Columna de Javier Sajuria: Elecciones de segundo orden
Las elecciones locales no tienen las mismas dinámicas de las elecciones nacionales, aquellas donde se elige el Congreso y el Presidente. Eso no era sorprendente en tiempos del voto voluntario, donde la cantidad de gente que concurría a las urnas era menor. Pero se hace muy difícil predecir qué puede ocurrir en un escenario de baja información, alta desconfianza, bullados casos de corrupción y, más encima, voto obligatorio. A pocas horas del cierre de urnas, vale la pena adentrarse en cuáles suelen ser las principales tendencias en este tipo de elecciones y cómo pueden aplicarse a Chile. Por lo pronto, sin conocer los resultados, podemos sugerir que importará más el rechazo que el apoyo a determinados sectores políticos.
La ciencia política llama elecciones de segundo orden a cualquiera que no sirva para elegir al gobierno nacional. Esto no quiere decir que sean irrelevantes, sino que los factores tradicionales, como la identificación partidaria, la evaluación de la economía, o las posturas ideológicas, tienen menos relevancia en los electores. En jornadas como las de este fin de semana se mezclan una serie de atributos personales, contextos locales y atajos mentales. Todo esto, atravesado por un ánimo nacional. Así, podemos decir que los resultados de una elección en un municipio o gobernación van a ser en función de qué tan fuerte es uno de estos aspectos.
Veamos algunos ejemplos. En la elección pasada, la comuna de Renca reeligió a su alcalde, Claudio Castro, con más del 90% de los votos. Casto, independiente, pero de origen DC con vínculos amplios en el oficialismo, logró capitalizar una muy buena gestión en su primer período con una coyuntura local en la que una mala legislación estuvo a punto de impedirle competir. La alta aprobación de los ciudadanos de Renca, junto al apoyo espontáneo que se generó en torno a su caso, lo catapultó a una de las mayorías históricas más altas. Para esta elección la derecha tradicional asumió la derrota de forma anticipada y sólo van dos candidaturas de quienes disputan el flanco derecho: una de Demócratas y otra del PDG. Si bien es difícil que Castro logre los resultados de hace 4 años, las contingencias locales de Renca van a importar más que las nacionales.
Otro ejemplo interesante es Las Condes. Si bien hay competencia de todos los sectores por la alcaldía, lo cierto que es nadie espera que la derecha pierda esta elección. Quizás eso es lo que abriga las esperanzas de la académica amateur (pero muy bien pagada), Marcela Cubillos. Pero a sorpresa en Las Condes no sería un cambio de las tendencias históricas que lleven a la gente en esa comuna a votar por la izquierda, sino que las constantes acusaciones de corrupción y amiguismo que han golpeado a las comunas del oriente de Santiago le quiten ese cupo a la derecha partidaria a cambio de una independiente, Catalina San Martín.
Por último, otro ejemplo son las miles de candidaturas a concejales y consejeros regionales. Cualquiera que se vea enfrentado a un verdadero mapa con opciones va a comprender lo complejo que es tomar una decisión en un ambiente de muy poca información y con muchas opciones distintas. Aquí es donde es probable que primen más las consideraciones generales que los casos específicos. Salvo las contadas oportunidades en que alguien conozca a alguna de las candidaturas, podemos esperar que las personas voten basados en atajos mentales. Por ejemplo, si son opositores al gobierno, buscarán votar por candidatos de la oposición. Lo mismo puede ocurrir al revés con quienes se oponen a la derecha.
Y ese es el otro elemento clave para entender la política chilena contemporánea: a falta de razones específicas, importa más el rechazo que el apoyo hacia un sector. Estamos en la época de la rabia y la desilusión, y eso se aplica de forma aún más clara en elecciones donde se percibe que hay menos en juego.
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