede a cualquier Constitución u ordenamiento jurídico. Por lo mismo, cuando ese acuerdo se desploma, la sociedad queda a la intemperie.

Esto es precisamente lo que viene ocurriendo en Chile desde hace años y que no hemos sido capaces de enfrentar. Lejos de la pretendida superioridad moral de algunos, hay un derrumbe moral colectivo. Quienes con oportunismo se visten de catones morales apuntando con el dedo a diestra y siniestra en medio de esta verdadera tragedia nacional, no son más que buitres en medio de la carroña. Simples aves de rapiña. Con cuánta razón Hayek planteaba que probablemente han causado más daño y miseria los hombres decididos a utilizar la coerción para erradicar un mal moral, que aquellos decididos a hacer el mal.

Por ello, la crisis de Chile no se supera ni superará con una acusación constitucional más, una remoción suprema, causas penales varias, ni penas de cárcel más severas. La crisis de Chile no se supera con cosméticas reformas políticas o judiciales. La crisis de Chile requiere primero entender que los actuales actores políticos carecen de la capacidad para abordar la realidad. Mirarnos al espejo y aceptar que Chile está en problemas en lugar de negarlos, y esos problemas que trascienden a la clase política y a cualquier sacrificio ritual como los que estamos presenciando. Mientras, el dinosaurio seguirá ahí.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Fac. de Derercho, Universidad de Chile

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.