Columna de Javier Vega: Se viene el invierno
Como pocas crisis en el pasado, la que viene hemos podido anticiparla con suficiente antelación. La verdadera pregunta es qué estamos haciendo para mitigar sus efectos. Dado el paupérrimo nivel del ahorro de las familias, nuevos retiros previsionales deberían ser descartados sin complejos. Tampoco es posible echar mano a una política fiscal expansiva, para no seguir presionando las tasas de interés o los precios locales. Se hace urgente proponer medidas que promuevan el ahorro y la inversión y moderar aquellas reformas -tributaria y pensiones-que pueden tener externalidades negativas en estos ámbitos"
Los datos de cuentas nacionales del tercer trimestre parecieron tranquilizar a algunos. El PIB tuvo un desempeño algo mejor (0,3% de aumento en doce meses) de lo que esperaban, lo que podría ser evidencia de que la crisis está en curso, pero no será tan profunda como se esperaba inicialmente. De hecho, lejos de caer, la inversión anotó un alza interanual de 2,2% en el tercer trimestre.
Es cierto que la desaceleración este año está siendo menos profunda de lo anticipado. En abril el mercado apostaba por un crecimiento de 1,5% y hoy los analistas proyectan un crecimiento en torno al 2% para 2022.
¿Significa eso que podemos relajarnos y disfrutar del periodo estival? Ni mucho menos. Al analizar con más detalle los resultados del tercer trimestre, las cifras no son tan auspiciosas. La demanda interna registró una caída interanual de 1,5%, arrastrada por el consumo privado, que descendió 2,8% en doce meses. El PIB anotó una caída anualizada de 4,6% en relación al segundo trimestre -usando la serie desestacionalizada- y es el peor desempeño desde 1998, sin considerar los episodios disruptivos del estallido social y la pandemia.
Hacia adelante las condiciones locales son en extremo desafiantes. La inversión se ha salvado de registrar caídas, por razones puntuales y temporales, pero el próximo año perfectamente puede anotar un retroceso superior al 5%. Un elemento clave para ilustrar el desafío que se cierne en esta materia es la evolución del ahorro nacional, el que descendió en términos nominales hasta el 17,2% del PIB en el tercer trimestre -acumulado en un año-, el nivel más bajo desde mediados de los ‘80, producto de los retiros previsionales y los cuantiosos aportes estatales para enfrentar la pandemia. Hasta ahora la inversión ha sido sostenida por ahorro externo o, en otras palabras, por un déficit en cuenta corriente, que llegó al insostenible 9,9% del PIB en el tercer trimestre.
Como pocas crisis en el pasado, la que viene hemos podido anticiparla con suficiente antelación. La verdadera pregunta es qué estamos haciendo para mitigar sus efectos. Dado el paupérrimo nivel del ahorro de las familias, nuevos retiros previsionales deberían ser descartados sin complejos. Tampoco es posible echar mano a una política fiscal expansiva, para no seguir presionando las tasas de interés o los precios locales. Se hace urgente proponer medidas que promuevan el ahorro y la inversión y moderar aquellas reformas -tributaria y pensiones- que pueden tener externalidades negativas en estos ámbitos. Pero, quizás lo más inmediato, es desarrollar una agenda robusta que despeje cualquier duda sobre el indispensable rol que juega el sector privado para apuntalar la economía y que busque recuperar los niveles de competitividad que tenía la economía chilena y que la hacían elegible como destino de la inversión.
Más que pensar en un quitasol, deberíamos estar buscando un buen paraguas para el temporal que se viene.
* El autor es economista.