Columna de Gonzalo Martner: ¿Qué nos depara el 2025?
El 2024 cerrará con un crecimiento de 2% y algo más, una mejoría respecto al estancamiento de 2023. El 2025 debiera ser más auspicioso, aunque en proporciones modestas. El gobierno prevé un crecimiento de 2,7% y el Banco Central uno entre 1,7% y 2,5 %. El Fondo Monetario Internacional (FMI) se inclina por un rango entre 2% y 2,5%.
Se puede sostener un cierto optimismo dado que los efectos del sobreajuste de 2022 ya quedaron atrás. La tasa de interés de política monetaria es hoy de 5%, y no ya de 11,25% como en buena parte de 2023, y de 7,5% al inicio de 2024. Esto permitirá un alivio del costo del crédito a las empresas y a las familias, permitiendo impulsos a la inversión, en especial si siguen bajando las tasas de los créditos hipotecarios, y al consumo. Entre tanto, la política fiscal pasó desde la brutal caída del gasto del gobierno central de -23% en 2022, una de las mayores del mundo y equivalente a un 7% del PIB (programada por el gobierno saliente y no corregida por el entrante, en vez de un aterrizaje suave como la situación aconsejaba), a un aumento del gasto de 1,1% en 2023 y de 5,8% en 2024. La política fiscal ha sido un factor de sostén de la actividad, la que de otro modo se hubiera mantenido en el estancamiento por la alta tasa de interés del Banco Central, aun al costo de un déficit presupuestario mayor al previsto este año. Deberá seguir teniendo un rol en el año que empieza, aunque menos intenso dado un déficit previsto que pasará de cerca de 3,4% del PIB en 2024 (datos de noviembre a noviembre) a 2,6% del PIB en 2025, según la Ley de Presupuestos, con un aumento del gasto público de 2% respecto de la ley aprobada para 2024. Persiste, como es usual, una cierta incógnita respecto a la recaudación tributaria efectiva, especialmente en materia de impuestos al consumo y a la minería. En todo caso, permanecerá un rol estabilizador de la política fiscal y de estímulo de la actividad en ciertos márgenes en caso de complicaciones. Existe un rol de estabilizador “automático” del presupuesto: si cae la recaudación por una menor actividad y se mantiene el gasto, aumenta el déficit temporalmente, lo que reactiva la actividad.
Estos elementos de política económica debieran permitir un año 2025 razonable en materia económica. El problema lo plantea el tercer componente de la demanda agregada, además del consumo (el principal) y la inversión, es decir las exportaciones netas de importaciones. Estas no contribuyeron en 2021 y 2022 al crecimiento, pero en cambio lo hicieron en 2023 y 2024, aunque en este último caso algo menos por un mayor aumento de las importaciones que de las exportaciones. Para 2025, se mantiene una incógnita: nadie sabe exactamente qué hará Trump con los aumentos de aranceles que ha prometido y de qué magnitud serán, ni qué dimensiones implicará una disputa comercial con China y Europa, además de con México y Canadá. No se sabe si estos factores desestabilizarán o no el comercio mundial, especialmente en el caso de una seguidilla de represalias. Esto podría implicar menos demanda china por nuestros productos y nuevas olas de importaciones baratas desde China a mercados como el nuestro, lo que ya llevó al cierre de Huachipato y al fin de la producción de acero como la hemos conocido en Chile desde el siglo XX. En las actuales condiciones, es poco lo que podemos hacer cuando representamos el 0,25% de la población y el 0,35% de la producción en el mundo.
Por Gonzalo Martner, académico, Facultad de Administración y Economía Usach
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