Columna de Isaac Fierro: Desesperanza aprendida

Los Servicios Locales poseen virtudes que subsanarían varios de los ripios que le quitaron credibilidad al sistema municipal: autonomía de intereses políticos, sensibles al contexto territorial, un presupuesto equitativo, entre otras virtudes. Pero al indagar un poco más abajo del titular, deficiencias serias salen a la luz, que han acumulado un prontuario de descalabros en su implementación y funcionamiento. Lo que está pasando hoy en el SLEP Magallanes -un paro de profesores que demandan la promesa del cumplimiento de mejores condiciones laborales- parece no sorprender. Un amargo déjà vú que duele en las heridas de la educación pública y una desesperanza aprendida de un sistema que hace décadas está en una deuda de honor.
Pues bien, la deslegitimación social del antecesor a los SLEP -la educación municipal- abrió el espacio para demostrar que las ideas reformistas pregonadas por un grupo político podían funcionar. Pero estos no fueron capaces de mejorar la legitimidad ni mostrar resultados significativos, sino más bien han estado en el centro de la polémica por malversación de recursos, fallas básicas de gestión de personal, infraestructura deficiente, y un largo etcétera de calamidades e infortunios. Por ello, se reclama urgente una cirugía profunda. El actual gobierno -que mucho provecho electoral ha logrado a costa de la educación pública- ha perdido una gran oportunidad en redimir a los SLEP y lucir sus virtudes. Y la vara no estaba muy alta.
Es importante notar que cada vez que se produce un paro de profesores, se generan efectos similares a los ocasionados por la pandemia: interrupción de los procesos educativos, rezagos en los aprendizajes, desmotivación de toda la comunidad escolar, una disrupción en el bienestar socioemocional de estudiantes y sus familias, entre otros.
¿Quizás la educación pública es un caso perdido? Claro que no. Ejemplo de esto es que, con una identidad de excelencia, financiamiento focalizado a la mejora y acompañamiento pedagógico robusto, se puede mejorar la calidad, tal como lo demostraron los Liceos Bicentenario. Una política que el año pasado estuvo a punto de morir a manos de sus detractores ideológicos, aun cuando ha logrado convencer a miles de familias con sus resultados sobresalientes.
Pero es necesario trascender los eslóganes políticos, que, si bien generan réditos, parecen ser insuficientes para sustentar y fortalecer la educación pública. Tal como dice el famoso adagio popular: mucho ruido y pocas nueces. Curiosamente, quienes abogaron en su momento por reformas que mejoraran los resultados de la educación municipal, hoy en día se aferran a estas consignas y resisten al cambio de todo aquello que -evidentemente- requiere mejora.
Un rediseño estructural demanda una visión de Estado más allá los límites de un programa de gobierno. El desafío recae ya en la próxima administración, que deberá liderar una reforma capaz de transformar un sistema desbordado de incertidumbre. Lo merecen los más de 1.200.000 de niños, niñas y familias que apuestan por la educación pública. Hasta que desaprendamos esta desesperanza.
Por Isaac Fierro, docente investigador de la Facultad de Educación, Universidad del Desarrollo
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