Columna de Ignacio Imas: ¿Es Chile un país a prueba de un dictador?
Una de las últimas ediciones en The Economist, preguntaba si Estados Unidos es a prueba de dictadores. Hacían referencia a un perfil de persona quien siendo electa de forma democrática mute hacia ideas y acciones concretas que restrinjan libertades individuales y colectivas. Entonces, cabe preguntarse en el contexto actual del debate sobre cambios a nuestras reglas político-institucionales ¿Chile es a prueba de dictadores? La respuesta obvia que tenderán a decir es que ya tuvimos una experiencia de ese tipo en la figura de Pinochet. Pero, salgamos del lugar común y vamos a reflexionar sobre un liderazgo que una vez electo transite hacia un extremismo. Mi respuesta es siempre pesimista, nuestro país no está siendo a prueba de ideas populistas con rasgos dictatoriales. Vamos punto por punto, y observemos cómo finalmente los actores juegan a favor de un escenario tan terrorífico como este.
Comencemos por las principales instituciones de cualquier régimen democrático, los partidos políticos. Sus integrantes, en especial sus dirigentes, hacen a diario lo posible para generar una insatisfacción masiva, porque no logran responder de forma básica las demandas. Han preferido quedarse en sus discursos, con escasos acuerdos motivados por sus intereses de corto plazo. Qué duda cabe, esto genera un creciente escepticismo hacia ellos, incluso generando la idea que no es necesaria su existencia.
Si analizamos las reglas formales, los pesos y contrapesos son bastante débiles. La figura del Ejecutivo es lo suficientemente fuerte para que no exista otro Poder del Estado que logre, en un caso donde el presidente así lo decida, logre contrarrestar sus decisiones. El Congreso y sus herramientas escasamente tienen impacto real. Por otro lado, su configuración y comportamientos que ha terminado en bloqueos mutuos, nos lleva a un escenario de desafección hacia ellos. Las Fuerzas Armadas y de Orden se han acercado peligrosamente a la política nuevamente. Sus cabezas durante el último tiempo, en especial la de Carabineros, se ha vuelto una figura que aparece regularmente en la agenda cotidiana, algo que no debería ocurrir para un país donde estas organizaciones deberían estar concentradas en cuestiones de carácter técnico. Por otro lado, para qué hablar sobre quienes lideraron el Ejército involucrados en casos de corrupción, erosionando la credibilidad ciudadana. La politización y consecuente desdibujamiento de su perfil lo hemos visto también en el Poder Judicial. Fiscales y jueces en sus distintos niveles se han inmiscuido en la opinología cuando deberían perfilarse como personajes dedicados a sus roles. Todo esto configura escenarios para que el hastío de las personas con estas instituciones se acreciente y exista tierra fértil para instalar a un populista de rasgos despóticos en La Moneda y que sus decisiones tengan el soporte ciudadano.
Cómo podemos observar no solo las reglas formales sino (y mucho más) las informales hacen a nuestro país vulnerable a liderazgos de estas características. Los actores en diferentes oportunidades y lugares generan incentivos para crear y aumentar el malestar social que como nos ha mostrado la experiencia comparada terminan en liderazgos nocivos para la democracia.
Por Ignacio Imas Arenas, cientista político, gerente asuntos públicos Imaginaccion.