Columna de Javier Vega: Triunfos morales

producción industrial

Ciertamente es destacable que la economía haya crecido algo mejor a lo esperado. Sin embargo, sigue siendo una expansión débil que se suma a toda una década creciendo por debajo del mundo.



El crecimiento de 2,6% de la economía chilena en 2024 estuvo por sobre la mayoría de las estimaciones privadas. Pocos esperaban que en el segundo semestre la economía creciera 3%, superando ampliamente al desempeño del primer semestre (2,3%) y de la década pasada (2%).

El mejor resultado fue motivo de celebración de las autoridades e incluso sirvió para reprochar las fallidas proyecciones de analistas privados. Muy parecido a los jugadores de esos equipos de fútbol que, tras ganar un partido luego de varias fechas de fracaso, corren a enrostrarlo a la esquiva hinchada.

¿Qué explicó el mejor desempeño en 2024? ¿Hicimos algo distinto localmente que nos permitió crecer un poco más y podemos esperar mejores ritmos de expansión en lo sucesivo? Las variables asociadas a la demanda interna definitivamente no son la causa de este mejor resultado. La formación bruta de capital fijo retrocedió 1,4% en el año, aunque fue de menos a más, y el consumo se mantuvo creciendo a niveles muy débiles.

La sorpresa vino, más bien, por la demanda externa. Las exportaciones de bienes y servicios anotaron una sólida expansión anual de 6,6%, la mayor en 17 años. Las exportaciones del sector agrícola saltaron 17,1% -por el fuerte incremento en los envíos de cerezas-, mientras las exportaciones de servicios crecieron 18,8%, entre otras razones por un fuerte salto en el turismo receptivo. El desempeño del sector exportador aportó 2 puntos al crecimiento de la economía chilena en 2024, la mayor contribución en más de una década.

Ciertamente es destacable que la economía haya crecido algo mejor a lo esperado. Sin embargo, sigue siendo una expansión débil que se suma a toda una década creciendo por debajo del mundo. Además, las noticias positivas vinieron por causas que no pueden atribuirse a un mejor marco de políticas públicas, mayor certeza jurídica o una renovada confianza de los inversionistas en el país. Un buen año de las cerezas y un flujo anormal de turistas brasileros -por las favorables condiciones climáticas para la temporada de nieve- y, en especial, de turistas argentinos -por la significativa apreciación del peso argentino en relación el peso chileno-, son elementos que están muy lejos de convertirse en una base estructural de mayor crecimiento.

Lamentablemente, las condiciones externas que favorecieron el rendimiento del año 2024 están bajo amenaza por la guerra arancelaria que lidera Estados Unidos y que puede tener efectos insospechados para la economía mundial. Es cierto que por ahora no estamos en el radar de las alzas de gravámenes directos, pero el reciente anuncio de imponer aranceles a los automóviles, que se suma a los del acero y el aluminio, configuran un panorama complejo que, al menos, tendrá efectos indirectos en la actividad local.

Cuando se arrastra un largo periodo de mal desempeño futbolístico, un triunfo deslucido -porque el equipo contrario jugó pésimo o por la ayuda del árbitro- no puede entusiasmar al punto de desconocer las debilidades estructurales que explican una mala temporada. Celebrar un 2,6%, logrado principalmente por razones externas es como un triunfo moral. Uno que puede hacernos perder de vista que nos falta mucho si queremos volver a encabezar la tabla de los países que más crecen en América Latina.

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