Columna de Hernán Alcayaga: Después de la inundación, ¿qué lecciones hemos aprendido?



La semana pasada, parte del territorio chileno experimentó inundaciones debido al desborde de ríos y la acumulación de aguas lluvias, eventos naturales que resultaron en numerosos damnificados y cuantiosos daños, dejando una marca indeleble en nuestras comunidades. Sin embargo, cada desastre trae consigo la oportunidad de obtener lecciones valiosas. Al analizar experiencias globales y locales similares, podemos aprender a mitigar los efectos devastadores de las inundaciones que, sin duda, volverán a ocurrir en el futuro.

La preparación y la planificación frente a los peligros naturales son fundamentales. Un caso de éxito es la experiencia francesa, la cual destaca la necesidad de medidas preventivas robustas. Allí, después de sufrir una serie de inundaciones severas, las autoridades locales implementaron mejoras significativas en infraestructura, como la construcción de defensas fluviales y la mejora de los sistemas de drenaje de aguas lluvias (incluyendo su continua mantención). Si bien estas medidas también se realizan en Chile, las inundaciones posteriores en el mismo río en Francia demostraron que su implementación fue insuficiente, sin un plan de emergencia bien estructurado que incluya la evaluación continua de riesgos. Evaluaciones periódicas de la vulnerabilidad de la infraestructura ayudan a identificar áreas de mejora y a ajustar las estrategias de mitigación. Esto es crucial para adaptarse a las condiciones cambiantes del clima y la expansión urbana, que alteran los patrones de flujos y de inundación.

Otra dimensión relevante es la sensibilización y educación de la comunidad. La participación de la comunidad en la planificación y respuesta ante peligros naturales puede salvar vidas y reducir daños. En Chile, la educación y la sensibilización pueden ser herramientas poderosas para preparar a la población y fomentar una cultura de resiliencia. Un punto fundamental es tener una única voz o un solo canal de comunicación en caso de evacuación, además del conocimiento de las zonas seguras y vías de escape, tal como se hace en caso de tsunami.

Las experiencias globales muestran que la colaboración entre diferentes niveles de gobierno, organizaciones no gubernamentales y el sector privado es esencial para una respuesta efectiva. A esto se debe sumar la importancia de la investigación científica y la innovación tecnológica para la gestión de riesgos. Los análisis deben considerar la mejor información técnica disponible, desde el pronóstico meteorológico, conectado a simulaciones hidrológicas y, a su vez, a modelos hidráulicos. Esto debe complementarse con el monitoreo de caudales y niveles de agua para evaluar el riesgo y la vulnerabilidad. Todo lo anterior debe integrarse en los planes de contingencia y de alerta temprana. La comunicación de los riesgos y la coordinación con las autoridades locales y organismos de emergencia son fundamentales para el éxito de estos planes.

Las inundaciones son inevitables, pero su impacto puede ser mitigado con preparación, planificación y cooperación. En Chile, tenemos la oportunidad de aprender de las experiencias internacionales y de los eventos recientes, y adaptar estas lecciones a nuestro contexto geográfico único. Al hacerlo, podemos construir comunidades más resilientes y mejor preparadas para enfrentar futuros peligros naturales. La inversión en infraestructura, la educación de la comunidad, la investigación interdisciplinaria en esta área y la innovación tecnológica son fundamentales en esta misión.

En pocas palabras, la lección más importante es que la resiliencia no solo implica la capacidad de recuperarse, sino también de anticipar y adaptarse. La preparación que podamos tener hoy marcará la diferencia en el grado de impacto de cualquier peligro natural que enfrentemos mañana.

Por Hernán Alcayaga, director de la Escuela de Obras Civiles UDP

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