Columna de Javier Sajuria: Seis meses, del terror al horror

Palestinians inspect destroyed residential buildings in Khan Younis
REUTERS


Han pasado seis meses del brutal ataque terrorista de Hamas en Israel. Seis meses desde que más de mil personas fueron asesinadas de forma cruel, y otro número relevante fue tomada como rehén y aún no es liberada. A pesar de lo cruento de lo ocurrido hace seis meses, la respuesta de Israel ha hecho palidecer incluso a algunos partidarios del régimen de Netanyahu. En vez de castigar a los responsables y asegurar el retorno de los rehenes, el gobierno israelí ha iniciado una campaña de castigos colectivos contra la población de Gaza, en directa contravención al derecho internacional de los Derechos Humanos. Después de seis meses, más de 30 mil personas han muerto a manos de las fuerzas israelíes, entre ellas, más de 13 mil niños.

Hace seis meses, cuando aún procesábamos las imágenes del ataque de Hamas, era difícil levantar la alerta sobre las potenciales consecuencias para la población de Gaza. La idea de que Israel tenía derecho a defenderse parecía un dogma que, en ese entonces, justificaba algunos excesos. Lamentablemente, la historia de cómo Israel ha manejado conflictos en el pasado y sus políticas de ocupación en territorio palestino auguraban un desenlace cruel y triste.

Sin embargo, no fueron los miles de niños palestinos muertos los que han movido de forma más decidida a los líderes mundiales, sino que el frío asesinato, a manos de las fuerzas israelíes, de siete funcionarios de la ONG World Central Kitchen, liderada por el chef español José Andrés. Recién después de esa tragedia, países como EE.UU. y Reino Unido han puesto condiciones reales al apoyo a Netanyahu, amenazados por la creciente oposición doméstica a la venta de armas a Israel. Mientras tanto, Naciones Unidas y el Comité Internacional de Rescate llevan semanas llamando la atención por la hambruna que azota a la población de Gaza.

El problema más urgente del conflicto no es la creación de dos estados (algo que parece cada día más lejano), ni los intereses geopolíticos de la zona (la mirada de la comunidad internacional lleva años en otros países del Medio Oriente). El problema más urgente es la extrema radicalización de los actores políticos en ambos lados de la frontera. Por el lado de Hamas, han justificado el uso de la violencia como una reacción a las décadas de ocupación y agresión por parte de Israel. Por el lado de Israel, Netanyahu ha mermado vitalmente la democracia israelita a través de corrupción, violencia, control autoritario de órganos del Estado y, más reciente, abriéndole la puerta a los sectores más racistas y ultranacionalistas de la política israelí. El resultado es un acto terrorista sin precedentes, seguido por una respuesta que cada día parece más un genocidio que una guerra.

A seis meses de un fin de semana de terror, le han seguido meses de horror, muerte, hambruna y falta de humanidad. A pesar de que la ultraderecha israelí (y parte del servicio diplomático) han tratado de vender la guerra como un asunto de sobrevivencia vital de los judíos en el mundo, lo cierto es que con ello han puesto en un punto de no retorno a la sobrevivencia de toda la población de Gaza. El derecho a defenderse de algunos no puede ser a costa de la erradicación de los otros.

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